Familia: una pregunta sin respuesta
La pregunta central sigue siendo: ¿Para qué? ¿Cuál es la justificación que lleva a la Iglesia católica no sólo a promover, sino a tratar de imponer a todas las personas un modelo único de familia? Me temo que aún no hay una respuesta satisfactoria a esta interrogante. Más allá de algunas hipótesis, ni católicos ni laicos la tienen. Quedan, sin embargo, algunas cosas claras, algunas surgidas en el contexto del sexto Encuentro Mundial de las Familias realizado la semana pasada en México. La primera es que se trata de la defensa de un modelo de organización familiar: mujer y hombre (la pareja heterosexual, unida mediante el sacramento del matrimonio) y los hijos surgidos de esa unión.
El propio Norberto Rivera Carrera así lo entiende: como un modelo. Es el más completo, dijo el cardenal, lo que significa que se acepta que existen otros, pero que serían imperfectos o menos completos. No podría ser de otra manera, Rivera es una persona culta que sabe que desde el punto de vista antropológico ha habido y hay en el planeta distintas modalidades de organización familiar. No puede la Iglesia abstraerse de los estudios de comunidades humanas primitivas realizados por autoridades en esta disciplina como Claude Lévi-Strauss o Bronislaw Malinowski, sólo para citar a dos de los autores clásicos en esta materia.
Pero estamos al final de la primera década del siglo XXI y han surgido nuevos modelos de organización familiar a los que la Iglesia católica se opone. ¿Por qué? De modo interesante, para esta Iglesia la respuesta es doble. Por un lado, porque el modelo es resultado de la voluntad de Dios. Por otra parte, porque constituye la célula básica de la organización social. Esta dualidad se encuentra presente desde los documentos vaticanos (incluidas las encíclicas del papa Benedicto XVI) hasta los discursos del encuentro sobre las familias.
¿Cuándo y dónde el creador determinó que éste debería ser el modelo único? Yo no soy teólogo y, por tanto, no participo en esta discusión, aunque estoy seguro de que puede ser motivo de importantes debates entre los especialistas en el tema. Pero queda la segunda parte, más terrenal, y es el interés de esta Iglesia por determinar las formas de organización de las sociedades. ¿Para qué?
Antes de intentar una respuesta, debo decir que la imposición de este modelo pasa por un estricto control de la sexualidad humana. Para ponerlo en palabras de Benedicto XVI, en su encíclica Deus caritas est: “El eros necesita disciplina y purificación para dar al hombre, no el placer de un instante, sino un modo de hacerle pregustar (sí, pregustar) en cierta manera lo más alto de su existencia…” Este documento fue citado por el Papa en su discurso a los participantes en la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la Familia en 2006. Se trata entonces de un modelo de organización social basado en el control de la sexualidad, en el cual la abstinencia juega un valor esencial y el sexo sólo es válido entre personas heterosexuales y únicamente dentro del sacramento del matrimonio.
Volviendo al encuentro sobre las familias (no entiendo por qué se usa el plural cuando se defiende un modelo único), el cardenal Rivera caracterizó a la familia como el núcleo en el que se expresan el amor contra el egoísmo; la generosidad contra los corazones cerrados y la solidaridad contra el individualismo. Yo me pregunto si estos valores no pueden estar presentes en familias integradas por homosexuales, madres solteras, divorciados, o en quienes tienen hijos a través de las tecnologías de reproducción asistida. Es claro que aquí hay una falacia.
Hay otras contradicciones serias en el modelo de la Iglesia. Este concepto de familia se asocia con la defensa de la vida desde la concepción. Pero las tecnologías de reproducción asistida actual y potencialmente ofrecen la posibilidad de dar vida desde más de una docena de modalidades de asociación reproductiva, además de la forma convencional hombre-mujer, y la Iglesia católica se opone a casi todas ellas.
Pero, volviendo a la pregunta original: ¿para qué? Lamento decepcionar a los lectores y lectoras, pero no tengo una repuesta. Hay quienes sostienen que el modelo familiar que defiende la Iglesia católica es para preservar el poder de la propia institución religiosa; otros piensan que es para mantener la estructura social que permite el control y la explotación de los seres humanos. Pero a mí no me convence ninguna de estas explicaciones. Hay piezas que faltan, y por ahora creo que lo más importante es encontrar los elementos que permitan formular de manera correcta la pregunta.