Usted está aquí: martes 10 de febrero de 2009 Opinión Determinismo genético: una precisión

Javier Flores

Determinismo genético: una precisión

Desde hace varios años se ha desarrollado un intenso debate sobre el peso de la genética en diferentes funciones y conductas en los humanos. Todavía en la última década del siglo pasado, se atribuía a los genes un papel determinante en el desarrollo de algunos padecimientos, como la enfermedad de Alzheimer, las alteraciones maniaco-depresivas o la esquizofrenia; también sobre algunas conductas como la agresión, la adicción al alcohol, e incluso la orientación sexual. Algunos grupos científicos y los medios de comunicación contribuyeron a extender la idea de que existe, casi sin excepción, un gen determinante de cada aspecto de lo humano, incluyendo la obesidad, el envejecimiento, el sexo y un larguísimo etcétera.

La crítica a este determinismo genético abarca hoy no sólo el campo de la medicina o el de la biología molecular, pues se ha extendido de manera muy importante a áreas como la filosofía, la sicología, la sociología y el derecho. Para dar un ejemplo que quizá pudiera abarcar todas estas disciplinas, podemos preguntarnos sobre el papel del individuo en las conductas criminales, es decir, si éstas son resultado de la libre elección de las personas o si están determinadas por una base biológica –en este caso genética–, lo que podría conducir incluso a eximirlos de responsabilidad legal.

Pero la crítica que se formula al determinismo genético desde estas disciplinas, que podríamos llamar “macro”, hay que examinarla con mucho cuidado cuando algunos de sus fundamentos se trasladan, sin más, a lo que ocurre a nivel celular y molecular.

Desde el punto de vista de la filosofía, el determinismo puede entenderse como un escenario en el que cada evento, acto o decisión es la consecuencia “inevitable” de eventos previos. De este modo un acto criminal, como en el ejemplo anterior, podría verse como la consecuencia de un hecho biológico por la presencia de algún gen determinante de la conducta agresiva, aspecto que ha sido criticado severamente, pues, por ejemplo, no se toman en cuenta los factores ambientales en el desarrollo de la conducta criminal.

Buscando un paralelismo con lo que ocurre a escala molecular, podría decirse que la presencia de un gen determina una función celular particular. Por ejemplo, la presencia del gen SRY induce cambios que determinan que el embrión humano tome un curso de desarrollo masculino. Esto también se encuentra en medio de un debate, –pues hay casos en los que se desarrollan hombres en ausencia de este gen. Como sea, en este punto pueden ser compatibles los dos niveles (el macro o conductual y el micro molecular y celular) en los que se establece sobre bases semejantes la crítica al determinismo genético.

Hay otros puntos de contacto entre estos dos universos, como las relaciones de causalidad, que se pueden expresar, más que como certezas, como probabilidades. Tener un gen particular no asegura que algo pase necesariamente, sea a nivel conductual o molecular, sino que en todo caso aumentan las probabilidades de que algo ocurra. Por ejemplo, las mutaciones en los genes BRCA1 y BRCA2 aumentan las probabilidades de desarrollar cáncer de mama de 36 a 85 por ciento, comparadas con 13.2 por ciento en la población general, pero no significa que todas las mujeres con esta condición tengan que desarrollar cáncer.

Pero el determinismo se encuentra estrechamente relacionado también con la noción de libre decisión o libre albedrío, y existen diferentes corrientes que van desde el determinismo duro, en el que no hay lugar para la libre decisión (y se aproxima mucho a la idea de fatalismo en el que se haga lo que se haga no puede evitarse que algo suceda), hasta el indeterminismo que sostiene que todos las acciones humanas son el resultado de actos espontáneos que rompen con la cadena de causas y efectos. No podía faltar el escenario intermedio, conocido como compatibilismo, que trata de unir ambos extremos.

Éste es un punto interesante y nos permite preguntarnos si es válido o posible trasladar concepciones que surgen desde disciplinas como las que critican al determinismo genético a nivel de la conducta humana, hasta un nivel molecular. ¿Acaso la maquinaria celular puede tomar decisiones basada en un “libre albedrío” de la misma forma en que lo hace una persona? Esto debe llamarnos la atención para evitar caer en una generalización de conceptos que pueden hacer que todo se vuelva absurdo.

 
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