Opinión
Ver día anteriorDomingo 28 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Arturo Macías, la dolorosa congruencia

La seriedad de las plazas, por la importancia del ganado

S

i un rasgo distingue a los toreros cabales, famosos o no, es la congruencia, esa difícil conexión entre lo que se cree, se siente, se piensa y se hace delante de los toros a partir de un compromiso ético antes que estético. Ello ha caracterizado al diestro hidrocálido Arturo Macías desde los inicios de su carrera, determinación de entrega al toro y al público cada vez que sale al ruedo. Y como toda entrega es dolorosa, la carrera de Arturo también lo ha sido: siete cornadas y una grave lesión en la columna vertebral que lo tuvo inactivo ocho meses.

El jueves pasado, en la lejana e importante plaza Juan Fernández Lorenzo El Vizcaíno –con capacidad para 12 mil espectadores, de la ciudad de Chota, Perú, a 800 kilómetros al norte de Lima–, en la primera corrida de la Feria de San Juan Bautista 2009, Arturo, después de haber cortado la oreja de su primero y buscando abrir la puerta grande, se enredaba a la cintura a su segundo toro cuando sobrevino el percance.

A veces, lo que en palabras es frase hecha en la realidad se convierte en verdadero drama. Aquel torazo de la ganadería colombiana de El Capiro, encaste español Murube-Urquijo, muy serio de hechuras, astifino, hondo de caja y sobre todo con casta y fiereza, de nombre Pendenciero, dejó que Macías se lo pasara en tres templados derechazos y al concluir el cuarto, el astado se revolvió en un palmo, metiéndole el pitón en el muslo derecho y girando al torero en el aire antes de arrojarlo.

Ya el hombre en la arena, el codicioso y fiero toro –no bueyes de la ilusión con los que aquí se dan coba unos a otros–, se ensañó con su presa, prendiéndolo nuevamente ahora por la entrepierna e intentando volver a herir aquel cuerpo desmadejado, no obstante los numerosos capotes que procuraban distraerlo.

La oportuna videocámara del reportero Vichito Ruiz todavía recogió los gemidos angustiados de Macías mientras, con la violencia nerviosa que acompaña estos trances, era conducido a la enfermería por las asistencias, y de allí al Hospital José Soto Cardenillas, de Chota, donde con anestesia general fue intervenido a lo largo de tres horas. Fue un cornadón de dos trayectorias, de 40 centímetros de extensión, desde la corva hasta el glúteo derecho, que llegó a fisurar el hueso.

La seriedad de las plazas no las da su aforo ni su público, sino la importancia del ganado que en ellas se lidie. Por eso la de Chota ha sido un Waterloo para varios espadas.