orque se puede hacer mejor y diferente a como se ha hecho en los pasados nueve años.
Porque hay que defender lo que cambió, es decir, que sí se podía gobernar por la izquierda con un compromiso distinto. Que se podía gobernar sin la cultura autoritaria y de la imposición.
Porque hay que recuperar la vocación municipalista en las delegaciones, estando cerca de las comunidades de vecinos y los que promueven actividad económica bajo formas nuevas de representación de cada sector en cada colonia y en forma de cabildos.
Porque hay que conservar lo ganado y ser transformadores para mejorar las formas de participación democrática.
Porque hay que reconocer el hartazgo ciudadano, sumarse a él, pero proponiendo ser activos. Una opción es dejar pasar y que los errores nos alcancen a todos por un hartazgo pasivo y la otra es cambiar el hartazgo por proyectos y optimismo. Vale la pena enfrentar el reto construyendo un nuevo estado de ánimo que haga de la crítica y el cambio con hechos un nuevo estado de ánimo.
Porque la reforma política del Distrito Federal está inconclusa, y ahora, de la conquista de los gobiernos delegacionales electos hay que pasar a construir alcaldías, extendiendo las formas de gobierno a las comunidades por cada colonia. ¿Delegados de qué? ¿Delegaciones de quién? Eso se acabó.
Porque la Ley de Participación Ciudadana es obsoleta; fue un fracaso, un error grave y debe ser reformada de manera integral, dando representación no sólo a los que viven, sino a los que trabajan y sirven a la comunidad.
Porque bajo el espíritu municipalista, la ciudad y la delegación Cuauhtémoc tendrían un avance, si se asumieran los cabildos abiertos, donde estén representados vecinos, organizaciones de establecimientos mercantiles, escuelas, mercados, representantes de la policía, trabajadores de limpia, entre otros, con una participación cara a cara e integral.
Porque el gobierno delegacional es más que el delegado: es todos los trabajadores de la delegación. Para un buen servicio público debe haber trabajadores gubernamentales comprometidos con el programa de gobierno, y para ello se requiere establecer empleos, remuneración y equipo digno.
Porque no se debe ver la participación crítica de los vecinos y la comunidad como un problema
o una conspiración del enemigo. En la crítica no están los problemas, sino las soluciones. Hay que gobernar para y junto con los que coinciden, pero también con los que piensan diferente. Ése es el reto y principio de un gobierno de izquierda democrática.
Porque creo que los gobernantes que no tienen proyecto desarrollan por naturaleza el sectarismo e intereses personales. Su falta de respuesta a viejos y nuevos problemas los hace encerrarse en el autoritarismo.
Porque no puede considerarse que la meta de un buen gobierno sea clausurar establecimientos. Ante la crisis hay que facilitar el trabajo, la inversión, la actividad económica, fomentar la pequeña empresa familiar y de ahí para arriba. Por ello, deben trabajar en conjunto, de manera integral, la Dirección Jurídica y de Gobierno, Fomento Económico y Participación Ciudadana: esta coordinación hay que llevarla a los barrios, las comunidades, las colonias para resolver el conflicto permanente entre los que viven y los que trabajan en un mismo territorio.
Porque frente a la crisis global, la respuesta local es liberar, ayudar, fomentar, generar actividad económica. La obstrucción es un grave delito económico. Porque no se puede considerar el ejercicio del presupuesto como un reparto de pastel, sino como reactivador de la actividad económica. Hay que generar riqueza y actividad; el ejercicio del presupuesto debe ser detonador, estímulo a favor de los que luchan por mantener sus negocios, empleos e ingresos. Porque el subejercicio no es ahorro, sino incompetencia y delito.
Porque el valor del trabajo es el valor más importante que debe articular las formas de gobierno, los programas y las políticas públicas. Porque hay que proteger el trabajo del obrero, del maestro, del operario, del empleado, del comerciante, del burócrata, del proveedor, del transportista, del mesero, de los cocineros, de los artistas y trabajadores de la cultura, de los escritores y poetas, de los transportistas, de los choferes, de los recolectores de basura y de los policías.
Porque la Cuauhtémoc debe ser gobernada de manera democrática, con funcionarios amables, abiertos a la crítica y el debate público y comprometidos contra la corrupción y por la legalidad. Para recuperar la Cuauhtémoc hay que respetar a los que piensan diferente y debe ser un gobierno abierto a las propuestas
Porque hay que creer en la crítica y la autocrítica, respetando a los interlocutores. Porque hay que creer en la dignificación de la política y sus valores. Porque hay que volver a reunir los objetivos de la política con los objetivos de la sociedad.
Porque recuperar la delegación Cuauhtémoc es una tarea colectiva y no sólo desde el PRD, sino también desde la sociedad.