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Radio UNAM y Radio Educación Pocos, pero consistentes, Lourdes Edith Rudiño Como brotes excepcionales en el abanico de frecuencias radiofónicas, figuran dos programas de radio orientados a la situación del campo y de los indígenas y que tienden puentes en la población rural y entre ésta y la urbana. Son Del campo y de la ciudad, a cargo de Marco Díaz León y Sergio Canales –que transmite Radio Educación los martes y miércoles de 5:00 a 7:00 AM—y Chiapas: expediente nacional, que forma parte de un proyecto integral campesino e indígena, Boca de Polen, y es conducido por Eugenio Bermejillo todos los martes en Radio UNAM de 10:00 a 11:30 AM. Son excepcionales porque los temas rurales son escasamente abordados por la radio concesionada, que ve a los indígenas “simplemente como adornito o cuestión folclórica”, según Bermejillo, y porque, dice, a pesar de que a las instituciones, universidades, gobiernos y agencias de cooperación internacional se les llena la boca con la comunicación indígena, en los hechos “es bastante poco y bastante decepcionante” lo que hacen en esta materia vía los medios públicos. Y también son excepcionales porque han logrado mantenerse vivos, por casi 20 años Del campo y de la ciudad, y por 15 Chiapas... Hablan sus protagonistas. Eugenio Bermejillo: Chiapas. expediente nacional nació el 12 de enero de 1994, día en que hubo una gran manifestación para frenar los enfrentamientos en Chiapas y Carlos Salinas no tuvo opción más que declarar una paz unilateral que luego fue respaldada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Eso signó el destino del programa, pues con el eslogan “Información para la paz” se centró en las actividades de la sociedad civil que tienen que ver con la resolución del conflicto, pero no con su administración, sino con acciones que atienden las causas profundas. Así permaneció durante tres o cuatro años, con una calidad noticiosa que estuvo en el centro de la polémica nacional. Con la preeminencia que tuvo el movimiento indígena en los Acuerdos de San Andrés en 1996, el programa se fue adecuando y asumió los temas básicos de los movimientos indígena, campesino y de la sociedad en general; desarrollo sustentable, y derechos humanos; esa es la agenda que prevalece. Las voces campesinas son muy radiofónicas, frescas, llaman la atención del público, pues la forma de relatar es diferente a la habitual en la radio. Nuestro objetivo es contar con los testimonios directos, aunque no siempre lo logramos. Si hay un conflicto, no entrevistar al abogado o a la organización no gubernamental, sino a la persona en la cárcel o a los campesinos afectados por las actividades de una minera, al campesino que es despojado de su tierra. A excepción de nosotros y Del campo ..., nadie en la radio entrevista al campirano. Aunque esto carece a veces de inserción en la polémica nacional, tiene una fuerza comunicativa, humana, ausente en el testimonio mediado. Mucha de la comunicación en el mundo indígena, en el mundo rural, es de bastante tremendosidad, con una vehemencia perpetua –“Otra vez nos aplastaron”, “los caciques son invencibles”, “el gobierno es...”—. El programa busca promover la acción, la organización. Por ejemplo, informar en un conflicto con una minera, qué se logró con la lucha campesina; si había un contrato leonino, cómo logró modificarse si los campesinos se sentaron a discutir con empresarios y funcionarios. Llama la atención decir: gracias a la organización, se metieron estas cláusulas en el contrato, y si vuelven a organizarse y movilizarse, esas cláusulas les van a permitir conservar su río, que la empresa invierta en cuestiones sociales. La pobreza tiene un lado pornográfico . Hay medios, incluso premiados por sus reportajes de pobreza, que van al municipio más pobre y entrevistan al viejito más pobre. Eso vende: muestras un mundo indígena, rural conflictivo, con la vertiente de la denuncia. Está bien, pero falta la parte de impulso a la acción, a la reflexión. La pura denuncia muchas veces no educa. Hay que profundizar, por ejemplo decir tal proyecto de presa es neoliberal y explicar cómo está el contrato que hace que la trasnacional gane dinero, o qué apoyos tiene el cacique y cómo funciona una obra pública inmensa. Hace unos tres años hubo el intento de las autoridades universitarias de reestructurar el programa, lo cual iba a quitarle el público que ya había hecho en su horario. Dimos a conocer esto sin alarmismo, y la respuesta de los radio-participantes fue brutal. Se reunieron en varias ocasiones y luego convocaron al director de Radio UNAM. Había muchos maestros, viejos, gente que había participado en luchas magisteriales y tenían mucha experiencia política. El programa permaneció sin cambios. Hay mucha gente que quiere transformar al país, y es el fermento social para impulsar esfuerzos comunicativos y por ello periodistas independientes siempre tendrán espacios. Ese es el caso de Carmen Aristegui, una gran periodista que siempre tendrá un chorro de público siguiéndola. En el medio rural, los movimientos cooperativos, campesinos están necesitados de información diferente. Quien se mantiene con el cacique, con Wal-Mart, no necesita información más allá que la de Televisa, pero si tienes un proyecto social, te urge información, te urgen medios que den otra visión. Hay, es cierto, un público dormido, pero hay también uno despierto que crece cada vez más. Chiapas... es un programa que habla de los indígenas y tiene un público básicamente mestizo. Estos puentes son importantes. Los campesinos necesitan mucho del consumidor urbano y que éste entienda cómo produce el campesino, para que hagan su compra de manera solidaria y ejerzan el poder político que tienen por medio del consumo, que busquen productos auténticamente campesinos, orgánicos y no transgénicos que no lastimen la tierra. Además hay que considerar el trasfondo, que somos una nación multicultural, donde están campesinos e indígenas que necesitan dialogar con el mundo urbano y conocerse. Las radios indigenistas (del Estado) fueron las primeras que tomaron en cuenta al medio rural y a los indígenas, pero desde el gobierno de Carlos Salinas han entrado burócratas que no tienen idea del campo y hoy la Comisión de Derechos Indígenas (CDI) está llena de panistas que hacen campaña para su partido. Del indigenismo no puedes esperar nada. Ya cumplió su etapa y ahora la estafeta está cayendo en las radios indígenas comunitarias, que a pesar de tener muchas deficiencias, plantean un esquema que pudiera armar una buena comunicación en el campo. Marco Díaz León: Del campo y de la ciudad nació el 10 de abril de 1989; su antecedente fue el programa Abriendo surco, que duró tres años. En ese tiempo había más cerrazón, con el PRI en el gobierno y el poder; era muy difícil mantener un espacio de esa naturaleza y sobre todo decir la verdad; había muchos filtros qué traspasar. Propusimos el nuevo programa y la autoridad priísta aceptó pues vieron la oportunidad de promover las modificaciones de políticas públicas que entonces ocurrían y estimular hacia adelante las modificaciones del artículo 27 constitucional y la Ley Agraria que vendrían en 1992. Del campo... nació con una participación amplia de campesinos e indígenas. Ahora notamos la baja en la calidad de vida del campesino y la migración, pues ya en nuestro auditorio tenemos menos gente de ese rango social y más gente de ciudad. De 1989 a 1992, ante el cumplimiento de 500 años del encontronazo de dos mundos, Guillermo Bonfil apoyó mucho para que en el programa participaran todas las lenguas que existen en el país. El nombre del programa busca establecer un equilibrio entre los temas del campo y de la ciudad; y los temas rurales no han perdido vigencia –el levantamiento indígena en Chiapas, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la búsqueda de la imposición de transgénicos—; al menos el miércoles, cuando yo produzco (el jueves lo hace Sergio Canales), nos hemos cargado más a la parte del campo que al espectáculo de la ciudad que hoy es de decapitaciones, violencia, secuestros. Desde hace cinco años hago en el programa el “Semanario por la paz con justicia y dignidad”, donde expongo temas tales como las innovaciones científicas factibles y alternativas a la imposición de las trasnacionales, hago un mini resumen de La Jornada del Campo. El público defiende la permanencia del semanario porque, por la carestía, muchos están impedidos de comprar periódicos y ya no creen en las televisoras. El programa originalmente se trasmitía de lunes a viernes, pero se fue acotando, entre otras cosas por presiones autoritarias; se quedó en dos días, pero nuestro auditorio, que es muy fiel, no baja la guardia y continúa pidiendo que se restablezcan los cinco días. En general hay un menosprecio de la sociedad al campo, y en la estación, con el programa de 5:00 a 7:00 de la mañana, hay la idea de que es el horario en que los indios y los pobres oyen radio; algunos compañeros de forma racista y juguetona nos ridiculizaban con el mote de “guarachín y guarachón”, o “el espacio de las garnachas”. Pero ya empezamos a domesticar a algunos. Hace 20 años no se ponían ofrendas de muertos, y ahora incluso Sears las pone. En parte ayudamos a posicionar la cultura y la tradición propia de los pueblos mexicanos. La principal aportación del programa es la difusión de la identidad , de una nación multicultural con opciones, con un campo con gente, que es la base de la construcción histórica del país. Transmitimos música mexicana, indígena; ésta es la parte espiritual, más profunda del programa. También difundimos qué se produce en el país y cómo producir y un eje fundamental del programa y de mi vida es el maíz. Mucho me apoyo en campesinos, productores, científicos rurales de guarache, y en gente especializada en agronomía. Desde 1999 se empezó a difundir información de los transgénicos y yo abrí un espacio para ello en el programa que todavía existe. Los bauticé como OGTs (organismos genéticamente transformados) y el público ya sabe que cuando vamos a hablar de los OGTs es que nos referimos a los cultivos modificados o a la clase política. Elaboramos incluso una serie que se llamó “Los transgénicos hoy, hoy, hoy”, a propósito de los dislates de Vicente Fox. De eso mandamos a hacer un tiraje grande que se empezó a difundir en todas las radios comunitarias. Fue un material con mucho éxito que todavía nos piden. Pero el programa, en la parte del semanario, es analítico. Por ejemplo observamos qué está diciendo la Secretaría de Agricultura respecto de la contaminación de maíz transgénico en Chihuahua y lo ponemos en su lugar en el contexto de la información alterna que nos allegan las comunidades afectadas. Es necesario abrir más este tipo de espacios. Para los pobres, la radio hertziana es la opción más significativa, a pesar de los avances tecnológicas de radio por internet. Desafortunadamente, vas a provincia y encuentras cada radio comercial que dices “hasta prefiero Televisa” por el nivel tan absurdo de información que manejan, y por el desprecio que hay hacia lo rural, hacia lo propio. Las radios comunitarias son el futuro de la comunicación en el campo mexicano. en nuestras propias lenguas, con nuestras propias pautas culturales, y debería haber una apertura mayor a estas frecuencias, pero las autoridades les tienen miedo; temen que la gente hable en su propio idioma y digan cosas que ellas no entiendan. Temen que por medio de la radio se puedan organizar movimientos sociales mayores.
La potencia de las radios comunitarias en el desarrollo rural Sofía Medellín Urquiaga “La voz es de todos y por eso están convocados todas y todos ustedes para que vengan y digan su palabra aquí en el micrófono. Este micrófono es comunitario”. Así iniciaba trasmisiones una de tantas y tantas radios comunitarias que en los últimos años han emergido en el país. Entre otras cosas, su proliferación es expresión concreta del ejercicio de derechos fundamentales a la libertad de expresión y la comunicación por parte de sectores sociales a los que históricamente se les han negado. Siempre se les consideró simples receptores de mensajes producidos por medios masivos de comunicación bajo una lógica mercantil. Pero además de representar una forma de ejercicio concreto de estos derechos, las radios comunitarias en su práctica cotidiana tienen el potencial de apoyar el desarrollo de las comunidades rurales que las gestan, un desarrollo construido desde abajo. Tradicionalmente la radio ha sido uno de los medios más utilizados en apoyo a programas y proyectos de desarrollo rural. Su accesibilidad, flexibilidad y nivel de penetración la posicionaron durante varias décadas como la tecnología privilegiada de comunicación del y para el desarrollo. Esto desde la perspectiva de que la información es un elemento de vital importancia en el desarrollo rural, por lo que generalmente la radio fue utilizada como un medio de difusión y propaganda en aras de la modernización y el progreso. Pero las radios comunitarias van más allá, no se trata sólo de difundir información sobre un tipo de desarrollo predeterminado. Estas radios abren espacios de participación y diálogo intra e intercomunitario para apoyar un tipo de desarrollo basado en las necesidades y aspiraciones propias. Se trata de medios de comunicación propiedad de las comunidades y organizaciones locales donde las decisiones sobre su función y contenidos se toman colectivamente, respondiendo a un proyecto político-comunicacional al servicio y en compromiso con los intereses de los sujetos sociales locales. Por esto, las radios comunitarias tienen el potencial organizativo para la búsqueda de alternativas concretas: son un germen de acción. Las radios comunitarias crean y recrean comunidad. A contracorriente de los múltiples procesos que tienden a la desestructuración, fragmentación y división de las comunidades rurales, tales como el debilitamiento de asambleas —formas tradicionales de organización y toma de decisión comunitaria—, junto a la incidencia de partidos políticos y nuevas religiones, políticas públicas “individualizantes”, migración, etcétera; las radios comunitarias constituyen un elemento de cohesión y de fortalecimiento de identidades colectivas. Participan y en ocasiones recomponen el tejido social; se vuelven parte importante de la vida en comunidad, lo cual se hace manifiesto cuando se incluye a las radios en el sistema de cargos o, en momentos críticos, en que las comunidades se organizan y movilizan en defensa de sus radios cuando se ve amenazada su existencia. Asimismo, estas radios acompañan y son expresión de procesos que las comunidades detonan. Se puede encontrar una gran cantidad de ejemplos de radios que apoyan desde procesos de autodeterminación del desarrollo local, como el acompañamiento a proyectos alternativos de tipo educativo, productivo y cultural, hasta procesos autonómicos en comunidades y regiones indígenas. La proliferación y defensa de las radios comunitarias, a pesar de las adversas condiciones legales, económicas y políticas que enfrentan, constituye uno de los cuestionamientos más radicales y directos al sistema que niega el derecho a la comunicación de la mayoría de la población y monopoliza, bajo la lógica capitalista, la posibilidad de acceder a los medios. Si bien su lucha tiene que ver con la libertad de expresión y el derecho a la comunicación, se trata también de la lucha contra la exclusión, contra los imaginarios hegemónicos dominantes: es la lucha por el lugar de enunciación, que busca redefinir relaciones sociales establecidas y construir nuevos horizontes. Las radios comunitarias permiten ejercer estos derechos negados y sirven a procesos sociales de transformación de la realidad, su sola existencia en un contexto tan adverso da cuenta de ello. Las radios en comunidad interpelan la lógica dominante desde la periferia, su potencia está “al aire”, pero su fuerza echa raíz desde abajo.
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