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Disquero

Pantallas, pantallitas, pantallotas, apantalle
Periódico La Jornada
Sábado 21 de febrero de 2009, p. a19

Es tan bizarra la manera como la industria discográfica hace agua, viento y fuego, que las novedades editoriales en ese campo se mueven de maneras tan insólitas como sucede con el nuevo disco de Sus Satanísimas Majestades, que viene en formato de audio y que ya reseñó el Disquero en su oportunidad, pero ahora aparece en formato devedé y en versión para pantallas cinematográficas.

Entre las diferencias de las tres versiones resalta una censura que resulta más grosera al intentar tapar una grosería cuando, ilusamente, como toda censura, le pone un biiiiip a una broma exquisita de Mick Jagger en el momento en que aparece a cuadro la máxima autoridad blusera del momento, el maestrísimo Budy Guy, quien en tan sólo una rola se lleva toda la película:

Mientras los pupilos Ronnie Wood y Keith Richards se retuercen como tlaconetes en sal y se esfuerzan por sacar riffs que los pongan por lo menos al nivel del talón del maestro, el Jefe Guy se la pasa viendo a estos chamaquitos con una mirada de ironía, dulzura y compasión. En tanto ellos manotean, rascan, brincan, él se limita a soltar una sola nota, una, pero con tal potencia y curveo final alucinado que desaparece a todos los Stones juntos.

Como estudió en la tecnocrática y suprema School of Economics, el dejo no le pasa desapercibido al Jefe de Las Piedras (Stones, je) y toma el micrófono en el último riff del maestro y, sin que fuera necesario, lo despide con una frase cargada de cariño, admiración y dejo vengativo al mismo tiempo: con ustedes estuvo nada menos que Buddy Rompemadres Guy (Buddy Motherfucker Guy), eso lo sabemos porque en la versión de audio no hay censura, pero en el devedé y en la versión para cine, el biiip sustituye al obvio mo-therfucker. Asu.

La versión en cine resulta sumamente divertida. Ya está solamente en dos salas del Detritus Federal. Asistir a ellas es similar a ir al Foro Solo pero en chiquito: los espectadores no dejan de aullar, gritar de júbilo, aplaudir, emitir sonoros silbidos aprobatorios, como si estuviésemos en un concierto en vivo. Y eso habla de lo virtuoso que es el joven viejecito don Martin Scorsese, cuya sagaz melomanía está más que probada por sus anteriores filmes roqueros y sobre todo por su monumental serie de blues.

La broma de Budy Guy es uno de esos chistes hiperinteligentes que sólo se dan entre músicos. Una broma de esas que hacemos todos en la secundaria, en cambio, es la que inicia el filme: Micky Jagger asume el papel de Dios y le esconde el song listing del concierto a San Martin Scorsese, quien no puede armar su estrategia de emplazamientos de cámara pero adivina: siempre empiezan con algo muy energético y un solo de Richards, vámonos por ahí. El chiste es celebrado en el butaquerío, pero sobre todo disfrutamos la amplitud de la pantalla y el bocinerío que obviamente rebasan con creces la pantallota que podamos tener en casa y el hipersistema de audio 9.1 que podamos habilitar de manera doméstica.

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También como parte de la bizarría de la industria del disco, resulta impresionante que no dejan de aparecer novedades por doquier. Circula así una cajota de cinco devedés titulada The Rolling Stones. Just for the record (Passport video) que fue emitida en 2003, pero apenas llega a La Región Más Transpirante del Ozono.

Celebra las primeras cinco décadas (que hoy ya van para seis) de vida de la debida iconografía que transformó una buena porción del planeta. Como son cinco devedés, cada uno se ocupa, consecutivamente, de los años 60, 70 y los años etcéteras. Por cierto, el último se ocupa de la década Two Thousand and beyond, o séase hasta el infinito y más allá.

Más acá, el material no deja de tener su encanto. Mucho de lo conocido se entrevera con nuevas aportaciones. Es menester verlo de a cachitos, porque el formato semidocumental de pronto cansa y además interrumpe abruptamente las delicias musicales para asestarnos los típicos rollos (muertos) de los así llamados expertos y especialistas.

No llega a los rincones que sí logra el maestro Robert Frank con su exquisito documental Cocksucker Blues. Más explícito no puede ser el título, ahí les dejamos de tarea la traducción, lo que podemos adelantar es que, de manera coherente, incluye escenas de sexo explícito entre las hermosas gruppies y Sus Satanísimas, siguiendo la técnica que inventó Godard: el cinéma vérité. Aunque la caja de cinco devedés que ahora circulan no contenga tales aportes, documentan claramente el optimismo.

Por último pero no a lo último (last but not least, lost, lust, eso: lust, de lujo y lujuria) una que sí es novedad es una cajita de un devedé rico y sustancioso, que documenta el trabajo de las viudas de Los Beatles (The Bídols, Los Bítles, Los Bíceps) y el Cirque du Soleil con música que también conocíamos y que reseñó el Disquero, porque primero circuló la versión en audio en un álbum bellísimo titulado, otra vez la coherencia: Love.

Love love love love love love love love love...