Usted está aquí: sábado 7 de febrero de 2009 Espectáculos En idílica ceremonia, Yes elevó a sus fanáticos a la estratosfera del gozo

■ Celebraron 40 años de roncarol en el teatro Metropólitan

En idílica ceremonia, Yes elevó a sus fanáticos a la estratosfera del gozo

Jorge Caballero

El concierto que brindó el grupo Yes la noche del jueves en el teatro Metropólitan, para celebrar sus 40 años de andar en el rocanrol, resultó exactamente un delicado/elegante deleite sonoro por el excelente dominio instrumental de sus tres miembros originales: Steve Howe en la guitarra, Chris Squire en el incesante bajeo y Alan White en la apabullante batería, reforzado con los virtuosos teclados de Oliver Wakeman y la energía desbordante de Benoit David en la voz y como front man.

Apenas una docena de piezas, recibidas con fruición por el público que atestó el inmueble del Centro Histórico, fueron suficientes para subyugar al fanático más reacio y al crítico más filoso; una hora 20 minutos de música que extasió, arrancó lágrimas, sublimó el espíritu y, por un momento, desafió la gravedad y elevó los cuerpos cinco centímetros del piso.

La homilía de Yes estaba pactada a las 21 horas, pero tuvo que posponerse 10 pesados minutos; los feligreses impacientes manifestaron su queja con chiflidos, aplausos y el grito uniforme y frenético: “¡Yeeesss, Yeeesss, Yeeesss!” Por fin el telón subió y develó el escenario donde se realizó la ceremonia; acto seguido los sacerdotes salieron en hilera: Howe, Squire, White, Wakeman y David, en ese orden, tomaron sus posiciones; los creyentes se pusieron de pie para recibirlos.

Iniciaron con Siberian Khatru, Your Move, trenzada con Good People, a la que le siguió Tempus Fugit y Onward, con enormes explosiones luminosas. El personal siguió cada detalle de lo que ocurrió en el escenario: a veces acompaba con palmas y otras susurraba la letra de las canciones.

Ratifican su maestría

Antes de las lecturas de Astral Traveller y Close to the Edge, el sacerdote Squire dijo que era un placer estar de vuelta en México y presentó al resto de la pandilla; algunos presentes simularon tocar una guitarra imaginaria, otros aporrearon una batería platónica. Los ánimos estaban en la estratosfera del gozo.

Sabedores de su enorme manejo instrumental, en su momento cada uno tuvo oportunidad de refrendarlo, primero el baterista se echó un solo donde los platillos fueron los protagonistas principales. Después Squire bajeó salvajemente, mostró/interpeló al público el poder de su instrumento cual báculo sagrado. Pero el que tuvo más lucimiento, pues se quedó solo sobre el proscenio, fue Steve Howe, quien ofreció siete minutos de rasgueo implacable, furioso, pero virado a lo delicado y lo sagrado.

Los músicos prosiguieron con And you and I, Long Distance Runaround, Machine Messiah y cerraron con Starship Trooper. Pero el ánimo desbordado de los asistentes hizo que regresaran y tocaran dos de sus temas más conocidos: Owner of a Lonely Heart y Carrousel. Una velada para no olvidar.

 
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