Opinión
Ver día anteriorDomingo 30 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

A una plaza vacía

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Diego Silveti, inicio del compromiso de un apellido ilustre
E

n tono de lírica western, el ensayista taurino Carlos Hernández Pavón, autor de Sin sangre, Pajarito, envía estos alucinados y agudos versos en relación con la reabierta Plaza México y su lamentable aridez:

Desolación, tristeza en la inmensa plaza, eco de valle de la muerte, pueblo fantasma, eso es mi plaza. ¿Cuarenta y tres mil almas? En pena. ¿Cuáles, cuándo? Un grito… el eco tarda, sola como un valle del desierto, el del western del Gran Cañón.

Arena, albero, caliza, polvo, viento que canta y aúlla.

¿Música? ¿Cielo andaluz? ¿La Macarena? ¿Cañitas? No. El bueno, el malo y el feo con toros de Shane el desconocido”. Llanero solitario, muy solitario… sin su manola.

Órganos, cactáceas flanquean las escaleras, una calaca de toro por ahí tirada, dunas de concreto, gradas vacías, esa es mi plaza, una culebra que riega el ruedo, una ratilla de campo, tres saurios pequeños, cuatro zopilotes…

Un cabalgante de la década de los treinta cansado de buscar oro, cantimplora vacía, el sol rojo, muy rojo, ya se pone en el horizonte. Pernoctar en la arena del desierto. Dios que nos libre del piquete de un escorpión o de la mordida de una coralillo. Duérmete, mi querido jamelgo, mañana será otro día.

Sólo el día de tu cumpleaños te visitan, como el Día de los Muertos. Sólo en tu aniversario te traen flores; sólo un día del año, tu aniversario, se emborrachan. Te recuerdan, pero se alegran sólo esa tarde.

Ofrenda de muertos: Flor de cempasúchil, jarra vieja de vidrio verdoso y floreado, conteniendo pulque, sal, sahumerio con olor a incienso, arroz, ¿incienso? Bah, debiera ser mirra… Pero al fin ofrenda. Yo buscaba oro, no hay. Sólo una ofrenda al año, querida plaza, el resto, vacío desolador. Velorio… café, alcohol, túnel hondo, largo e irremediable túnel.

Mientras las agrupaciones de matadores de los países taurinos latinoamericanos tenían un conmovedor encuentro en Quito para hablar de reciprocidad en las cuotas de actuación, pero no de las medidas para enfrentar la deliberada crisis del espectáculo en sus respectivas naciones, en España, precisamente en Casavieja, Ávila, Diego Silveti, hijo de David y nieto y bisnieto de los Juanes, daba rienda suelta a su afición frente a un bien servido lote del hierro de Villalobillos, en lo que fue su debut con picadores.

Un puntazo en el muslo y una vuelta al ruedo marcan el inicio de una carrera tan prometedora como comprometida con un apellido ilustre.