Ciudad Perdida
■ 2009, año de definiciones
■ Confiable o popular, el dilema de Ebrard
Entender que lo que suceda este año definirá en gran parte el escenario de 2012 no requiere de las artes del futurólogo, pero definir el trazo de las estrategias, y colocar a cada uno de los personajes en el lugar que le corresponde conforme a sus habilidades, y su carácter, entre otras condiciones, sí urge, cuando menos, de una visión de la realidad que no permita que los hombres en la contienda pierdan el piso.
Esto porque en la innegable lucha entre Marcelo Ebrard y Enrique Peña Nieto se tendrá que señalar una buena parte de lo que viene para el país, si pensamos que alguno de los dos –o los dos– pudiera llegar a ser nominado por su partido para competir por la Presidencia de la República.
El caso del jefe de Gobierno de la ciudad es uno de los más interesantes dadas las condiciones actuales. Por lo pronto Ebrard ha dicho que sí, que él quiere competir, pero ni él ni nadie puede hacer a un lado el trabajo que Andrés Manuel López Obrador ha realizado en todo el país, ni la fuerza del político en la historia nacional reciente, por lo que la del tabasqueño sería, o es, hasta el momento la candidatura natural de la izquierda.
No obstante, Ebrard ha ido construyendo el andamiaje que le permita transitar hacia la candidatura con un trabajo poco cuestionable, y que por razones ajenas al propio jefe de Gobierno no ha prendido entre la población como serían los propios deseos del mandatario, pero allí está, la mayor parte a la vista de la gente, lo que le ha dado, si no la popularidad a la que aspiran muchos políticos, sí la confianza de los electores que lo consideran un político que cumple con su palabra.
Y eso en política puede ser tan o más importante que la popularidad. El ejemplo más claro está en la postura del Ejecutivo local con respecto a Felipe Calderón. Si bien Ebrard ha asistido a actos que podrían interpretarse como acercamientos al gobierno federal, también es verdad que hasta el momento, pese a presencias inútiles como la asistencia al funeral de Juan Camilo Mouriño, se mantiene fuera del cuadro de la foto que testificara, sin mayor duda, su reconocimiento a la investidura que el fraude le otorgó al panista. Ese carácter se le reconoce tanto en el terreno propio como en el del enemigo.
Y es que Ebrard no necesita ser un político popular, más bien requiere convertirse en un político confiable, virtud de la que carecen sus opositores de otros partidos. Eso podría ser un factor que cambie, en serio, la superficialidad de las elecciones. Es muy probable que la gente opte por un proyecto bien definido y serio, que por un copete bien envaselinado, o por la inutilidad del que hace uso del poder para descalificar al contrario, y con eso justificar el fraude.
Tal vez Ebrard nunca se convierta en el personaje que, como dicen los publicistas, haga clic con la gente, pero si es constante en su trabajo, si cumple con las líneas trazadas para evitar una mayor desigualdad entre los habitantes de la ciudad, y si se mantiene en su postura política, se convierta en ese político en el que unos y otros puedan confiar, y eso, dirían los clásicos, vale un potosí. La jugada está en sus manos.
De pasadita
Desde este espacio damos la bienvenida, saludamos con los mejores parabienes el retorno de Carmen Aristegui al cuadrante de la radio, presencia que se hizo necesaria a partir de la uniformidad de las voces y las ideas de todos, o casi todos, los espacios de noticias en ese medio.
La trayectoria de Carmen promete mucho, fija un compromiso que a estas horas de la historia no parece fácil si se mira el entorno, compromiso que no necesita ser explícito, pero que está allí. No se trata de ampliar el mercado noticioso, y de la competencia entre medios no se trata, estamos seguros, cuando menos hasta ahora, de que se rompa el ya famoso pensamiento único que campea entre quienes dicen noticias. Así pues, qué bueno que ya está al aire, se habían tardado.