¿Tregua?
En estos días se decidió una tregua en la guerra entre israelíes y palestinos ¿Cuánto durará? Mientras tanto los mass media se abocaron en su totalidad a la toma de la presidencia de Barack Obama. Las imágenes de dicho acto opacaron los desastres de la guerra.
Al mirar la desolación, la destrucción y la muerte sembradas en territorio palestino, no hacemos sino constatar que la irracionalidad se sigue enseñoreando en el planeta. Las desgarradoras imágenes de niños muertos, edificios, escuelas y hospitales destrozados no hacen sino llenarnos de desesperanza y dichas imágenes nos consternan al ver que la muerte se nos torna como algo cotidiano.
La historia se repite, los dioses en turno, que viven en la indiferencia por el dolor de los otros y se están familiarizando cada vez más con el mundo de los muertos sin nombre. El aire mortífero, irrespirable, penetrante, rodea el espíritu de estos seres poderosos que sólo piensan en mantener indemnes sus cotos de poder, su propia ley, la cual emana no de la razón sino de la omnipotencia, de la violencia sin límite, de la irracional desmedida.
Sangre llama sangre y cobra fuerza para futuras batallas. El poder parece no cansarse de las guerras, pero una inmensa mayoría de los habitantes de este enloquecido planeta está llena de miedo, indignada, herida y harta que sólo espera en silencio (y felizmente ahora muchos protestando y gritando por la paz) la inminencia de nuevos actos cada vez más violentos y descarnados.
Ante la amenaza de que vuelvan los bombardeos en la zona de conflicto o algún nuevo ataque terrorista en cualquier parte del mundo, la población experimenta una especie de paranoia colectiva. Si bien la realidad justifica sentir pánico y a ella se agregan y se entretejen con fantasías persecutorias (conscientes e inconscientes), fanatismo e ideas delirantes, todo esto puede conducir (dependiendo de cada estructura), a los actos más irracionales en un intento por dominar la angustia que llega a niveles extremos.
La parte más arcaica, más regresiva y más desorganizada del individuo aflora y los mecanismos habituales de defensa resultan ineficaces para mantener el equilibrio síquico.
La guerra actual nos muestra un aberrante rompecabezas donde se ven implicados problemas raciales, económicos, políticos, religiosos, cojeras y errores históricos, desigualdades y resentimientos ancestrales donde la razón y el valor de la vida humana parecieran situarse en el margen, al margen de las fronteras, en el no ha lugar de la ley, en la fragmentación.
Inframundo de la guerra en el que los fantasmas y los muertos (civiles inocentes) aparecen en incesante carrusel de escenas grotescas reales y fantaseadas, donde el pánico es el afecto predominante y la rabia nubla la razón, donde la muerte, las pérdidas y los duelos no dan tregua. Allí donde la palabra ya no puede dar cuenta de los horrores y la rabia ciega conduce a la sed de venganza y el sujeto queda condenado al silencio.
Individuos que al ser violentamente silenciados, si sobreviven a la masacre y la destrucción, se convertirán en seres resentidos que intentarán infligir al otro la rabia y la violencia de la que ellos fueron víctimas. Violencia engendra violencia.