TOROS
Cortan Macías, José Tomás y Ortega 7 orejas
Y mientras, en la México, el juez Miguel Ángel Cardona regalaba orejas y un rabo para quedar bien con la empresa de Rafael Herrerías y volver al biombo para complacer al magnate y a los villamelones, en La Luz, que así se llama la plaza de toros de León, Guanajuato, José Tomás, Rafael Ortega y Arturo Macías El Cejas cosecharon la friolera de siete apéndices auditivos, tres para el maestro de Galapagar, dos más para el tlaxcalteca y otros dos para el de Aguascalientes.
Huelga decir que los tres salieron a hombros en calidad de héroes del arte y de la ética, aunque ningún cable, hasta el cierre de esta edición, ayer bien entrada la noche, se había atrevido a decir qué clase de reses lidiaron. En todo caso, una muy escueta crónica del blog burladero.com aseveró que los toros de Fernando de la Mora resultaron “manejables”. A Tomás, según esto, le entregaron la zapatilla de plata y con ella el título de triunfador de la temporada pasada en aquel coso del Bajío.
Luego, al primero de su lote lo saludó con verónicas, pero fue en el tercer tercio cuando bordó el toreo en redondo, a tal punto que le dieron una oreja pese a que no mató con eficacia. A su segundo, quinto de la tarde, lo cuajó en una faena marcada por el “temple, la cadencia y la profundidad” de su arquitectura, que le valió las dos orejas del cuadrúpedo y el delirio y la entrega incondicional de la afición.
Rafael Ortega estuvo empeñoso con el que abrió la puerta de toriles pero nada pudo concretar. En cambio, con el cuarto, según el parco y anónimo reseñista, “firmó una gran labor”, que también fue premiada con dos orejas. Por supuesto, quien más les interesaba a los que aman la tauromaquia mexicana y esperan su resurgimiento, fue El Cejas, ya que después de su hazaña del domingo pasado en Mixcoac, en que recreó la pasión y muerte de Manolete para triunfar a toda costa, ayer no podía quedar por debajo de sí mismo.
Ante una plaza llena a reventar, Macías perdió la segunda oreja del tercero de la tarde por matar de bajonazo, pero conservó la primera, que aunada a la otra que le tumbó al sexto del festejo le otorgó el derecho a salir en hombros, de acuerdo con los nuevos cánones numéricos venidos desde el reino de Juan Carlos I que, bien mirados, nunca habían regido aquí, donde la emoción era la que simplemente dictaba cuándo y cómo el público se lanzaba al ruedo, a pasear a su ídolo, en premio por su arrojo, su talento, su valor y su carisma, méritos que para Cardona tienen menos valor que una llamada telefónica de Herrerías…