Carta de una refugiada palestina
El cielo continúa siendo azul, tal como lo recuerdo. No lo había visto desde hace tres días. Casi olvido lo hermoso que se ve durante un día soleado de invierno. Desearía poder caminar en la playa y disfrutar algo de paz.
Hace tres días, me fui a la casa de la familia de mi esposo con él y nuestros hijos. Dejamos nuestro departamento en la playa, que tiene una vista maravillosa, para encontrar un lugar más seguro donde los niños no tengan que escuchar las explosiones que los hacen despertar espantados y llorando. No puedo darles ninguna garantía de que mañana estaremos mejor o de que estaremos a salvo. Han dejado de preguntarnos si esto va a terminar y cuándo podrán volver a vivir sus vidas normales de niños.
Las imágenes son siempre las mismas, excepto que esta vez son más violentas y perversas. Ya no disfrutamos nada desde que Israel comenzó la guerra contra los civiles en la franja de Gaza. Ni yo ni mis hijos soportamos más el sonido de los continuos bombardeos de la maquinaria bélica israelí. Es peor durante la noche. Los niños empezaron a irse a la cama muy temprano para no escuchar el ruido de los aviones F-16 tirando bombas. No pueden imaginarse lo aterrador que es escuchar el silbido de los misiles antes de que impacten contra algo.
Después de cada estallido uno siente que será el blanco del próximo proyectil que venga y se pone a contar los segundos. Lo único que podemos hacer es agradecerle a Alá cuando despertamos en la mañana siguiente a salvo. ¡Viviremos un día más!
Solía escuchar hablar a la gente de cómo se odia a las guerras, sobre todo el dolor que dejan en nuestros corazones y almas. La guerra es muy cruel y nosotros, los refugiados palestinos, hemos podido atestiguar la crueldad de la guerra más de una vez. Pero este conflicto es el más cruel de todos. No hay piedad, no hay diferencia entre el niño, el anciano o inclusive el feto inocente y no nacido. Todos ellos son criminales y merecen morir, según Israel.
Dejé de esperar el final. Mis hijos ya no sienten nada al ver las imágenes de televisión. Niños y familias, todos son víctimas del odio y la inhumanidad de Israel. La vida dejó de tener sentido no solamente para nosotros sino para nuestros hijos. Nosotros, por lo tanto, sólo esperamos nuestro turno para engrosar la lista: un nuevo número, no somos más, sólo un número.
Nuestro único deseo es morir todos juntos como familia para que ninguno de nosotros tenga que vivir con la amargura de haber perdido a los demás.
Najwa Sehikh, enero de 2009. Campo de Nusierat, franja de Gaza.
* Tomado de la página de Internet de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos., , Traducción: Gabriela Fonseca.