Domingo 17 de mayo de 2009, p. a16
Como todo gran escritor, la obra de J.M.G. Le Clézio desata pasiones. Algunos lo adoran incondicionalmente por esa precisión narrativa que sacude los recuerdos, que se cuela en los detalles.
A otros, en cambio, les parece muy tibio el estilo francés de contar la vida donde aparentemente no ocurre nada relevante.
Que el lector decida si adorar o permanecer indiferente ante la obra del Premio Nobel de Literatura 2008 mediante esta historia que, de entrada, es capaz de tejer ambientes conmovedores de tan ciertos.
Conozco el hambre, la he experimentado. De niño, al final de la guerra, me cuento entre quienes corren por la carretera junto a los camiones de los americanos, tiendo las manos para alcanzar las tabletas de chicle, el chocolate y los paquetes de pan que nos arrojan los soldados. De niño, tengo tal sed de grasa que me bebo el aceite de las latas de sardinas, lamo con delicia la cuchara de aceite de hígado de bacalao que me da mi abuela para tonificarme. Tengo tal necesidad de sal que me como a manos llenas los cristales de sal gris del tarro de la cocina
.
La novela ha sido calificada por los críticos como intensa, oscura y luminosa
y describe lo mismo el cielo, que los caminos, las casas, las personas. Todo aquello que, como en una escenografía que se vuelve protagonista, rodeó la llegada del nacionalsocialismo al poder en Alemania.
Desde el ascenso de Adolf Hitler y la ocupación alemana de Francia, hasta la caída del nazismo y el triunfo de los aliados. Todo ello ocurre en un París de los años 30, donde habita la pequeña Ethel Brun, quien observa la lenta e inexorable llegada de la guerra a su mundo infantil.
En cuanto a la música que como banda sonora acompaña las imágenes literarias de Le Clézio, destaca el Bolero, de Maurice Ravel, una profecía
que cuenta la historia de una ira, de un hambre
, concluye el autor.
Título: La música del hambre
Autor: J.M.G. Le Clézio
Editorial: Tusquets
Número de páginas: 210
Precio de lista: 180 pesos