Usted está aquí: lunes 26 de enero de 2009 Política Salamanca, donde hiere... la contaminación

Iván Restrepo

Salamanca, donde hiere... la contaminación

En Caminos de Guanajuato, el poeta José Alfredo Jiménez dice que no pasemos por Salamanca porque ahí nos hiere el recuerdo. Agreguemos ahora también otra cosa mucho más peligrosa: la contaminación. Durante décadas, grupos ciudadanos se han quejado por la situación ambiental que allí prevalece. Apenas comenzaba el nuevo año y ya se declaraba la primera contingencia debido, entre otras cosas, a los elevados niveles de partículas que inundan el aire y ocasionan serios problemas de salud a la población local y a las vecinas. Es tal la cantidad de partículas que Salamanca es, según las autoridades federales del medio ambiente, la ciudad más contaminada de México, desplazando a otra región campeona en la materia: el corredor Coatzacoalcos-Minatitlán-Cosoloeacaque-Cangrejeras, al sur de Veracruz, y asiento del grueso de la industria petrolera y petroquímica nacional.

El origen del principal problema que afecta a Salamanca es la refinería Antonio M. Amor, de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la planta termoeléctrica de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que genera electricidad para la región de El Bajío. Ambas emiten bióxido de azufre y otros contaminantes. Inútiles han sido las numerosas denuncias ciudadanas que piden remediar esta irregular situación. Y es que, en promedio, sufren al mes cuatro contingencias ambientales. El sector salud no ha realizado estudios puntuales que muestren el daño que sufre la población ante la exposición crónica a dichas partículas, especialmente en el caso de los niños y las personas de edad mayor.

Y son alarmantes los niveles encontrados de partículas menores a 10 micras (PM10), las más peligrosas para la gente, no solamente de Salamanca, sino también de las poblaciones vecinas: León e Irapuato, donde tampoco existen medidas para resolver el problema de la mala calidad del aire. En el colmo, el gobierno panista de Guanajuato busca que en Salamanca se instale la nueva refinería prometida por el “gobierno del desempleo”.

Además de las partículas mencionadas, otros contaminantes aquejan a la población: el 10 de septiembre pasado una nube tóxica compuesta de sulfuro de hidrógeno cubrió una parte de Salamanca. Su origen: la refinería de Pemex. Otras empresas que funcionan en el corredor industrial de la región son igualmente señaladas por contaminar severamente. Pero si las autoridades no hicieron nada cuando se incendió la fábrica de plaguicidas Tekchem e inundó de gases tóxicos 20 kilómetros a la redonda, es dudoso que ahora se den por enteradas del daño que ocasionan Pemex, la CFE y otras empresas. Me corrijo: el secretario de Salud declaró que “hay que dar tiempo al tiempo, porque es un problema de muchísimos años, y se ha mejorado”.

En tanto, Germán Martínez, carismático dirigente del Partido Acción Nacional, pide Guanajuatizar México. ¿Esto quiere decir que se cubra al país de gases tóxicos, partículas y otras sustancias nocivas al ser humano y el medio? ¿Inundarlo más de ineptitud oficial en materia ambiental?

Si no se pone orden en una región cercana a la capital del país, menos podemos esperarlo en las lejanas. Por ejemplo, se desconocen los orígenes del incendio que azotó isla Guadalupe, ubicada en el océano Pacífico, a 240 kilómetros de la costa de Baja California. Desde hace cuatro años ese sitio es Reserva de la Biosfera por la importante riqueza natural y animal que existe en sus 250 kilómetros cuadrados. El incendió afectó en septiembre último más de 700 hectáreas, entre ellas 180 ocupadas con árboles, como el ciprés, especie endémica de la isla. Los científicos oportunamente han exigido a las autoridades su intervención para garantizar el buen estado de la reserva y aclarar las causas y responsabilizar a los causantes del incendio. Guadalupe se recupera lentamente de la proliferación de cabras mientras se busca regular el buceo con tiburón blanco y lograr la pesca sustentable de abulón.

Mientras, los funcionarios federales responsables de administrar correctamente el agua y el bosque politizan los problemas que existen en torno a estos dos recursos, no para resolverlos, sino para intentar obtener votos en las próximas elecciones a favor del partido de la moral y las buenas costumbres.

 
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