Opinión
Ver día anteriorViernes 17 de abril de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Azaroso ajedrez mundial
E

l ajedrez es un juego muy antiguo. Piezas que se deslizan en los escaques claros y oscuros. Estrategia y reglas de apertura y, al final, jaque mate, jaque al rey. Pero la infinita gama de posibles jugadas que se ejecutan a lo largo del juego resultan sorpresivas y enigmáticas, incluido el juego mismo.

En un intento de aclarar este enigmático juego, algunos conceptos derridianos podrían brindarnos cierta luz al respecto: “El verdadero núcleo antimetafísico de la política y el centro de una reflexión filosófica adecuada no lo encontramos sólo o suficientemente definido en la alternativa de una sociedad cooperativa basada en los valores compartidos de modo solidario, sino también en la adquisición de una conciencia de un tertium desconocido e ignoto sobre las partes, que ha ejercido el poder de hacer degenerar valores, culturas y programas de emancipación moral y social en formas históricas de tiranía social y crueldad”.

Con esto Jacques Derrida intenta alertarnos sobre el peligro que conlleva limitarse a escuchar la voz del bien, sin prestar oído a la voz del mal, que nunca está ausente.

Este tertium al que hace alusión puede revelarse, y de hecho se revela, en la interacción con la causalidad en el mundo externo, lo vemos perfilarse de manera silenciosa en los acontecimientos imprevisibles, con sus enigmas, sus trampas, con el azar de sus perturbaciones, sus turbulencias, con la negatividad y el mal, que amenaza también los programas éticos, sociales y políticos.

Este tertium ignoto y desconocido, siempre presente, se revela en su intolerancia a toda diferencia, a toda posibilidad de pluralidad, de pensar y ser diferente. A la luz de este tertium, que es silencio, las palabras y las relaciones humanas de todo tipo estrechan vínculos recíprocos intentando enlazar sentidos. Pero esto resulta ilusorio; los hombres creen poder enlazar sentidos, lenguajes, simbologías porque creen, como los jugadores de ajedrez, que en verdad juegan entre dos, ignorando que siempre, como en el juego de ajedrez, existe siempre la presencia de un tercero, protagonista sin el cual el juego sería imposible, ya que este tercero es el juego mismo con sus reglas y sus múltiples posibilidades de movimiento.

Solemos juzgar por las apariencias y siempre en la franca tendencia a apegarnos a aspectos concretos, a contenidos manifiestos, desconociendo el contenido latente, no descifrado, que es, como en los sueños, el verdadero núcleo de verdad. El acento tendría que colocarse entonces en eso silencioso que transcurre en el juego, en ese protagonista fantasmal que decide las jugadas más allá de la búsqueda de sentido de los jugadores.

Esa ilusoria sensación de descubrimiento de sentido opaca la otra búsqueda, la que transcurriendo sigilosa en el sin-sentido es la que devela los misteriosos deslices del fantasma del tertium. Invitado indeseado, pero siempre presente, que oculta sus huellas, al grado de convencernos de que somos dueños y señores de nuestro propio juego.

En las graves y críticas circunstancias en que se encuentra el mundo, los principales dirigentes (y fundamentalmente el presidente Obama) juegan, en diversos tableros simultáneamente, jugadas cruciales para el futuro del planeta. Apostemos entonces porque el fantasma del tertium no les juegue malas pasadas porque lo que está en juego es el posible futuro para millones y millones de seres humanos.