n el ruedo de la placita de toros de Arroyo aparecieron los novillos de Piedras Negras. Los novillos que no quieren ver los toreros ni en pintura, fueron los protagonistas del festejo como era de esperarse. Novillos cargados del símbolo más claro del demonio sobre las fuerzas irracionales de la naturaleza. Novillos con la fuerza brutal del demonio sobre la tierra. En la más terrible y hermosa visión para los aficionados. Toritos encastados para toreros con el valor necesario para enfrentarlos. Uno de ellos, Luis Coronado, todo valor y pundonor, salió por su pie de milagro, es lástima que no haya aprendido los mínimos de la técnica. Los de Piedras Negras encastados, con fuerza, tirando cornadas, embistiendo al aire, no eran los bichitos de entra y sal para las llamadas faenas artísticas.

Poco a poco el toro deja de ser la maldad pura y la posibilidad endemoniada de acabar con la vida del torero. Resulta muy refrescante el que se lidiaran los novillos de Piedras Negras en Arroyo. Fuerzas volcánicas vestidas de negro que pusieron a prueba a los novilleros. Bureles que aprendían con rapidez, no toleraban el más pequeño parpadeo de sus futuros matadores y resultaba casi imposible que se quedaran quietos y ligaran los pases.

En el recuerdo los versos de Federico... y a través de la ganadería/ hubo un aire de voces secretas/ que gritaban a toros celestes/ mayorales de pálida niebla/ Oh negro toro de pena ...Que lejos estamos de ese verso de Federico en el que su fascinación por la muerte del torero amigo Sánchez Mejías se expresaba y el toro todo corazón arriba/ El toro ya mugía por su frente.

Bien por la novillada de Piedras Negras cuyos novillos fueron muy aplaudidos en el arrastre, que enaltece la ganadería mexicana de toros bravos. Esos toros que llevan la muerte en la sangre. Esos toros que acabaron con la vida del inolvidable Ricardo Balderas, en el viejo coso de la colonia Condesa.