De nuevo, éxito apabullante en México del espectáculo ruso del maestro Polunin
Así como se vuelve a Mozart, a Cortázar, a Joyce, así se regresa a esta representación, ejemplo de un nuevo género del arte escénico
Por un par de horas, el público es libre, se deshace de egos
Viernes 22 de mayo de 2009, p. 8
El éxito apabullante de la nueva temporada del Espectáculo de Nieve de Slava (Slava’s Snowshow) en México confirma esta creación del maestro ruso Slava Polunin como clásico de nuestra era, la construcción de un nuevo género del arte escénico y la consolidación de un sendero creativo y lúdico, el teatro moderno como el epicentro de la magia, la imaginación, el misterio y la capacidad de asombro.
Así como regresamos a El Ulises, de Joyce; a Rayuela, de Cortázar; a la Odisea, de Homero. Así como retornamos una y otra vez a la Novena Sinfonía de Mahler, al Concierto 21 de Mozart, al Bolero de Ravel. De la misma manera regresamos una y otra vez, desde hace varios años, al Slava’s Snowshow.
Y así como cada vez es diferente el Ulises, Rayuela, Mahler, Mozart y Ravel, de la misma manera resulta siempre nuevo lo que recibimos y damos en esta obra maestra del arte del gesto del alma.
En primer lugar, resulta difícil utilizar la palabra payaso para nombrar a los siete actores que construyen el mundo en un instante. El término anglosajón vendría más al caso: clown. Porque en el imaginario colectivo se ha instalado una idea distinta del término payaso, en primer lugar asociado a circo, luego a tele, luego a fiestas infantiles y luego un salto en la connotación peyorativa que se le ha adjudicado a tal vocablo.
En escena, en cambio, estos artistas de rendimiento creativo colosal se convierten en seres superiores gracias a su poderío artesanal y técnico de convertir la magia en sonrisas, el misterio en ojos bien abiertos, el amor en inteligencia, los sueños en realidad.
Y en ese acto amoroso involucran a los espectadores a plenitud. Introducen, por ejemplo, a una hermosa dama al sueño: ahora ellos corren tras ella, ahora ella corre tras ellos, ahora la cargan, ahora la transportan y con ella a todo el público al sueño sonriente y luminoso.
Enseguida una vieja melodía campesina entra con la desfachatez de un claro de luna al sueño: Blue Canary (di ramo in ramo,/ gorgheggi al vento il tuo richiamo/ blue canary attendi invano/ che torni al nido chi andó lontano) suena en altavoces mientras un trío de actores realizan karaoke instrumental y dan saltitos de canario.
Los temas de los sueños: una pequeña embarcación que juega con un buque, una despedida en una estación de trenes, la hilera de casas iluminadas y calientitas que jala con un hilo un caminante, el preludio y muerte por amor de un hombre flechado por cupido, una exquisita, hilarante, apasionada conversación telefónica en glíglico, el desfile de ángeles que velan los sueños.
Suena una música de ensueño y los copos de nieve inician su danza. Nieva sobre las almas (snowflakes are dancing, como en la partitura de Debussy) de la misma manera en que llueve sobre los corazones y llora la ciudad. Caminan los actores sobre los filos de las butacas y de la punta de sus paraguas llueve y sobre las cabezas de las mandíbulas batientes de todos, recuperadas sus infancias plenas, su inocencia, nieva.
Sucesión de suspiros
El efecto de la magia del Slava’ s Snowshow sobre los espectadores es clarísimo: nos libera de nuestros egos y somos, ahora sí, libres; somos nosotros mismos, sin ningún tipo de ataduras, ninguna presión social. No solamente nos recupera ese estado de gracia de la infancia, intensidad que nutre toda la música de Mozart, también esa potencia lúdica convierte la realidad en un sueño como un estadio del alma, un apartarnos de las miserias humanas para aproximarnos a lo sublime, lo siempre bueno y bondadoso, la epifanía.
Más allá del proscenio y a lo largo de toda la obra, los distintos personajes inhalan, retienen el aire instantes, exhalan. Sucesión de suspiros. Hondos, profundos, lentos y tristes, lentos y suaves, lentos y dolorosos suspiros. El dolor del alma, al igual que Mozart nunca niega esa parte de la realidad, se convierte, por fuerza de esa energía de sentimientos positivos, en luz, sonrisas, serenidad.
Y todo el tiempo una música bendecida por la gracia del guiño, el juego, otra vez la magia. Sucesiones de notas granuladas en teclados entre campanitas y granulaciones etéreas, mientras a lo lejos el pitido ronco y metafórico de un tren parte en dos la noche. Una samba maracatú con eñes roncas y traviesas, un verso repetido jubilosamente: it’s wonderful it’s wonderful it’s wonderful. Y siempre las aves que trinan, y entreverado con ese canto la nieve, y entretejido con ese paisaje del alma, las risas, las almas iluminadas. El público, las personas transfiguradas que al menos por un par de horas se liberan de sus egos y son, ahora sí, libres.
Epifanía.
El Show de Nieve de Slava. Un clásico moderno.
Slava’s Snowshow se presentará hasta el 31 de mayo en el Teatro Telmex (Avenida Chapultepec y avenida Cuauhtémoc), y después continuará con una gira por la República Mexicana. Boletos en taquilla y el sistema Ticketmaster.