Reanudación confirmadora
or fin, luego de siete domingos consecutivos sin festejos en la Plaza México, en infructuoso chantaje del empresario al gobierno del Distrito Federal para ver si cambiaban jueces y le modificaban el reglamento vigente, pues no obstante hacer lo que ha querido en los últimos 16 años se considera sobrerregulado, hoy se reanuda la temporada novilleril en el infortunado coso.
Nada más en un país cuyas instituciones ya perdieron todo decoro y donde la aplicación de la ley es poco menos que virtual, un promotor taurino, a la mitad de un festejo, puede subir al palco de la autoridad, insultar al juez, reclamarle por su falta de criterio por no conceder una oreja, arrancar el paño con el escudo de la ciudad, pisotearlo y anunciar que suspende la temporada de novilladas mientras no hable con el jefe de Gobierno.
Si sobrerregulado estuviese el espectáculo taurino en el Distrito Federal, ante el reciente desfiguro del voluntarioso empresario las autoridades capitalinas, por medio de la delegación Benito Juárez, convidada de piedra desde hace varias administraciones con respecto a la Plaza México, habría podido: amonestar públicamente, exhortar en privado, imponer una multa ejemplar, suspender las actividades y clausurar el coso, o revocar de oficio el permiso de funcionamiento por tiempo indefinido.
Pero 16 años de autorregulación ya crean antigüedad, por lo que las autoridades y funcionarios responsables de cumplir y hacer cumplir la ley tampoco esta vez vieron ni oyeron, contritos como estaban en el funeral de las ideologías.
Cuarenta y nueve días sirvieron asimismo para corroborar, además de la irresponsabilidad taurina de las autoridades, el comportamiento del resto de los implicados en la vigencia y defensa de esta expresión tradicional de algunos pueblos.
Los gremios. Ni empresarios, ni ganaderos, ni matadores, ni subalternos, ni monosabios fueron capaces de unirse y presionar al autorregulado para que considerara su actitud y buscara un acercamiento civilizado con la autoridad sin perjudicarlos a ellos y al de por sí cansino ritmo del espectáculo. Ni juntos ni por separado pudieron definirse.
Los medios. Habituados a las pataletas del autorregulado o aburridos de sus coléricos métodos, por enésima vez prefirieron llevar la fiesta en paz o de plano hacerle desafinada segunda a su cuento de la sobrerregulación.
Público y vendedores. Expulsados hace tiempo del templo, a los que aún quedan les dio prácticamente lo mismo la antojadiza suspensión. Lecturas, videos, algún festejo en una población cercana, otro espectáculo o su insólita presencia dominical en casa fueron razones más que suficientes para abstenerse, una vez más, de unirse y protestar.
Mención aparte merecen el promotor cultural taurino Jaime Rojas Palacios, el presidente de la Porra Libre, Héctor Acevedo, y Julio Téllez, director del programa Toros y toreros de Canal Once, que cuando decidieron unirse y alzar la voz contribuyeron a la reanudación de las novilladas. Aunque reanudar también significa volver a hacer nudos…