■ Realismo mágico político en el encuentro de 4 presidentes con representantes populares
Las luchas de los movimientos sociales impulsaron el cambio en AL: Lugo
■ Este proceso lo empezó Chávez, solo en Venezuela, siguiendo el ejemplo de Fidel, dijo Correa
Ampliar la imagen El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, junto al de Ecuador, Rafael Correa, cantan micrófono en mano al lado del mandatario de Paraguay, Fernando Lugo, y al de Bolivia, Evo Morales, en el auditorio de la Universidad Pública de Pará, durante el octavo Foro Social Mundial Foto: Ap
Ampliar la imagen Los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, y de Bolivia, Evo Morales, saludan a simpatizantes en Belem, Brasil Foto: Ap
Belem, Brasil, 29 de enero. Cuando el músico cubano comienza a interpretar Yolanda, la célebre canción de Pablo Milanes, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, toma el micrófono y se pone a cantar frente a un auditorio que aguarda la llegada de otros mandatarios. Lo acompaña Marcial Gilberto Congo, un ex seminarista que durante años fue el responsable de organizar las místicas del Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST) y que ahora es el encargado de la seguridad del presidente de Paraguay, Fernando Lugo. “Yolanda, Yolanda, eternamente Yolanda”, entonan ambos de muy buen humor.
Pero el ecuatoriano está encarrerado y el terminar la pieza pide que toquen “Hasta siempre comandante”, el homenaje que Carlos Puebla dedicó al Che Guevara. Sin dudarlo, Correa se queda con el micrófono y sigue cantando como si fuera la hora del aficionado. No está solo. Un par de piezas más adelante es el presidente Lugo, el antiguo obispo, quien se le suma. Cuando Evo Morales y Hugo Chávez llegan al recinto, es el venezolano quien se une al coro.
El acto de los movimientos populares con cuatro mandatarios latinoamericanos comienza así, desde el primer momento, como una puesta en escena de realismo mágico político. Así continuaría hasta el final.
Pero las paradojas comenzaron desde antes. Los presidentes que integran el presidium del gimnasio de la Universidad Pública de Pará son un militar, un obispo, un indígena y un economista egresado de la Universidad de Chicago. Ellos conducen los destinos de Venezuela, Paraguay, Bolivia y Ecuador. Sin relación original con la vieja izquierda continental que parece no acabar de entender cuándo se quedaron fuera del tren, estos personajes impulsan procesos de transformación económica y política progresistas.
Tienen, además, una relación estrecha con los movimientos sociales de la región. Tanto así que uno de los responsables de la seguridad personal del mandatario es un viejo militante del movimiento campesino, varios de los ministros de sus gabinetes son indígenas y sindicalistas, y las mujeres abundan en puestos de mando.
La reunión de hoy no tiene precedentes. Los gobernantes están reunidos en Brasil, sin la presencia del presidente Lula, para un diálogo con los representantes de algunos de los más significativos movimientos populares emergentes, en su mayoría brasileños. Asisten a un Parlamento Popular que, aunque no se dé ese nombre, funciona como tal. Escuchan a un ramillete de sindicalistas, feministas, opositores al libre comercio y dirigentes campesinos. Hablan ante un variopinto conglomerado del archipiélago altermundista.
El encuentro no es casual. Tiene una larga historia real. Es un mutuo tributo. Uno tras otro, los mandatarios reconocen, como les dijo el presidente Lugo, que “las luchas de los movimientos sociales son el gran soporte que pudo garantizar el cambio en nuestra región”. O, como señaló Evo Morales: “Si aquí hay cuatro presidentes es gracias a la lucha de ustedes. La cabeza de la lucha contra el neoliberalismo está en los movimientos sociales. Son los que garantizan la transformación”.
El mismo Hugo Chávez ubicó el origen de los cambios en Venezuela en el carachazo, el terremoto político que sacudió ese país hace 20 años. “Un pueblo se levantó en contra del Fondo Monetario Internacional”, ilustró.
Correa había dicho antes que él: “Este proceso lo empezó Chávez solo allá en Venezuela, como el llanero solitario siguiendo el ejemplo de Fidel en la Cuba de la Revolución (…) el reflejo de los pueblos de América Latina está cambiando profundamente”.
Como para evocar la espada de Damocles que pende sobre la cabeza de los jefes del Ejecutivo, y como si la actual etapa retomara la lucha en el continente donde el médico chileno la dejó, el diálogo estuvo lleno de evocaciones al presidente Salvador Allende. Los maestros de ceremonias presentaban a los mandatarios como “compañero presidente”; en la ceremonia inaugural se interpretó, entre un mar de banderas rojas y verdes, el himno de la Unidad Popular; y Joao Pedro Stedilé, el dirigente del MST que cerró el encuentro y que fue pieza clave en su organización, habló del sueño del antiguo inquilino de La Moneda.
Guiño, mensaje o casualidad, en el encuentro se hicieron tres referencias al zapatismo. El representante de la Alianza Social Continental, Camile Chambers, evocó el relámpago del primero de enero de 1994 y la enorme importancia que tuvo en el despertar de los pueblos latinoamericanos. Evo Morales recordó la significación del “mandar obedeciendo del subcomandante insurgente Marcos”, y Hugo Chávez lo citó como poeta que hablaba de la resistencia de los pueblos como “un nido de esperanza, un nido de sueños”.
El evento tuvo un marcado carácter antiimperialista. Chávez se refirió a George W. Bush como un genocida y como el “caballerito ese que acaba de irse por la puerta de atrás al basurero de la historia”. Dijo que ojalá y Obama cambiara realmente el rumbo de Estados Unidos, pero puso en duda que lo fuera a hacer. “Sólo pedimos respeto a nuestro pueblo y nuestra soberanía”, afirmó. Lamentó los comentarios sobre Venezuela del nuevo mandatario estadunidense, y aseguró que su país está dispuesto a resistir 100 años más. Alabó la decisión de cerrar la base militar de Guantánamo, pero dijo que se necesitaba devolver ese territorio a Cuba.
Tarde de vaticinios y sueños, los mandatarios hablaron por momentos más como predicadores que como políticos. Lugo afirmó que era el momento de volver a la profecía guaraní de un mundo sin mal. Hugo Chávez aseguró que “la utopía de Tomás Moro está en América Latina, y está haciéndose realidad”. Correa anunció un cambio de época y la realización del socialismo del siglo XXI.
Muy lejos de la complacencia o del halago fácil, insistiendo en que el señalamiento no era una crítica personal, Joao Pedro Stedile optó en la intervención final del diálogo por leerle la cartilla a los mandatarios. “Ustedes han andado muy flojos –les reclamó, cariñosa, pero firmemente. Esperamos más de ustedes. Deben unirse para hacer cambios estructurales y no medicinas para el capital”.
Y como la lucha de clases ha regresado para quedarse y se se ha colocado en el puesto de mando, propuso avanzar en un programa mínimo que aglutine a las fuerzas populares para derrotar el neoliberalismo y pasar al anticapitalismo, estableciendo un modelo que no sería aún el socialismo pero sí un paso en esa dirección. Un programa en el que sería necesario considerar la nacionalización de la banca y derrocar al dólar estadunidense como moneda internacional.