Astillero
■ Nerón toca la lira
■ Indolencia suprema
■ Forcejeos por negocio
Dado que ejerce formalmente el poder (haiga sido como haiga sido), Felipe Calderón debería manejar los asuntos públicos con dosis mínimas de prudencia, sensibilidad e inteligencia. Pero, cual si fuese un César en momentos de extrema decadencia, el ocupante de Los Pinos y su banda de acompañantes están en incesante competencia consigo mismos para alcanzar las marcas de mayor escándalo en cuanto a impericia política, frivolidad íntima y daño a la sociedad. Desde la crisis sentimental tratada como duelo de Estado en el caso Mouriño, el licenciado Calderón actúa con absoluto sentido de la desproporción, encerrado en la cápsula de fábulas aceptables que le fabrica su gabinete lleno de mediocridades y complicidades, dedicado a imponer candidaturas a gobernadores y a diputados federales en su partido, parapetado tras murallas militares y amenazado por los grupos de narcotraficantes que se sienten injustamente desplazados o facciosamente perseguidos, e intolerante con quienes piensan y actúan de manera distinta a la que quisiera establecer el hombre que canta y vibra de noche mientras la nación arde.
Esa combinación de soberbia, ignorancia y debilidades personales ha hecho que hoy estén profundamente insatisfechos incluso aquellos que impulsaron con todos sus recursos la fórmula política habilitada por quienes deseaban cerrar el paso a cualquier costo a López Obrador. No es en sí la crisis económica el motivo de la creciente decepción de los círculos derechistas, sino el increíble manejo equívoco e indolente que la administración felipista le está dando, hasta llegar al extremo de los pleitos casi hormonales que se desataron desde ayer ni más ni menos que contra uno de los hombres más ricos del mundo, el siempre institucional y gobiernista Carlos Slim al que Los Pinos ha dejado ir una campaña de linchamiento sólo por haber disentido de la pretensión felipista de que todo mundo comparta la tesis sonrosada del vaso medio lleno que este lunes fue anunciado como enteramente vacío y a punto de estrellarse por la autorizada voz concentradora de riqueza y productora de pobreza del hombre que ha hecho que todo México sea redituable territorio Carso.
Felipe Calderón está conduciendo de una manera gravemente equivocada la política económica de un país que asoma al abismo, sin planes verdaderos de rescate y ayuda a las mayorías en riesgo y, aún peor, dedicado peligrosamente a habilitar los morrales bancarios de los insaciables especuladores nacionales e internacionales con las reservas mexicanas en dólares que son lanzadas diariamente a las fauces de los lobos que no se retirarán de las ventanillas expedidoras de pedidos a domicilio cibernético mientras los corrales cambiarios sigan contando con presas a su disposición. Ya ni siquiera hay un proyecto de pagos económicos a contribuyentes electorales de 2006, sino una displicente entrega de la riqueza nacional a quienes son personalmente seleccionados por los caporales del Banco de México y la Secretaría de Hacienda. Felipe y su círculo íntimo, mientras tanto, pasan las noches navegando entre aguas indolentes, dolido el principal personaje de esa tragedia de que los súbditos no valoren sus esfuerzos de gobierno y que la maledicencia y la traición se hayan aposentado tan temprano en los tenderetes insostenibles del poder mal habido.
Las explosiones del carácter felipista ya no alcanzan solamente a su incombustible adversario, el tabasqueño al que ha enderezado una terrible campaña de suciedad pero que sigue recorriendo el país y manteniendo un movimiento vivo, sino que llegan incluso al empresario emblema al que pretenden castigar en asuntos de dominancia e interconexiones telefónicas y en asignaciones del llamado triple play y que ahora ha contestado de manera cruda, virtualmente con una bofetada en el rostro de quien días antes discurseaba contra catastrofistas y ahora se topa conque incluso el discurso del peje augur de desgracias económicas por venir se había quedado corto ante la contundencia de lo dicho por quien se ha especializado durante décadas en saber cómo hacer dinero dentro de los más clásicos parámetros mexicanos de la convivencia provechosa entre poderes político y económico. ¿Carlos and Charlie se han enojado por los arrumacos Zedillo-Calderón en Davos? ¿Las palabras de ayer, de míster Telmex, son parte de una estrategia de distanciamiento con el calderonismo, que inició el año con la apertura a espacios noticiosos críticos en la aliada MVS con la que se buscan concesiones para televisión de paga? ¿Slim es un hombre temerariamente claridoso en materia económica o sólo se trata de un forcejeo en las máximas alturas por negocios no cerrados, concesiones no otorgadas y arreglos no alcanzados?
Por lo pronto, el foro de la discusión pública se engalana con los relinchidos del Burro Negro que no ha podido con el campo mexicano pero ahora trata de ganar puntos con su jefe emberrinchado al confrontar al citado Slim al que desea que su boca se vuelva chicharrón como la de todos aquellos especímenes de mala leche que no obedezcan los dictados del Sacro Imperio Calderónico. Y el peleador callejero que despacha en la Secretaría del Trabajo lanza un golpeteo amenazante contra un Slim que responde con el amago de que este año podría reducir el monto de sus inversiones en telefonía. La lira es tocada en lo alto mientras continúa el horror tanto en Chihuahua (en Villa Ahumada) como en Torreón y mientras se acumulan los datos del desempleo desatado y los preparativos empresariales ante la recesión en curso. ¡Ah, el tañer y el placer, con el fuego como excitante escenografía!
Y, en espera del desenlace real de los juegos de palabras de la corta Corte, de tal manera que sus deliberaciones no se conviertan en una soberana recomendación desdeñable, sino en un muy necesario ejercicio de responsabilidad republicana que fije responsabilidades en las alturas donde las gaviotas y el montielismo vuelan y no en chivos policiacos expiatorios de mediano nivel, ¡hasta mañana, en esta columna vuelta chicharrón!