Opinión
Ver día anteriorLunes 13 de abril de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el otro lado

Primeros tres meses

E

l próximo 20 de abril Barack Obama cumplirá tres meses en la presidencia de Estados Unidos. En ese corto periodo ha implementado cambios radicales y necesarios, dadas las lamentables condiciones en que recibió el país de manos de su antecesor. El deterioro en el medio ambiente, el sistema de salud, la educación, las relaciones internacionales, el respeto a los derechos humanos y en la economía fue de tal magnitud, que aún no es posible cuantificarlo.

Hay quienes hoy critican las intenciones del nuevo presidente de dar una nueva dirección a la política. Advierten que el país se desliza irremediable hacia el socialismo, por lo que hay que detener a Obama, a quien llaman el nuevo mesías del socialismo. Han olvidado que en enero del año 2000 el país tenía un superávit fiscal de un billón de dólares, que se esfumó debido a la devolución y recorte en los impuestos que ha beneficiado a los sectores de mayores ingresos; y que la negativa a reconocer que el calentamiento global se debe a la acción del hombre ha agravado el problema a niveles alarmantes; y que más de 40 millones de estadunidenses carecen de servicios de salud, y otros tantos tienen que sacrificar lo más elemental para poder pagar el costo de sus medicamentos; y que la seguridad de Estados Unidos no está garantizada, a pesar de la incursión en Irak, guerra ilegítima y costosa en vidas, dólares y el deterioro en las relaciones con todo el orbe. La lista es larga en torno a los reclamos producto de ocho años de pésima administración. De ahí la importancia de lo que ha realizado el presidente Obama en sólo tres meses.

En medio de esta confusión cabe escuchar voces autorizadas, como la del premio Nobel Joseph Stiglitz o la del escritor Thomas Friedman. Con ecuanimidad y tomando distancia de los extremos, advierten que la política de rescate a la banca, instrumentada por el secretario del Tesoro, terminará por socializar las pérdidas de los bancos y privatizar sus ganancias, cuando éstas ocurran, a costa de los contribuyentes. Sería un premio a los ejecutivos bancarios, a pesar de su desastrosa conducción en esas instituciones.

La advertencia es una llamada de atención sobre una decisión errónea que pudiera costar a Obama algo más que la pérdida de la popularidad de la que justamente disfruta. A la postre sería un lastre para su proyecto de gobierno y, lo más grave, una gran pérdida para los millones que votaron por él.