Los perredistas no aprenden
Prefieren el cochinero sobre la civilidad
ara no equivocarnos, podríamos calificar la elección interna del PRD de fallida.
No se trata, desde luego, de hablar de resultados, que sean como sean no podrán librar el cúmulo de anomalías que presentó el ejercicio electoral del domingo, y que nos indica sin rubor, y sin pesar, que el PRD no aprende, no crece, es simplemente un cochinero, un costal de malas prácticas, un fardo para la supuesta democracia que algún día dijeron defender.
No podría ser de otra manera. Si en la presidencia del organismo se instaló la ilegalidad, el cochinero tiene permiso. Todo mundo sabía, entonces, que esta elección sería como fue, una cadena de irregularidades en las que dominaría la falta de proyectos de gobierno, y abundaría el dinero, la amenaza y la coacción, que llevan gente a las urnas, pero que además, defraudan la intención de muchos por hacer valer una opción de cambio.
Se negó de todas formas la participación en términos de igualdad a los candidatos al margen de las tribus. Estar fuera de los grupos dominantes es condenarse, y aún así hubo quienes osaron retar al aparato, concursar en contra de los intereses, de las herencias, de las familias, de las despensas, frenar, vía el idealismo, la formación ideológica, el compromiso social, la obvia decadencia de un partido que no parece tener remedio.
Seguramente habrá quien pretenda, de cualquier forma, mantener el engaño. La cantidad de votos, dirán, confirma que la gente está del lado del PRD, aunque no expliquen que los votos, por ejemplo en Iztacalco, llegaron de Guanajuato –tierra del senador de Nueva Izquierda, Carlos Navarrete– en camiones que llegaban a un hotel de la colonia Pantitlán, luciendo las siglas de ese partido, y donde se hospedaron los que al día siguiente, presumiblemente, votaron a favor de Nueva Izquierda.
Alguien, o todas las tribus, se llenarán la boca al decir que hubo los votos esperados, medio millón, pero no se atreverán a explicar cómo fue que en algunas casillas, por ejemplo de la colonia Roma, la votación histórica se duplicó a favor de los candidatos que impuso René Bejarano.
Así, como ya dijimos, el cochinero tuvo permiso, nada nuevo, aunque cada vez resulta más exacerbado, más cínico, más humillante para los empleados a quienes se obligó a ir a las urnas, con la amenaza de perder el empleo; más insultante para los pobres, a quienes la necesidad hizo intercambiar su hambre por un voto, más enervante para los proveedores de las delegaciones que cooperaron para subsanar los gastos de la elección. En fin, más vergonzoso para alguna parte, no muy grande, de perredistas.
El panorama en general no cambiará respecto de las jefaturas delegacionales, aunque es probable que la composición de los representantes del PRD a la Asamblea Legislativa se vea alterada, dado que esta vez no hubo acuerdos –elementos para el chantaje– por parte de Nueva Izquierda, y una mayoría de los candidatos oficiales compita en la elección federal de julio, desde la bandera de la otra tribu: Izquierda Unida.
En fin, nada o casi nada nuevo. Así se los hicimos saber desde hace algún tiempo en este espacio. Desde la presidencia del PRD no se podía hacer un llamado serio, creíble, para que el ejercicio mostrara rasgos de honestidad, cuando menos. Allí no hay solvencia moral como para que un llamado de ese tipo tuviera eco, y por eso el PRD mostró que ya no podrá avanzar, que está atrapado en las redes de su propia corrupción. Allá ellos.
De pasadita
Será muy interesante saber a profundidad qué es lo que va a proponer el Gobierno del Distrito Federal en materia de derechos humanos el martes en Ginebra, y después, en la misma próxima semana, en Washington. Combatir la crisis económica y social que vive México, no sólo el DF, sin balas, sin sangre, sin muerte, sino con ideas, con respeto por la sociedad y sus individuos, sería algo diferente e importante. Ojalá y por ese camino vaya la propuesta del mandatario capitalino, Marcelo Ebrard. Ya veremos.