Usted está aquí: miércoles 21 de enero de 2009 Economía El tiempo de Obama

Alejandro Nadal

El tiempo de Obama

Pasó el momento de la toma de posesión. Comienza el tiempo de Barack Obama. Y como prestó juramento sobre la Biblia, habrá que recordar lo que dice el Eclesiastés (3:7): “hay un tiempo para hablar y un tiempo para callar”. Ahora llegó el momento de actuar.

En el plano doméstico, la peor crisis financiera y económica desde la gran depresión parece incontenible. Muy pocos entienden las raíces profundas de esta debacle, el origen de su virulencia o las causas de su tenacidad. Los esfuerzos para superarla no han surtido efecto. Aún antes de las elecciones, Obama se vio obligado a votar por el paquete de rescate de 700 mil millones de dólares para los bancos y grupos financieros de Wall Street. Ya se entregó la mitad y, sin embargo, el crédito sigue sin fluir.

Se dice que desde el primer día exigirá a los bancos que comiencen a prestar. Pero las cosas no son tan sencillas. Si bien la Reserva Federal ha reducido la tasa de interés a su nivel histórico más bajo, los agentes económicos saben que no es una buena idea pedir prestado en un contexto deflacionario. Así que por el lado fiscal y monetario, las cosas no pintan nada bien. Quizás por eso en su discurso de ayer Obama no hizo referencias a la regulación bancaria ni al colosal déficit fiscal que marca las finanzas públicas de ese país.

Sí habló de la necesidad de rehacer la infraestructura y el sector energético, controlando el sol y el viento. Esta referencia a las fuentes renovables de energía es un presagio de un gigantesco plan de estímulo con fondos públicos para generar empleo en estas actividades y que será anunciado en breve. Habrá que ver si la estructura del mercado laboral permite alcanzar ese objetivo, pues no será fácil reconvertir a la fuerza de trabajo del sector servicios hacia la construcción y el sector energía.

En el plano de las relaciones económicas internacionales, la situación de la economía estadunidense es paradójica. Por un lado, sufre debilidad extrema: el déficit externo no se corregirá a menos que venga una gran contracción, con todos sus costos sociales, a enderezar las cosas. Por otra parte, Estados Unidos se ha convertido en el deudor de última instancia en el planeta. A pesar de ello, y precisamente por las gigantescas asimetrías que ya pesan sobre la economía mundial, su moneda ha podido pasar por un relativo fortalecimiento. Todo esto entraña grandes peligros para la economía mundial, pero lo cierto es que su poder e influencia económicos siguen y seguirán declinando.

La pérdida de autoridad en la arena internacional no parece ser entendida por la clase gobernante de Estados Unidos. Las guerras, que tan profundamente han marcado su cultura y su mentalidad, siguen siendo vistas como episodios en los que se libra una batalla de dimensiones épicas entre el bien y el mal. Para esa elite gobernante, Estados Unidos estuvo siempre del lado del bien. Y la gran hazaña de ese país es que aunque a veces se haya equivocado de guerra, nunca se equivocó de lado. Por eso en su discurso, Obama hizo referencia al sitio de Khe Sanh (en la absurda guerra de Vietnam) y habló de los que allí cayeron como mártires de la libertad.

Obama ordenará en breve el retiro de tropas de Irak. En realidad, Bush ya había anunciado un proceso similar y hasta se ha aprobado el acuerdo con el gobierno títere de Maliki. Por eso han cesado los combates y las bajas estadunidenses, porque la resistencia iraquí comprendió que no necesita desgastarse más. Pero si Obama quiere retirarse de Irak, en cambio quiere incrementar la presencia militar en Afganistán. Ahí se está gestando otro Vietnam. Es extraño que el presidente entrante no lo perciba así.

Pero quizás su primer gran error se relacione con la ofensiva israelí en Gaza. Su única declaración revela que acepta la narrativa dominante que presenta a Israel como el pequeño David que sólo se defiende de unos terroristas fanáticos. La verdad es que la masacre en Gaza dejará una profunda cicatriz en toda la región durante décadas. Por eso, aun si Obama quiso hacer suya esa versión de los medios masivos estadunidenses (lo cual ya es algo grave), debió matizar su declaración señalando que cuando se utiliza el argumento de la autodefensa, el derecho internacional exige respeto al principio de la proporcionalidad. Pero de haberse percatado de lo anterior, hubiera concluido que el saldo sangriento de la ofensiva israelí no tenía nada que ver con la autodefensa. Obama comenzó con el pie izquierdo en la región más conflictiva del mundo. Ojalá sólo sea un tropiezo y no revele una forma de mirar los complejos problemas políticos del mundo contemporáneo.

Hay que otorgar a Barack Obama el beneficio de la duda, porque ha demostrado en más de una ocasión que es capaz de superar enormes obstáculos. Ciertamente el pueblo de Estados Unidos tiene grandes esperanzas y eso es bueno. Pero no debe olvidar un refrán: aquel que vive nutriéndose sólo de esperanza, corre el riesgo de morir en ayunas.

 
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