Y se hizo el color
Hace poco más de un año escribimos una crónica en la que platicábamos del sorprendente hallazgo de un inmenso monolito de 4 por 3.57 metros, el más grande de la cultura mexica recuperado hasta ahora, extraordinariamente labrado en piedra de andesita y en el que se percibían, en algunas partes, tenues rastros de pintura. Era Tlaltecuhtli, dios-diosa de la tierra, en su advocación femenina, que apareció colocada al pie de la escalinata del Templo Mayor.
En ese entonces todavía se encontraba en ese sitio fracturada en cuatro partes, lo que causó que se colapsara hacia el centro. Era necesario trasladarla a otro lugar para restaurarla y poder explorar lo que había debajo de la poderosa deidad, que asumía un papel doble en el cosmos. Por un lado, era poseedora de funciones generativas, tanto en el mundo vegetal como en el humano, y, por el otro, engullía cadáveres y al sol cada atardecer, regurgitándolo al amanecer.
Se sospecha que debajo se encuentra la tumba de Ahuizotl, por una serie de indicios, entre otros, que tiene esculpida en una de las cuatro garras en las que terminan los brazos y las piernas, el signo dos conejo y el numeral 10, lo que corresponde al año de 1502, fecha del fallecimiento del monarca.
En noviembre pasado una enorme grua trasladó a unos metros de distancia el monumental monolito de 12 toneladas, para que recuperara su esplendor y develar sus múltiples incógnitas. A partir de entonces un notable equipo de restauradores, que dirige María Barajas, ha logrado lo que pensamos imposible ¡recuperar los colores originales! Ahora la imponente diosa, “la devoradora de cadáveres”, luce en amarillo ocre, azul maya, dos distintos tonos de rojo, negro y blanco. Una visión estremecedora pues nunca habíamos visto una pieza de esa importancia con su cromática de origen.
El talentoso arqueólogo Leonardo López Luján, actual responsable y verdadero apasionado del proyecto, nos brindó el privilegio de visitarla, ya que, como enfermo en recuperación, por ahora está vetada a los ojos públicos y permanece casi todo el tiempo cuidadosamente cubierta, en tanto se investiga la mejor manera de fijar los colores que, al haberse disuelto la sustancia que los aglutinaba, que parece que era mucílago de orquidea, son sumamente frágiles.
La visita se extendió al sitio en donde yacía la diosa, en donde continúan las excavaciones que han dado como fruto varias ofrendas con miles de objetos, muchos que no se habían visto en ningún hallazgo anterior, como vestigios de cangrejos y langostinos. Sólo de moluscos han encontrado 277 especies. Esto nos habla de la riqueza e importancia de este descubrimiento, que en un futuro cercano todos podremos disfrutar pues Tlaltecuhtli, una vez restaurada, regresará a su lugar y será el centro de un museo de sitio que será parte del del Templo Mayor.
Nos comentó López Luján que la investigadora Gabriela Sánchez ya develó que la casona que se edificó en el lugar después de la conquista perteneció al mayorazgo de Nava Chávez. La construcción se levantó a unos centímetros de la diosa, que milagrosamente no se dañó. En distintas ocasiones estuvo a punto de ser descubierta y afortunadamente la libró hasta ahora, pues si se hubiera hallado antes, en que no se conocían las técnicas actuales, seguro hubiera perdido los colores, como le sucedió a la Coyolxauqui y a la Piedra del Sol.
Y hablando de seres apasionados por su trabajo, vamos a visitar a Luis Bello Morín al Palacio de Bellas Artes, en donde en el grato restaurante ofrece suculentos platillos de su creación, que cambia mes a mes ¿que le parece iniciar con un pozolillo para los frios? Yo no resistí el pollo al yogurt y cardamomo, esa exquisita especie oriental que perfuma y da sabor, acompañado de arroz jazmín y pimientos al curry.