os augustos mármoles del Capitolio de Washington fueron estremecidos por las palabras de la delegación del caucus negro del Congreso de Estados Unidos el mismo día de su regreso de La Habana.
“Es la hora de un diálogo con Cuba… Estamos convencidos, como el presidente Raúl Castro, que la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y el término del embargo económico, financiero y comercial estadunidense contra la isla beneficiaría a ambos países”, afirmó su presidenta, la diputada Barbara Lee. Ella y otros dos de los legisladores se despidieron de la isla en una plática con Fidel Castro, lleno de energía y lúcido
, cita que solicitaron la noche antes, en el Palacio de la Revolución, al presidente Raúl Castro en una reunión de cuatro horas y media. Del encuentro con Raúl el diputado por Illinois Bobby Rush evocó su agudeza mental, conocimiento de la historia, sentido del humor y calidad humana, que lo hizo sentirlo como un pariente cercano.
Con distintos matices, los llamados que se han hecho a la Casa Blanca en semanas recientes para lograr una revisión y cambio de la política hacia Cuba van de un extremo al otro del arco parlamentario estadunidense. Desde el republicano conservador Richard Lugar –senador que, según Fidel, tiene los pies puestos sobre la tierra
– hasta el caucus negro, ubicado en la izquierda del Partido Demócrata. Acompañan estas acciones la Cámara de Comercio y otras importantes agrupaciones empresariales, círculos académicos, organizaciones de derechos humanos e Iglesias.
En su charla con los afroestadunidenses, Raúl reiteró la disposición a dialogar con Estados Unidos sobre cualquier asunto
con las únicas premisas de la igualdad soberana de los estados y el absoluto respeto a la independencia nacional y al derecho inalienable de cada pueblo a la autodeterminación
. Contrariamente a lo que ha hecho creer a muchos la maquinaria mediática, esta posición cubana es tan antigua como el conflicto con Washington. Sin embargo, cobra enorme actualidad en el contexto del debate político sobre la conveniencia de normalizar las relaciones con la isla, reabierto a raíz de la presidencia de Barack Obama. Las motivaciones de quienes lo impulsan no son siempre las mismas, pero todos coinciden en un mismo y lapidario argumento: el fracaso, después de medio siglo, de la política estadunidense de hostilidad y bloqueo. Lo cierto es que han sido estimulados por la derogación en el Congreso de las limitaciones establecidas por Bush a las visitas y el envío de remesas por los cubanos residentes en Estados Unidos, un nuevo proyecto de ley que levantaría la prohibición a los estadunidenses de viajar a Cuba y la declaración por voceros del gobierno de que en algún momento no especificado será revisada la política hacia La Habana.
Fidel ha dedicado varias de sus Reflexiones a esclarecer la coyuntura política que ha propiciado este escenario, señalando honestamente, como reiteró al grupo encabezado por Lee, los límites objetivos que la realidad del sistema estadunidense opone a las que conceptúa sinceras intenciones
de Obama y desmontando patrañas de los medios imperialistas y contrarrevolucionarios: “No necesitamos… la confrontación para existir, como piensan algunos tontos; existimos precisamente porque creemos en nuestras ideas y nunca hemos temido dialogar con el adversario. Es la única forma de procurar la amistad y la paz entre los pueblos”. Su crónica del encuentro con los representantes negros reboza calidez, aprecio y admiración por la lucha y los valores de estos hombres y mujeres, cuya presencia en el Congreso –como la de Obama en la presidencia, catalizada también por la crisis– no se explicaría sin la dura brega por los derechos civiles y el liderazgo e ideas inspiradoras de Martin Luther King.
Los diputados negros anunciaron que presentarán un informe a la Casa Blanca y al Departamento de Estado con sus conclusiones de la visita a Cuba antes de la Cumbre de las Américas
. Justo el día antes, Obama llamó en Turquía a construir nuevos puentes en lugar de nuevos muros
. La pregunta es si su ejecutoria en la reunión será congruente con esa justa idea. El mismo nombre de la cumbre es espurio, puesto que excluye a Cuba, mientras varios gobiernos cuestionan el proyecto de declaración final y denuncian que no ha sido consensado, como aseguró el asesor de la Casa Blanca Jeffrey Davidow.