Usted está aquí: jueves 15 de enero de 2009 Opinión Cuba: la esperanza

Ángel Guerra Cabrera/II y última
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Cuba: la esperanza

La capacidad de resistir y defender sus conquistas de justicia social demostrada por Cuba ante el recrudecimiento del bloqueo y la hostilidad de Estados Unidos evidenció que la hegemonía de éste podía ser desafiada exitosamente en las condiciones de la unipolaridad y de una ideología dominante que proclamaba eternos las políticas neoliberales y el llamado pensamiento único. Pese a la ofensiva cultural y el barraje mediático neoconservadores los pueblos pudieron percibir que la llama cubana de rebeldía seguía ardiendo. No obstante las deserciones y la gran confusión ideológica que aquejaban al campo revolucionario y popular, ello ejerció un enorme estímulo entre quienes mantuvieron la voluntad de lucha en los cuatro puntos cardinales, despertó la de otros e hizo que se mantuviera viva la solidaridad con el pueblo de la isla.

El ejemplo cubano contribuyó a desencadenar los movimientos populares contra el neoliberalismo, particularmente en América Latina, donde éstos se han manifestado con fuerza singular y logrado transformar el mapa político. Impulsados por jalones como el Caracazo (1989), la rebelión indígena de Chiapas (1994), la lucha del Movimiento de los sin Tierra de Brasil, de los pueblos indios bolivianos y los levantamientos plebeyos que derrocaron a presidentes serviles a Washington en Argentina, Ecuador y Bolivia, gracias a su eclosión surgieron un conjunto de nuevos gobiernos, heterogéneos en su orientación ideológica pero más independientes de Estados Unidos y favorables a la integración y unidad regional. La elección de Hugo Chávez como presidente de Venezuela en 1998 –un fruto del Caracazo– marcó el comienzo de este proceso, del que ha sido uno de sus adalides más activos y dinámicos junto al boliviano Evo Morales y al ecuatoriano Rafael Correa.

Algunos de los nuevos gobiernos se han destacado por reivindicar la soberanía popular mediante procesos constituyentes de honda raíz democrática, a la vez que proceden al control por la nación de los recursos naturales, privilegian lo público sobre lo privado, instrumentan políticas económicas antineoliberales y solidarias, se distancian del libre mercado, fortalecen la acción del Estado como redistribuidor de la riqueza con orientación social y validan los derechos de los pueblos indígenas y afrodescendientes, incluyendo formas de autorganización autonómica. Son los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador. En los dos primeros, Estados Unidos y las oligarquías, enfrentados a los pueblos movilizados, han desplegado ya reiterados planes por desestabilizar el nuevo orden y recurrido al golpe de Estado o su intento pero a diferencia de otros tiempos han sufrido duros reveses.

Fue este el contexto que hizo posible el rechazo al ALCA ante las mismas narices de George W. Bush en la Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata; el surgimiento de Unasur y su posterior freno al golpismo separatista patrocinado por Washington en Bolivia; la fundación del Alba, de Petrocaribe y el rechazo por el Grupo de Río a la agresión yanqui-uribista contra Ecuador, entre otros desarrollos. Como colofón, la triple cumbre latinocaribeña de Bahía de Sauipe, en Brasil significó un importante paso de avance hacia la integración solidaria al margen de Estados Unidos que exigió poner fin al bloqueo a Cuba, acogida a plenitud por el concierto de gobiernos de la región en la persona de Raúl Castro. El liderazgo y el consenso de que goza Lula influyeron mucho en el éxito de la cita, apoyados por el peso geopolítico de Brasil. La triple cumbre clausuró definitivamente el capítulo del aislamiento de La Habana en América Latina al punto que Obama corre el riesgo de defraudar prematuramente las expectativas que ha levantado en la región si no hace pronto algo verdaderamente sustantivo por cambiar la política agresiva de Washington hacia la isla.

Cuba, actor protagónico en la configuración de la nueva realidad política latinoamericana, debe solucionar serias contradicciones que obstaculizan el rumbo revolucionario emprendido en el Moncada y la llave maestra para lograrlo se resume en el difícil arte de combinar la resistencia con el rediseño y renovación a fondo de su opción socialista. Allí la nueva esperanza.

 
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