Ciudad Perdida
■ Afloran viejas prácticas en el PRD
■ Nepotismo, amiguismo, compadrazgo, dedazo...
La composición del aparato perredista que busca mantener su hegemonía política en la ciudad capital ha sufrido un cambio que intenta presentar un frente de mayor oficio político, para no caer en el fracaso que acarrea la legislatura actual, por su constante quehacer faccioso, y alejado de las aspiraciones de gran cantidad de ciudadanos y militantes que confiaban en la ALDF como el resorte de cambio que necesitan.
Y no obstante, se reproducen los vicios: el dedazo toma carta de naturalización en ese partido y las tribus tratan de imponer a sus guerreros en las listas de la contienda. No importa si son capaces o no, no les importa si en sus cargos anteriores se corrompieron o si fueron incapaces de servir, como lo mandan sus propios estatutos, a quienes los eligieron.
Se trata, como ellos lo aceptan, de cuotas, del pago que hace el partido a los grupos que lo integran, y eso a estas alturas no es viable, no puede ser posible porque se omite el compromiso del candidato con el mismo partido, pero sobre todo con sus representados.
Y es que cuando todos saben que la elección es nada más un trámite al que obliga la farsa de la democracia de mercado, los compromisos se hacen con los jefes de las tribus. A ellos se debe el cargo y para ellos es la cuota, para ellos se trabaja.
Ningún ejemplo mejor que el de Víctor Hugo Círigo, coordinador de la mayoría perredista en la Asamblea Legislativa del DF por la gracia del nepotismo, que se ha convertido en una de las mayores vergüenzas para el quehacer legislativo de la ciudad, y que, carente de opinión propia, sólo obedece a los caprichos políticos de René Arce Islas.
Repetir los funestos logros del amiguismo, del compadrazgo y el nepotismo es una burla para el electorado, pero cuando se trata de imponer candidatos para conseguirles, por ejemplo impunidad, el asunto se parece más a la creación de mafias.
Nada mejor que poder exigir que cualquiera de los que pretenden, por ejemplo, saltar de una delegación a una diputación, primero fueran objeto de una intensa y profunda auditoría. Los casos no son escasos, baste con mirar hacia la delegación Cuauhtémoc, u otros, donde los delegados quieren irse sin dejar las cuentas claras, quieren impunidad.
Y no nada más pretenden la curul que casi les asegura no ser tocados, sino que buscan dejar en el cargo a un incondicional que les cuide las espaldas para no correr riesgos innecesarios. Esto debería estar claro para los perredistas, que al paso que van, transformarán las tribus en verdaderos cárteles de la política.
Transformar a la izquierda mexicana con la expresión de los ciudadanos que pretendan nutrirla mediante propuestas fuera de la lista de los cárteles sería la mejor forma de limpiar a ese organismo, que tiene en el dedazo su mejor práctica ¿democrática? ¡Ah, lo que nos ha tocado ver!
De pasadita
Comentan algunos de los perredistas que buscan acomodo en las listas para las elecciones en el DF, que René Bejarano se ha convertido en un factor difícil de sortear. Dicen que a unos y otros, la corriente no importa, el señor de las ligas les llama para saber a qué aspiran, y luego les da la mordida.
Nos cuentan que después de hacer cuentas, de dibujarles su panorama electoral y decirles cuál es su parecer, les pide cien mil pesos para la encuesta que va a realizar “Roy”, y para que sus nombres aparezcan en ella. Cierto o falso, eso es lo que comentan. Por lo pronto ya son varios los que apoquinan la cantidad, pero luego se preguntan: ¿y qué fuerza real tiene Bejarano? Y esa es, en verdad, la pregunta. Ya veremos.