Martin Scorsese arribó a Cannes para llamar al rescate de los clásicos del cine
Después de hacer una serie de filmes trágicos, quería una comedia carente de cinismo, explicó el realizador taiwanés
Precious, del debutante Lee Daniels, otra admirable cinta de la jornada
Domingo 17 de mayo de 2009, p. 6
Cannes, 16 de mayo. Se agradece mucho que el Festival de Cannes haya decidido este año compensar la insólita, pero justificada ausencia del usual despliegue de glamour y lujos en la Croisette y en la alfombra roja, con una excelente selección de películas firmadas por celebres directores provenientes de todos los rincones del mundo, y con contrastados estilos y personalidad. Y a pesar de que las grandes y ansiadas estrellas de Hollywood aun brillan, pero por su ausencia –sólo se ven sus rostros en los enormes carteles publicitarios que empapelan la fachada del exclusivo Hotel Carlton–, hasta ahora se ha podido disfrutar de un cine de buen nivel, con sus raras excepciones.
Ayer, el plato fuerte fue la entretenida Taking Woodstock, del director taiwanés Ang Lee, muy aplaudida por la exigente crítica internacional. Otro título admirable fue Precious, del debutante Lee Daniels, exhibido en la sección Una cierta mirada e, incomprensiblemente, relegado de la sección principal. Después del reciente paseo por la Croisette de Francis Ford Coppola, desembarcó también otro de los monstruos del cine moderno, Martin Scorsese, para seguir al rescate del cine perdido
.
Tres días de sex, drugs and rock and roll
Woodstock, el concierto más famoso de la historia del rock, llegó a la sala Debussy contado a través de la mirada de un cándido joven, quien en 1969, desesperado por la grave situación económica de sus padres, tuvo la lucidez de poner a disposición de sus organizadores el ya deteriorado y decadente motel de la familia y el terreno aledaño, usado para la cría de vacas. Así, una recóndita ciudad de provincia estadunidense, White Lake, en el estado de New York, pasa a ser el foco central del momento. El acontecimiento: tres días de sex, drugs and rock and roll y, obviamente, música, les cambió la vida para siempre a los cientos de millares de presentes.
Con Taking Woodstock, Ang Lee, ganador del Óscar en 2006 por Brokeback mountain, demuestra una vez más su extraordinaria capacidad de usar los diversos lenguajes del séptimo arte.
En modo encomiable, con humor y sencillez, el filme, inspirado en el libro autobiográfico de un aspirante a pintor llamado Elio Tíber, se centra en este joven, que se siente en el deber de renunciar a sus sueños de bohemia, haciendo uso espontáneo de la lente, de efectos visuales y del split screen, que divide el encuadre en diversas imágenes. Con gran habilidad, el cineasta deja al margen el concierto en sí, para privilegiar el impacto que esto causó entre sus protagonistas.
Más allá de la atmosfera liberatoria de la cultura hippie, la cinta se enriquece al son de la música, el amor libre y el pacifismo.
Aquel memorable concierto, en el que tomaron parte Bob Dylan y Jimi Hendrix, junto a otros monstruos de la época, no se ve aquí. No es necesario. La historia toma cuerpo y alma alrededor de éste, adelante y atrás del escenario. La música, lejana y jamás protagonista, fluye acompañando las variopintas y entretenidas situaciones que se dan en la espera del evento: los desnudos en grupo, las sesiones de meditación, las fumadas colectivas, sexo entre las hierbas, y las revolcadas en el fango.
Después de haber hecho una serie de filmes trágicos, tenía ganas de sumergirme en una comedia completamente carente de cinismo
, explico Ang Lee, satisfecho por la buena acogida de la critica. “Eso es Taking Woodstock, una historia de liberación, de tolerancia, de inocencia, de convivencia, con paz y amor, algo que jamás debemos perder”, agregó el realizador, quien aclaro no haber estado en Woodstock, pero sí haberlo disfrutado por televisión.
“Los medios de comunicación bautizaron el concierto como ‘la invasión hippie’, pero fue mucho más que eso. Fue todo un fenómeno cultural”, dijo. Mi película es sobre la felicidad. Si les gusta, entonces soy un hombre feliz
, concluyó.
Entre los paparazzi
Dos estrellas de la música, pero en versión actores, Lenny Kravitz y Mariah Carey, acechados por los paparazzi de Cannes, fueron los intérpretes del impactante y sorprendente Precious, que ganara el Premio del Jurado en Sundance. Kravitz da vida a un enfermero, quien tiene a su cargo a la protagonista, una adolescente obesa y negra que vive un calvario tras ser violada desde pequeña por su pervertido padre con la complicidad de una madre sicópata. Carey se desenvuelve como asistente social.
Y para lanzar un nuevo llamado al rescate del cine perdido u olvidado, Martin Scorsese arribó a la riviera francesa como parte del periplo que realiza como presidente de la World Cinema Foundation, institución que este genial director, autor de clásicos como Taxi driver y Toro salvaje, puso en marcha aquí mismo hace un par de años. Su trabajo: seleccionar aquellos clásicos del cine que necesitan ser restaurados, a causa del paso del tiempo y la negligencia, para luego ser exhibidos. Si no, no tendría sentido esta dura batalla
, explico. Hay mucho por hacer y la situación es muy preocupante. Sólo imagínense si el cine mudo hecho en un país como Estados Unidos ya se ha perdido en un 90 por ciento, cómo será la situación en otros países donde sus prioridades son combatir el hambre y la miseria
, señaló.