Arte procesal
Las manifestaciones creativas de arte procesal conllevan ideaciones inteligibles abocadas a establecer vínculos entre cultura y sociedad. Así fue que el ya afamado grupo regiomontano Tercerunquinto, integrado por Julio Castro, Gabriel Cázares y Ricardo Flores, bajo curaduría de Tayana Pimentel, exhibió documentos, contenedores, videos, fotografías y diagramas utilizados en el montaje de sus incursiones de años recientes en recintos nacionales y extranjeros, además de la propuesta ex profeso para el museo Carrillo Gil, pertinente y graciosa.
Se invitó a un trabajador sindicalizado para que desmontara el letrero institucional (Museo de Arte Alvar y Carmen Carrillo Gil…) adosado a los muros exteriores, reinstalándolo en la sala de exhibición.
Durante el tiempo de vigencia el letrero recibió servicio de limpieza y lustrado, a cargo del mismo trabajador. No se sabe si habrá de trasladarse a la próxima sede de exhibición en el Centro Gallego de Arte Contemporáneo, de Santiago de Compostela, o se utilizará un símil.
Tal vez eso discutía el cónsul de México en Barcelona, Jaime García Amaral, quien, acompañado de una pareja extranjera, sostenía entrevista con Ricardo Flores el día que visité la muestra. Durante mi trayectoria, que incluyó el recorrido de la exposición de Sebastián Romo, fueron estas personas las únicas con quienes me topé, aunque mi visita fue prolongada, en horas normales de apertura. Eso preocupa, la propaganda por Internet no basta.
Las dos exposiciones intentan explorar la relación entre el o los sujetos artistas y sus procesos de producción. Se trataría de un mecanismo que implica, según frase del artista-filósofo Joseph Kosuth, “el modelo artístico tautológico”.
El título de la exposición de Sebastián Romo es La voluntad de las cosas; el artista pertenece al establo de la prestigiada galería OMR, con cuyos dirigentes mantengo cordiales relaciones. No cabe duda de que las palabras se pueden volver cosas, es decir objetos; hay miles de ejemplos al respecto, pero lo que todavía no alcanzo a entender es que las cosas, así en general, puedan tener voluntad, con todo y la máxima schopenhaueriana: “el mundo es mi representación”.
Las cosas tendrán destino, avatares, finalidades que se modifican o frustran por diferentes razones, de modo que el enunciado pudo referirse a causalidad, azar, contingencia, etcétera. Sólo los seres humanos realizamos actos voluntarios o involuntarios, aunque admito que también algunos animales, obedeciendo a estímulos, instintos y reflejos, tienen voliciones.
Romo ha perseguido cuestiones referidas a los crash aéreos (sin alusiones políticas recientes) y elaboró un mural en triplay negro, que metaforiza un crash aéreo. Así me enteré, y lo transmito a posibles viajeros, de que San José Cupertino es el patrón del vuelo.
También llama la atención la maqueta de una ciudad elaborada totalmente con paralelogramos integrados por letras de cartón blancas que pueden leerse normalmente o invirtiendo los caracteres: petróleo, películas, alberca, silencio, pasado y negocio son términos fácilmente legibles que se han convertido en cosas.
La exposición incluye agendas que dan cuenta de páginas cotidianas con registros, nombres, números telefónicos, bitácoras y diagramas. Vi un buen dibujo de una abeja y en otro sitio un avión de cartón meticulosamente construido que acaba por incrustarse en un árbol. Todo se complementa con videos.
Lo que además entretiene son las postales que reproducen pinturas, porque el espectador se divierte identificándolas, máxime que entre ellas figuran dos Caravaggios del Museo del Prado, el San Jerónimo que el cineasta Derek Jarman glosó en su película y el David del Prado con cabeza de Goliat (cuya autenticidad al ciento por ciento sigue en duda), Saturno, de Goya.
Están Adán y Eva, de Durero, un Velázquez, el Guernica de Picasso y fotos de Joseph Beuys. Todas se entreveran con otros elementos que aluden al hecho de que “el collage es una forma de edición “y es verdad”.
También puede leerse un poema del autor: Even heroes need to talk.
Víctor Palacios, el curador, aclara que Sebastián Romo escudriña la voluntad: la voluntad humana, la de la naturaleza y la de todo cuanto existe, que es lo que pongo en duda porque la voluntad, con todo y Shopenhauer de por medio implica intención. Un terremoto no acontece por acción voluntaria ni del planeta ni de ninguna divinidad. También se anota que “la buena voluntad no garantiza la victoria”. Muy cierto.