¿La Fiesta en Paz?
■ Carta a Juan Silveti
Admirado matador: Hacía tiempo que no te “veía” torear, que en tu caso siempre fue la más depurada expresión. Gracias a las invaluables escenas que Toros y toreros de Canal Once ofreció el lunes pasado de tu faena completa a Farolero, de Valparaíso, en el ya inexistente coso de Cuatro Caminos, reconfirmé emocionado, que este arte no es pegar pases ni to- rear dizque bonito, sino someter la bravura del astado y el corazón de quien torea y de quien mira a nuevas e indescriptibles emociones.
¡Ah qué faena más ejemplar! La sencilla verticalidad como consigna, la maestría sin alardes en la colocación, la mesura en cada cite, la pureza y la música callada en las series de muletazos por ambos lados y, en el colmo de aquella orgía de belleza casi insoportable, la sucesión de pases de la firma y trincherillas, kikirikís y de pecho, con belleza y naturalidad insuperables, seducidos el toro, tus alternantes y el público.
No recuerdo si alguna vez llegué a decirte –a tu esposa Doreen y a tu hijo David, sí– que empecé a ser aficionado, no simple espectador, una tarde en Monterrey en que, discreto el compás, desplegaste tu capote en unas verónicas de ensueño, lentísimas, separando en sílabas de enorme belleza cada tiempo, hasta poner al rojo vivo la monumental.
Entonces no supe bien a bien lo que había visto –mis padres no fueron aficionados didácticos sino emocionales–, pero en la retina y la memoria quedaron para siempre tus modélicas definiciones de sentimiento, elegancia, temple, geometría y naturalidad. Me volviste muy avisado ante el arte de la lidia y sus artistas.
Mucho tiempo sentí toques eléctricos cuando hablaban de ti como Juanito; me parecía que un torero como tú no admitía diminutivos, así fuera para diferenciarte de tu padre, con vocación y personalidad para dar y prestar pero en el extremo opuesto de tu tauromaquia, dueña de refinamiento, trazo y precisión como muy pocas en la historia moderna.
Arquitecto querían que fueras antes que los demonios de la lidia se apoderaran de tu corazón, y a la postre lo fuiste, de tus faenas en el ruedo y en la vida, capaz de proyectar, estructurar y construir, siempre a tu aire, a tu ritmo más íntimo, obras de arte efímero o perdurable pero siempre de hondísima expresión de perturbador equilibrio.
Que la grandeza, carácter, inteligencia y amor que marcaron tu torería, sigan acompañándolos a ti y a la talentosa Doreen.