. baila para no caerse.
Cuando C. dijo sí, algo se detuvo.
A. escribe para no volverse loco.
D. tiene dedos más largos que el común de la gente.
B. come viendo la televisión.
nunca lo haría.
En E. la insolencia parece innata, pero es adquirida.
F. nunca tiene la menor idea de qué se está hablando.
G. sabe todo de todos, o al menos lo hace creer con su actitud.
Y. envidia otras lenguas, por eso habla tan mal.
Z. sabe que nada termina.
H. no colecciona nada.
En casa de I. siempre hay una veladora encendida en memoria de alguien, pero no se acuerda de quién.
No tiene L. la culpa.
Cuando J. monta a caballo, la pradera se hace tan grande que ahora corre porque corre.
La incomparable sonrisa de K. acaricia las caras y saca de ellas diamantes, aunque la gente cree que son sólo cuentas de vidrio.
Con M. no queda sino entrevistarlo en su hamaca, allí se le ocurren las mejores respuestas.
Ni N. ni nadie que N. conozca ha visto alguna vez un extraterrestre.
R. se enferma de las enfermedades que le platican.
En sus viajes, Ñ. siempre carga además del pasaporte su título nobiliario. Los aduaneros siempre acaban creyendo que es árabe, y ya ven lo latoso que es ser árabe en tierras occidentales.
Aunque S. nació en Tijuana, siempre se comporta como si fuera de otra parte y ya ni se le nota el acento.
En las noches de martes de dominó, T. siempre discute con L. y no le saca nunca la sopa, se enoja y pierde.
Cuando U. llega a alguna parte piensa en la próxima, ni se entera de dónde está y se queja de no encontrarse. El secreto orgullo de sentirse una desadaptada.
V. también baila, pero no como B., nada más lo hace por que sí, lo mismo que los pájaros cuando cantan.
A mitad del desierto, W. no permite que nadie se le acerque, en flor de loto ofrece espinas y agujas de agave.
Los problemas de personalidad de X. son muchos. Va al sicoanalista y piensa que está desperdiciando su dinero.
Cuando H. menstrúa, ve diferentes los colores, como diluídos, y ella luce un pálido verdor filosófico levemente irritado.
Dijeron en Migración que Ch. no existe, pero sus abogados presentaron una controversia constitucional y están en esas. Llevan años. El propio Ch. se presentó como testigo, pero el juez dictaminó que no cuenta.
En cambio A. quisiera ser invisible, no lo es, se mueve como si lo fuera, y así le va.
A base de ensaladas y yogures, N. invierte la mayor parte de su tiempo en tratar de no comer.
A J. no le gusta el agua sola, la prefiere con sabor.
Nadie echa ya de menos a W.
Z. sabe que todo termina.