El narrador albanés recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras
El autor de El año negro recurrió al mito de Orfeo para escudriñar la verdad y la no verdad que se encuentran mezcladas
Censura, armas y cárceles, armas del mundo real, alerta
Sábado 24 de octubre de 2009, p. 3
Oviedo, 23 de octubre. Ismail Kadaré recurrió al mito de Orfeo para explicar su visión sobre el arte y la literatura, para intentar escudriñar un mundo en el que la verdad y la no verdad se encuentran mezcladas
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El escritor albanés, quien sufrió los estragos de la tiranía comunista de su país y de la histórica persecución de su pueblo, recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en una ceremonia en la que también se recordaron hechos históricos recientes como la caída del Muro de Berlín.
Kadaré nació en 1936, en Albania, en el seno de una familia de clase media, instruida y con inquietudes artísticas. Su obra literaria, traducida a más de 40 idiomas, le ha servido para convertirse en uno de los escritores más admirados del planeta y en candidato permanente al Nobel de Literatura.
Ataviado con un traje sencillo y lentes de marco negro, Kadaré expuso con crudeza su propia vida, que es al mismo tiempo un reflejo del trágico trajín de su pueblo y, también, de la historia europea del siglo pasado.
Ha habido y continúa habiendo dos ideas radicalmente contrarias acerca de la literatura. Una, antigua, un tanto ingenua, creía que la literatura, como el resto de las artes, era capaz de producir milagros para el mundo; la otra idea, moderna, por consiguiente en modo alguno ingenua, que la literatura y el arte no sirven a nadie excepto a sí mismas. En estas dos ideas, la verdad y la no verdad se encuentran mezcladas. No obstante, como hombre del arte que soy, yo me inclino a creer en milagros
, explicó.
Mundos rivales
Ismail Kadaré recurrió a un modelo
que explica este paradigma: el mito de Orfeo. “Se lo ha considerado, con razón, el mito más misterioso de la humanidad. Su esencia está relacionada con las potestades del arte. Orfeo consiguió con el suyo cosas increíbles y, si bien no alcanzó a trasponer el muro de la muerte, se aproximó a lo imposible más que ningún otro.
“He aludido al famoso mito para llegar a otro milagro mucho más vulgar en apariencia, aunque de la misma naturaleza. Hace 20 años, en mi país comunista, si alguien le hubiera sugerido a alguien la posibilidad de que, un día, un escritor albanés recibiría un premio en España, para mayor abundamiento entregado por el príncipe heredero, ese alguien habría sido de inmediato calificado de loco, lo habrían encadenado y conducido al manicomio. Y éste habría sido el menor de los males.
De acuerdo con una segunda versión, ese alguien acabaría en el juzgado y torturado como un peligroso complotador.
El autor de libros de referencia como Los tambores de la lluvia y El año negro explicó que la independencia de la literatura y las artes es un proceso en desarrollo. “Resulta difícil que nuestra mente capte sus verdaderas proporciones. Acostumbrados a la independencia referida principalmente a los estados, las naciones e incluso los individuos humanos, encontramos dificultades para llegar más lejos.
Llegar más lejos significa comprender que la no dependencia del arte no es cuestión de lujo, un deseo de perfeccionar el arte mismo. Es un condicionante objetivo, es decir obligado. De lo contrario, ese universo paralelo no se sostendría en pie.
Kadaré abundó que la idea de que la literatura depende de la vida es ya casi oficial a escala planetaria.
Una vez aceptamos que el de la literatura y las artes es un mundo paralelo, referencial, ya hemos admitido también que es un mundo rival. Y en consecuencia, dado que la rivalidad conduce de forma habitual al conflicto, lo queramos o no habremos de admitir que entre esos dos mundos, el de la vida y el del arte, habrá conflicto. Y conflicto hay. En ocasiones declarado, otras velado. El mundo real posee sus propias armas contra el arte en ese enfrentamiento: la censura, las doctrinas, las cárceles. Así como también el arte dispone de sus medios, sus fortalezas, sus herramientas, en fin sus armas, la mayor parte secretas. El mundo real resulta ser a veces implacable, despiadado.
El novelista y ensayista, experto en el pensamiento de la Grecia clásica, enarboló entonces su particular e infatigable lucha: Nosotros los escritores estamos convencidos de que el arte no alzará nunca la bandera de la capitulación
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Kadaré recibió los aplausos sentidos y admirados de un Teatro Campoamor abarrotado, y también de sus compañeros de galardón, entre ellos el arquitecto británico Norman Foster, el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narro, el naturalista británico David Attenborough, la Organización Mundial de la Salud, los científicos Martin Cooper y Raymond Samuel Tomlinson, y los tres alcaldes de Berlín desde la destrucción del muro.
Con motivo del 20 aniversario de esa caída, los príncipes de Asturias reconocieron la importancia de aquellos sucesos que sacudieron al mundo, cuando se decretó oficialmente el final de la guerra fría y la implosión del bloque comunista.
El actual alcalde berlinés, Klaus Wowereit, afirmó: Berlín fue la capital de la Alemania nazi. Desde allí se desencadenó la criminal Guerra Mundial. Fue el lugar en el que se planeó y ejecutó una política racial sangrienta cuya culminación atroz fue el asesinato de 6 millones de judíos europeos. Berlín reconoce su historia, pero está orgullosa de lo que ha conseguido en las dos décadas desde la caída del muro
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