Usted está aquí: lunes 19 de enero de 2009 Sociedad y Justicia Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.
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■ De lectores pensantes

Comprobados una vez más los niveles de postración ideológico-religiosa a los que el ser humano puede llegar, es bueno volver los ojos a expresiones donde la conciencia no ha sufrido los embates del miedo y la consiguiente parálisis neuronal y física, de pensamiento y obra.

Dice Guillermo García Soto: Hace tiempo usted escribió del bombardeo diario de películas, series de televisión, documentales, historias, biografías, entrevistas y reportajes sobre las víctimas judías del holocausto y sus verdugos nazis, en contraste con el silencio ante holocaustos de otros pueblos en el presente y el pasado. Hoy, al contemplar impotente la masacre de los neonazis israelitas contra la población civil palestina, debemos hacernos este propósito: ¡no volver a leer ni a ver nada que propague las crueldades nazis contra los judíos!

Advierte Pamela Brooks: No sorprende la fe de carbonero de Felipe Calderón, William Blake (Londres, 1757-1827) en su obra El matrimonio del cielo y del infierno hace decir al profeta hebreo Ezequiel: “Nosotros amamos a nuestro Dios hasta el punto de maldecir en su nombre a las deidades de las naciones que nos circundan y que declaramos rebeldes. Por esto, el vulgo piensa que todas las naciones serán, al fin, sometidas a los judíos… Esto, como todas las convicciones firmes, está llamado a realizarse, ya que todas las naciones reconocen el código judío y veneran al Dios de los judíos. ¿Cabe mayor servidumbre?”

En tres columnas aludió usted al tema de asistir a enfermos –escribe Irene Palacios de Ruiz–, pero no mencionó ningún libro. Creo que a los lectores les pueden ser de utilidad por lo menos dos: Aprendiendo a acompañar, de Rubén Armendáriz, y Guía para cuidar en casa a un enfermo terminal, de Deborah Duda, ambos publicados por Editorial Pax México en 1996 y 1987, respectivamente.

Hugo Morales Díaz comenta y pregunta: Con frágil agudeza y escolar oportunismo el Partido Verde Ecologista propone pena de muerte a secuestradores, lo cual me parece muy bien. Y pena de muerte a políticos ineptos, entreguistas, complacientes y traidores, ¿también?

Repavimentación caótica, construcción de inútiles vialidades y ahora hasta un segundo piso en Periférico norte. El fantasma de la estúpida apuesta en favor del automóvil y no de un transporte público seguro y eficiente sigue recorriendo el mundo. Que con su campaña electoral se lo coman, miopes funcionarios, indica Luis Cano.

 
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