Usted está aquí: sábado 7 de febrero de 2009 Cultura De las bocinas a la sala de conciertos

Disquero

De las bocinas a la sala de conciertos

Pablo Espinosa ([email protected])

Corre el año Haydn. Pululan novedades discográficas que conmemoran su bicentenario luctuoso. Abren sus alas como mariposas de invierno en los atriles sus bellas partituras.

Si 2008 fue el año de Me-ssiaen porque entre las efemérides resultó el mejor celebrado, tanto en conciertos en vivo como en grabaciones, este 2009 se vislumbra territorio Haydn en los mismos campos.

El 10 de diciembre pasado, fecha exacta del centenario de Olivier Messiaen (1908-1992), apareció en los estantes de novedades discográficas la redición de la obra emblemática de este compositor francés: Quatuor pour la fin du Temps (Cuarteto para el fin de los tiempos), en la serie Great Recordings of the Century del sello EMI Classics y como complemento la grabación de Chronochromie, del mismo autor, con la BBC Symphony Orchestra dirigida por Antal Dorati.

Entre las muchas versiones asequibles, destaca la presente por su capacidad de mostrar en una sola partitura el corpus entero de la obra del autor, es decir sus inflexiones, gestos, recursos estilísticos pero sobre todo su capacidad de hacer llegar la energía elevada de su lenguaje artístico hasta los meandros más lejanos del cerebro, las zonas menos visitadas de la epidermis y el alma en su esférica dimensión total. Esto por supuesto teniendo en cuenta la grandeza intrínseca de la partitura, que incluye los elementos mencionados y que solamente emergen cuando los músicos que la interpretan la comprenden cabalmente. Es el caso que nos ocupa.

En los 38 días que llevamos de 2009, Haydn ocupa la atención central por encima de los otros compositores cuyos aniversarios redondos se festejan este año, todavía nuevo.

Este hecho confirma los muchos elementos que conforman la intuición y lo sabido. De hecho el que se convenga en llamar música clásica a toda la de concierto, aunque mucha de ella sea barroca, romántica, moderna, contemporánea o de vanguardia, inclusive antigua, es decir anterior al periodo barroco, obedece en gran medida a la supremacía en el gusto popular de los autores pertenecientes al periodo del clasicismo en música. En esa catedral nunca sumergida la obra de Haydn es piedra de toque.

Encabeza una línea de evolución poderosísima que siguieron, cronológicamente inclusive, Mozart, Schubert, Bruckner y Mahler en una dinastía al parecer insuperable con otras genealogías y geografías.

Esa línea de compositores austriacos parece, a principios del siglo XXI ya, aún insuperada por las mismísimas tradiciones europeas, también fundacionales: la italiana (Vivaldi, Scarlatti, Gabrieli, Verdi, Puccini, et al), la alemana (el Dios Bach, Beethoven, Wagner, Brahms) y la francesa (el majestuoso Guillaume de Machault, Lully, Debussy, Ravel, Satie).

Una manera de refrendo del poderío y encanto popular de la música de los grandes maestros austriacos es abrir la caja de cinco discos que el sello Brilliant, ampliamente glosado por el Disquero por su incluso polémico método de ofrecer buenos discos, de contenido de calidad muy elevada a precios muy bajos, dedicó para disfrutar de la obra completa para piano de Joseph Haydn.

Suena el primer disco, todavía no llegamos ni a la mitad y ya la sensación y el efecto son abrumadores: un arcón guardado en el tiempo remoto que al abrirlo sale de él música, música bella, graciosa, amable, plena de un encanto semejante al de las flores, cuya belleza nunca tendrá explicación sino certeza.

Las más de 750 partituras que nos regaló Haydn antes de morir hace 200 años constituyen un manantial inagotable en cantidad de solfas, pero sobre todo de misterio. Hermoso misterio.

El mismo sello Brilliant publica una caja similar a las que hemos reseñado en este espacio dedicadas a las obras completas de Mozart, Bach y Beethoven, con todas las partituras, todititas, de Haydn. Al igual que los ejemplos señalados, el precio es asombroso.

Una de las novedades más frescas es la grabación de dos de las seis misas que escribió Haydn: la Misa Teresa (Theresienmesse) y la Misa en tiempo de guerra (Paukenmesse) bajo la dirección de Helmuth Rilling, un director dedicado con ahínco a los tesoros haydecianos.

Otra grabación fresquecita en el sentido del corto lapso transcurrido desde su aparición, pero sobre todo por la manera como ejecutan los jóvenes integrantes de la Kremerata Baltica, se titula Cello Fiesta! Inicia con el famoso Concierto para Violonchelo de Haydn y termina en una fiesta con un arreglo de la música españolizada del jazzista Chick Corea.

Todos estos discos mencionados son fantásticos. Pero ninguno puede superar a la música sonando en vivo. La oportunidad, además de calva, está frente a nuestros ojos y oídos: esta noche, a las 20 horas y mañana domingo al mediodía en la Sala Nezahualcóyotl, la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (OFUNAM) iniciará su programa con la Sinfonía 96, El Milagro, de Haydn, con la dirección de Rodrigo Macías (en la imagen inferior de la derecha).

El resto resulta irresistible también: el Tercer Concierto para Violín de Mozart; la suite Mamá la Oca, de Ravel, y El Salón México, de Aron Copland.

A disfrutar el Año Haydn.

 
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