Premios nacionales 2008
■ “El agro nacional tiene futuro”, afirma Edmundo García Moya
Para el gobierno “parece que ser campesino es pecado”
■ Fue premiado en el área de ciencias físico-matemáticas y naturales
Ampliar la imagen El agrónomo Edmundo García Moya Foto: Jesús Villaseca
En México estamos perdiendo importantes superficies de cultivo para sembrarlas de concreto, pues con la reforma al artículo 27 constitucional, aprobada por el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, la intención fue sacar a los campesinos de sus tierras, afirmó Edmundo García Moya, ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2008, en la categoría de ciencias físico-matemáticas y naturales, quien advirtió que sin liderazgo ni políticas públicas bien orientadas el desarrollo sustentable del campo mexicano aún es incierto.
Agrónomo, egresado de la Escuela Superior de Agricultura Antonio Narro, y profesor-investigador del Colegio de Posgraduados desde hace 36 años, afirmó que a pesar de los enormes retos que enfrenta el agro nacional, “tiene futuro, pero no lo hemos sabido encauzar”. Las dependencias gubernamentales, insistió, no tienen interés en brindar apoyos ni dar oportunidad a los agricultores de participar en este desafío, “pues parece que ser campesino es pecado, cuando este sector generó las bases de nuestro desarrollo”.
En entrevista con La Jornada, García Moya, especialista en el estudio de zonas áridas y semiáridas del país, creador de uno de los conceptos más innovadores para el estudio de estos ecosistemas, es decir, “islas de fertilidad”, aseguró que ser uno de los científicos galardonados con el premio más importante que concede México a sus artistas y científicos lo hace sentir “más comprometido. Como servidor público, siempre he tratado de aportar lo que sé, inclusive desde que cuidaba chivas en el campo, porque he sido muy afortunado. Estudié en instituciones públicas, he tenido becas hasta la fecha; por eso, de alguna manera tengo que corresponder a todo lo que se me ha dado”.
–¿Qué papel juega la ciencia en el desarrollo de México y del campo?
–Debería ser el motor del desarrollo. Sin embargo, al menos en el tema ecológico, hay expresiones que muestran cierta decepción, pues los científicos se ven, en cierta forma, imposibilitados de hacer realidad sus descubrimientos; hay muchas restricciones. Nuestra tarea es hacer ciencia, dedicarnos a investigar, proponer alternativas, pero de ahí a que esas propuestas se hagan realidad y beneficien a la sociedad hay un enorme trecho.
¿Quién hará el trabajo sucio?
–¿Qué ha fallado?
–El gran reto es incidir en la elaboración de políticas públicas. Los científicos somos pésimos en esa tarea. Estamos muy orientados al campo de estudio y no queremos distraernos para seguir produciendo nuevos artículos y publicar en grandes revistas, como Nature o Science, como marcan los nuevos criterios que se nos han impuesto, pues de lo contrario estás fuera de la jugada, pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio del conocimiento. Sólo Copérnico, Galileo o Einstein han sido capaces de contribuciones trascendentes, pero la mayoría de nosotros tenemos que realizar un enorme esfuerzo con 99 por ciento de trabajo y uno por ciento de inspiración.
–¿Cuáles son los retos para lograr un desarrollo sustentable?
–Las señales que tenemos ante nosotros son bien claras: calentamiento global, deforestación y cambio en el uso de la tierra; sobre todo, tenemos apetito por dilapidar los recursos naturales que están a nuestro alcance, y a este ritmo colapsaremos. No se trata de ser fundamentalista ecológico ni agorero del desastre, porque eso también se puede convertir en obstáculo, sobre todo si pensamos que la nueva tecnología puede resolver todos los problemas, y no es así. No se trata, como se insiste, de un problema de sobrepoblación del planeta, sino de niveles de consumo de energía, de insumos; es ahí donde no hemos logrado incidir.
–¿Un mayor conocimiento del agro podría alentar un desarrollo más sustentable?
–El problema es que tenemos un sector abandonado. El último secretario de Agricultura que conocía el campo fue Óscar Bravo, y el subsecretario, Lorenzo Martínez Medina, agrónomos destacados. Ya se ha subrayado que el problema del campo no es técnico ni científico, sino de política agrícola. El caso del maíz es muy claro; con una cultura agrícola milenaria y con más de cien variedades de maíz, ¿qué necesidad tenemos de entrarle a los transgénicos? No quiere decir que estemos contra el saber, pero hay científicos que lucran con la ciencia.
–En un momento de crisis mundial, ¿qué pasa con la ética de los científicos?
–Aún nos falta mucha cultura científica y tener más convicción sobre nuestro trabajo, porque somos proclives a dejarnos embaucar por nuestras limitaciones, y es muy fácil que empresas digan que vienen a apoyar un proyecto sin saber quiénes están detrás, porque la ciencia tiene ética, límites, que deberían quedar plasmados en la Constitución. Sin embargo, la ética sí se ha deteriorado en razón de las carencias que enfrentamos. Aunque esto no es una justificación; quizá sí es una explicación, porque si bien han existido destellos de apoyo al desarrollo científico, no han sido consistentes ni oportunos.
–¿Dedicarse a la ciencia es una carrera de obstáculos?
–Definitivamente. Hay muchos colegas que no han resistido los embates de la falta de recursos por muchas razones, peor aún cuando son egresados de escuelas públicas. En mi caso, en marzo próximo cumpliré 37 años como profesor-investigador de tiempo completo en el Colegio de Posgraduados, y me han tocado épocas buenas, cuando el gobierno federal destinaba recursos a la investigación, pero también había liderazgo; ahora hay restricciones muy severas, y si el sector agrícola, en general, vive una debacle, nosotros tampoco estamos en bonanza.