Las familias: Echeverría y Calderón
Tratándose de la distancia entre el poder y la sociedad, encontramos que en relación con las familias poco importa el signo del partido político del gobernante en turno. En este sentido ofrezco las referencias de Luis Echeverría Alvarez después de las matanzas de estudiantes en 1968 y 1971, en plena década de la guerra sucia, y las del presidente católico que hoy ocupa la silla presidencial y a quien poco le importa que ostente la representación de un Estado laico. Después de todo proviene de la corriente contraria y ajena a lo que significó en nuestra historia del siglo XIX la lucha por alcanzar la separación de la Iglesia y el Estado.
En su informe presidencial del primero de septiembre de 1974, Luis Echeverría Alvarez señaló: “En los últimos meses, vidas muy fecundas y valiosas para el país han sido segadas por la acción cobarde de bandas de cobardes terroristas, desgraciadamente integradas por hombres y por mujeres muy jóvenes, surgidos de hogares generalmente en proceso de disolución, creados en un ambiente de irresponsabilidad familiar, víctimas de la falta de coordinación entre padres y maestros, mayoritariamente niños que fueron de lento aprendizaje, adolescentes con un mayor grado de inadaptación, que en la generalidad muestran inclinación precoz al uso de estupefacientes en sus grupos, con una notable propensión a la promiscuidad sexual y con un alto grado de homosexualidad masculina y femenina. Son estos grupos fácilmente manipulables por ocultos intereses políticos nacionales o extranjeros, que hallan en ellos instrumentos irresponsables para estas acciones de provocación en contra de nuestras instituciones” (Transcripción del video México en la historia de su democracia, Televisa).
En el mismo sentido y sin tanto detalle, Felipe Calderón participó en la inauguración del cuarto Encuentro Mundial de las Familias, organizado por la Iglesia católica. Durante el acto se declaró “preocupado” por el aumento de los divorcios que, resaltó, están regidos por la legislación civil y que propician la desintegración o reintegración familiar, la cual, a su vez, está vinculada con la proliferación de individuos que recurren a la violencia. Además reivindicó la responsabilidad del Estado de “tutelar” la familia, que enfrenta “muchas amenazas”.
Previamente, y en términos estrictamente “constitucionales”, tras destacar su educación en colegios católicos, definió a nuestro país como “la tierra de María Guadalupe y de San Juan Diego, también de los mártires de la persecución y, no puedo omitir el comercial, del primer santo mexicano, que es además mi patrono: San Felipe de Jesús”. Entre evocaciones a Manuel Gómez Morin, el fundador del PAN, a Paulo VI y al apóstol San Pablo, insistió en que México tiene una “firme tradición familiar”, pero también advirtió que está amenazada su tranquilidad por la “apología” del delito, y con ello justificó el despliegue de todo el poder del Estado contra los que amenazan la paz. De hecho, señaló que la delincuencia se debe a la falta de valores familiares, ya que un gran porcentaje de personas que mueren en enfrentamientos entre grupos criminales en México son jóvenes que están “totalmente desarraigados de un núcleo familiar” (La Jornada, Claudia Herrera y José Antonio Román, 15/1/09).
En el mensaje de clausura del sexto Encuentro Mundial de las Familias, el papa Benedicto XVI pidió al mundo “no confundir a la familia con otras formas de convivencia, reconocerla por su función social, así como brindarle protección cultural, jurídica, económica, social y sanitaria” (Notimex y La Jornada On Line, 18/01/09). Así que familia sólo hay una: “la tradicional”, y deja a las nuevas familias como “otras formas de convivencia”.
En suma, el referido encuentro impuso la visión de una suerte de hegemonía de la llamada “familia tradicional”, la que resulta, por supuesto, católica. Y pese a que se reconoció lo evidente, esto es, la diversa conformación de las familias hoy día, no se abordó el hecho de que la crisis que actualmente viven muchas familias, católicas o no, perdón, “tradicionales” o no, tienen su genésis en las políticas de Estado imperantes. Por ello también llama la atención encontrar en el Distrito Federal espectaculares del Partido Socialdemocrata con la consigna:“la violencia en la calle empieza en alguna casa”.
Con todo y lo complejo que es el fenómeno de la violencia intrafamiliar, no se le puede desvincular de la crisis económica, de la exclusión social, del fallo de la escuela en la formación de valores, entre otros muchos factores.
Sobran los comentarios en torno a la similitud de los discursos Echeverría-Calderón, que, haciendo abstracción de las políticas de Estado que han generado las inconformidades sociales, criminalizan a los opositores a las mismas o a quienes no encuentran garantía de sus derechos: se trata de un simple retrato de familia, sí, pero de la clase política.