Panem et circenses
n latín pan y circo
o, más literalmente, pan y circadas, entendidas éstas como juegos, espectáculos y entretenimientos públicos que todo sistema político utiliza, más que para el desarrollo de sus gobernados para la deliberada distracción de éstos, no sólo como pasatiempo sino con el propósito de ocultar o desviar la atención de problemas que a aquellos atañen.
La frase tiene una connotación peyorativa, en el sentido de que implica dotar a las masas de unos mínimos de alimento y diversión, pero como simples paliativos que de ninguna manera contribuyen a la solución de los problemas sociales.
Ello en la teoría y en el pasado, porque en la actualidad los autocomplacidos estados posmodernos se olvidaron de las necesidades de alimentación de amplios sectores de la población, reduciendo el pan y circo a bomba de tiempo.
Respecto de la tradición taurina del país, algunos virreyes primero, enseguida valerosos líderes de la guerra de Independencia, después inverosímiles dictadores, luego presidentes democráticamente electos y por último mandatarios que se repartían el poder, mal que bien avalaban e incluso asistían a las plazas de toros, otorgándole al espectáculo un reconocimiento y respetando su carácter de tradición popular.
Sin embargo, en las recientes tres décadas, sintiéndose posmodernos y progresistas, dóciles gobernantes y despistados legisladores de plano ya no han querido ver ni oír de una de las centenarias expresiones de la cultura popular mexicana, revistiéndose en cambio de un humanismo que mal oculta su tufo anglosajón, a la vez que pone en evidencia su falta de sensibilidad hacia un amplio sector del pueblo que han pretendido gobernar.
En un país sin conciencia de su cultura ni proyecto cultural serio capaz de unir esfuerzos para aprovechar la energía creadora de un pueblo, el resultado es una sociedad desculturizada y a la vez enajenada por una televisión comercial que, gracias a las componendas con el gobierno en turno, ha perdido los papeles, hasta convertirse de simple concesionario de un bien de la nación, en secretaría de Estado, tan poderosa como equivocada ante la sociedad.
Si lo anterior es obvio, ya no lo es tanto el hecho de que nuestra alelada clase política hace años redujo el concepto de circo a televisión y futbol, cuando una y otro han resultado auténticos fiascos para la población, que agraviada se pregunta hasta cuándo el pan seguirá escaseando y el circo siendo tan malo.