■ “Cambios” de imagen y estilo, lo que todos observan en política y en la Casa Blanca
Medios y ciudadanos de EU, seducidos por Barack Obama
■ Termina la tradición de que el gobierno esté en manos de la aristocracia política
■ Los estadunidenses comprobarán en breve si hay vuelco o las cosas quedan en promesas
Ampliar la imagen Sasha, Malia, Michelle y Barack Obama en un hotel de la ciudad de Washington, el pasado día cinco Foto: Ap
Washington, 24 de enero. Si uno revisa los ahora 44 retratos de los presidentes de Estados Unidos se encuentra con 43 hombres blancos vinculados con los orígenes protestantes y anglosajones del país. Ahora, de repente, aparece un africanoestadunidense. Y sólo eso, la sola imagen sin comparar la sustancia entre todos, ya marca un cambio sísmico.
Las imágenes de este cambio se difundieron aquí durante la semana. Un hombre negro juró defender una Constitución elaborada por algunos de esos primeros presidentes que, en su primera versión, contaba oficialmente a los africanoestadunidenses como dos tercios de un ser humano. Lo hizo sobre las escalinatas de un Capitolio construido en parte con mano de obra de esclavos negros, y ahora él y su familia trabajan y pernoctan en una Casa Blanca también construida por esas manos.
La portada de la más reciente edición de la revista The New Yorker captura en parte este momento: una imagen de Barack Obama con la peluca blanca de George Washington, el primer presidente de Estados Unidos. La obra se llama El primero.
Obama rompe con el pasado de la aristocracia política estadunidense de manera dramática, tanto por ser el primer presidente afroestadunidense como por sus orígenes. El mandatario, como se sabe, es hijo de una estadunidense blanca (de Kansas) y un keniano. Pero la primera familia representa, como nunca antes, parte del mosaico estadunidense.
“Por mucho más de dos siglos Estados Unidos ha sido inmensamente más diverso que sus familias gobernantes”, reportó The New York Times al ofrecer un retrato de la amplia familia de Barack y Michelle Obama. La abuela no carnal del mandatario llegó desde Kenia a la inauguración. Las primas de Michelle, la primera dama, vinieron de Carolina del Sur, donde su tatarabuelo nació durante la esclavitud. Un rabino de la familia arribó desde una sinagoga, después de celebrar el natalicio del reverendo Martín Luther King.
Ahí estaba también la media hermana de Obama, de origen estadunidense-indonesio, y su esposo, chino-canadiense, así como el medio hermano, un hombre blanco que tiene esposa blanca. Según el Times, las familias de Barack y Michelle Obama incluyen parientes blancos, negros y asiáticos; de fe cristiana, musulmana y judía, y hablan ingles, indonesio, francés, cantonés, alemán, hebreo y varias lenguas africanas.
La imagen también es acompañada por lo que podría llamarse “otro estilo”. Desde la música –con los gustos de los Obama, atravesando una amplia gama de rock, country, hip hop, blues y más– hasta el hecho de que al presidente le encanta jugar basquetbol (acaba de ampliar la cancha en la Casa Blanca), o que se espera que saldrá más a la calle que su antecesor, quien permanecía el mayor tiempo posible en una Casa Blanca que a veces parecía más un búnker, envían otro mensaje más de “cambio”.
El miércoles, su primer día completo en la Casa Blanca, el presidente y su esposa abrieron las puertas de su residencia a cientos de personas, escogidas por sorteo. La mayoría eran voluntarios en la campaña presidencial de Obama. La idea era que gente “ordinaria” pudiera ser recibida en “la nueva” Casa Blanca.
Muchos más que se enteraron del evento llegaron sin boletos a la entrada, con la lejana esperanza de que les permitieran entrar. Luego de que guardias les informaron que sin boleto no ingresaban, algunos se quedaron ahí. El agente regresó y les informó que Michelle Obama vio desde una ventana a la gente y dijo a los guardias que les permitieran entrar. Y así fue, reportó el Washington Post. Otra imagen de “cambio”.
Las imágenes y el estilo, en este contexto, empiezan a ser, hasta cierto punto, sustancia. El contraste no sólo con Bush, sino con la aristocracia política del país a lo largo de la historia, es marcado –la nueva familia no proviene del privilegio político y económico, como casi todos los anteriores residentes de la Casa Blanca.
Aunque ambos son abogados, educados en las instituciones más elitistas del país –él en la Universidad de Columbia y Harvard, y ella en Princeton–, no llegaron ahí con las palancas y los fondos de sus padres influyentes, como en el caso de las familias Bush y Kennedy, entre tantas otras (aunque hay excepciones más parecidas al caso de ellos, como Bill Clinton).
Todo ello se percibe, se siente. Cientos de miles, más bien el par de millones o más que llegaron a Washington para ser testigos de la llegada de los Obama a la Casa Blanca esta semana y los millones más que siguieron toda la ceremonia a través de los medios en todo el país y el mundo, vieron algo de sí mismos en la nueva “primera familia”.
“Aún no lo puedo creer. ¿Estoy soñando?”, preguntaba una mujer afroestadunidense después de ser testigo de la toma de protesta del primer presidente afroestadunidense. Junto a ella estaba un grupo con una pancarta que decía “Latinos por Obama”, y uno de ellos afirmaba a los periodistas que Obama “es uno de nosotros”.
Eso se repitió toda la semana. El mar de casi dos millones en la toma de protesta representaba un mosaico de un Estados Unidos que cada día más se acerca a un país donde para 2040 será uno donde las mayorías serán minorías (o sea, donde ningún grupo racial o étnico será mayoría).
Pronto se empezará a saber si el cambio en imagen y estilo se traduce en cambio sustancial, más allá de anular algunas de las políticas más repugnantes y desaprobadas de su antecesor (la tortura, Guantánamo, la operación clandestina de la Casa Blanca, etcétera).
El arranque fue impresionante en lo que prometía. “En unos 20 minutos barrió con ocho años de falsas opciones y políticas fracasadas del presidente George W. Bush y prometió recomprometerse con los ideales más apreciados de Estados Unidos”, celebró el New York Times en un editorial sobre su discurso inaugural.
Es indiscutible que la imagen, el estilo y la retórica han marcado un cambio aquí. Pero fue el reverendo Martín Luther King quien en su famoso discurso de 1963 declaró que “su sueño” era que llegara el día en que sus hijos vivieran “en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”.
Ahora, en Washington, hubo un cambio en el color de piel en la Casa Blanca y promesas de un político que despertaron la esperanza y llevaron al primer afroestadunidense a la cima del poder. Aún está por juzgarse el contenido del nuevo liderazgo.
A la vez, uno no puede más que agradecer que por lo menos haya nueva música en la Casa Blanca. Y por ahora mucha gente sigue con ganas de bailar en las calles.