Comienza la décima versión del magno encuentro en la capital de Cuba
Más de 300 artistas reflexionan sobre el tema Integración y resistencia en la era global
Habrá más de 140 exposiciones individuales, 12 colectivas y cien muestras colaterales
Sábado 28 de marzo de 2009, p. 3
La Habana, 27 de marzo. De cara al mar, una ofrenda a Oxalá, contraparte femenina de Obbatalá, orisha mayor.
Así celebra Cuba el cumpleaños 25 de uno de los acontecimientos clave para el avance de las artes plásticas en el planeta: la Bienal de La Habana, que suma a sus números redondos el 10, pues se trata, en conjunción matemática, de la décima versión de esta magna ceremonia de la creatividad contemporánea.
Cumple también, así, un cuarto de siglo Cuba de dictar agenda en el mundo del arte, a contracorriente, con el brutal bloqueo económico de Estados Unidos encima, pero al mismo tiempo lejos del mundillo de los negocios, las componendas, los fraudes públicos y los vicios privados en que se ha convertido esto de las galerías, casas subastadoras y museotes a capricho por doquier.
La bienal dicta agenda en primer lugar por la alta dignidad con la cual conduce sus acciones, por el espíritu comunitario y de cooperación espontánea que la anima y por la reciedumbre de sus contenidos, desde hace tres versiones atendiendo a una temática determinada.
Esta ocasión el tema es Integración y resistencia en la era global
. Rompe con la condición de frase hecha o palabras al viento en que suelen incurrir simposia, congresos y mesas de disertaciones en otros lares, por la sencilla pero ordenada manera de conducir dicha temática.
El arte colma la capital isleña
Por lo pronto, la acción se desparrama por toda La Habana. El encabezado en primera plana del diario Gramma de hoy, de hecho así lo reza: El arte invade la capital
.
Además de unas 20 galerías, las exposiciones se alargan a las plazas públicas, jardines y otros lugares al sol y mar y aire libres como la colosal fortaleza colonial de San Carlos de la Cabaña y, adjunto, El Morro, donde el artista brasileño Ronald Duarte montó el performance Nubes de Obbatalá.
Tal acción consiste en un círculo formado por 20 jóvenes cubanos armados cada uno con un extinguidor para incendios. La idea consistía en, a la voz brasileira de ya, soltar la carga de los extinguidores al unísono para formar una densa nube blanca, representación ritual de la diosa orisha Oxalá (llamada así en Brasil, mientras en Cuba es nombrada Ochalá).
El lugar elegido fue un abismo. El público, conformado en su mayoría por prensa local y extranjera, fue ubicado en el techo del amplio inmueble dieciochesco (en el estilo de San Juan de Ulúa, pero 20 veces su tamaño), mientras los protagonistas formaron el círculo en el fondo de una formación natural ahuecada entre los muros de la fortaleza.
El mero piso ya era una obra de arte natural: por las noches el mar entra a esta honda oquedad y al retirarse en las mañanas deja una formación rugosa, sedimentada, de arena color oro, como una escritura secreta.
Como suele suceder en los actos de performance, siempre necesitan de un discurso para justificar las acciones, que por sí solas no se entenderían. Luego de más de una hora de espera bajo el sol quemante pero frente a un paisaje fulgurante, los jóvenes jalaron los gatillos de los extintores, o extinguidores, y los dioses orishas fueron en realidad los que hicieron el performance, pues hoy La Habana amaneció despeinada y brumosa, y ese vientecillo fresco y tibio y anhelante, como la Sonata proustiana de Venteuil, sopló molto vivace y se llevó en un instante la nube, en un travieso coitus interruptus caribeño.
Así, sin discursos pero con harto desparpajo, dio inicio este ritual del arte de hoy, del aquí y ahora, ahorititita.
Así como otros países, inclusive los que se precian de desarrollados, han tomado nota y seguido los pasos dictados desde esta isla, de las temáticas abordadas en versiones anteriores de la Bienal de La Habana, a partir de este sábado más de 300 artistas que volaron desde rincones recónditos del orbe, capitales europeas y sobre todo de Venezuela, México, Colombia, Argentina y Brasil muestran sus reflexiones volcadas en obras de arte, instalaciones, performances, videos, fotografía, óleos, murales y tapices sobre la integración y resistencia en la era global.
Las inmensidades interiores de la fortaleza junto al mar, originalmente construida para la guerra, hoy santuario del arte, alojan una parte, la más considerable, del gran total de esta bienal de conmemoración: más de 140 exposiciones individuales, 12 colectivas y otras cien muestras colaterales.
Destacan por lo pronto, en las exposiciones que ya están montadas, la impresionante reconstrucción en miniatura de una inmensa favela, Nuestra Señora de Fátima, en una inmensa sala, obra del brasileño Sergio Cezar.
También, la crítica política de la juventud cubana en una de las instalaciones más importantes de toda la bienal, como parte de la apertura del régimen.
Pero esto apenas comienza. No está montada ni la mitad del total del número colosal de exposiciones.
Sin embargo, pululan ya en el aire tibio junto al mar las sonrisas, el sudor, el lino, los atuendos muy menudos, la alegría de la vida y el asombro y la adrenalina en caribeño coctel del ardor.
Por la tarde todavía era el olor a pintura fresca, clavo, martillo, másquin téi (dicho sea en cubano), el pásame ese cuadro, mi negra, que lo voy a colgá, el no te pongas bravo, mi niño, polfavol, que esto apenas comienza, el tírame una foto, ven acá niño, de las lindas cubanas al ver tanta cámara guindada en pechos extranjeros, el exasperante batallar con el sógüel (software, en cubano) de las computadoras que por acá fallan hasta las más chidas, el ya vámonos a almolzal, mi amol, porque, en efecto: esto apenas comienza.