Usted está aquí: martes 13 de enero de 2009 Opinión Paralización, retroceso y participación

Marco Rascón
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Paralización, retroceso y participación

Si luego de la elección de 2006, por la composición del Congreso y la polarización verbal, el país se paralizó en lo político, hoy hemos llegado a la paralización económica.

Las consecuencias de esa paralización política y económica propiciarán que los problemas y la realidad mundial y local se nos vendrán encima y sus efectos nos llevarán al retroceso.

Las fuerzas políticas nacionales y regionales han sido incapaces de generar condiciones para enfrentar la recesión y la crisis, convirtiendo el debate de los problemas en una disputa retórica, pero con poca efectividad para enfrentar los problemas.

Todos los partidos y gobiernos tienen hoy un planteamiento “anticrisis” que se mueven en el poco margen que ofrecen las condiciones globales, como la caída de los precios internacionales del petróleo, que aquí se expresa en alzas, pues del petróleo depende en gran parte el gasto corriente gubernamental y el petróleo está ligado a nuestro despilfarro presente, más que a una visión estratégica futura.

Con los excedentes del petróleo de 2008 se orientó el gasto hacia la obra pública, básicamente en respaldo a la industria automotriz, bajo un modelo de desarrollo urbano obsoleto. Cambiamos petróleo por cemento para generar empleos efímeros, que ahora que se contrae el gasto se reducen también. De enero a diciembre se perdieron 400 mil (La Jornada, 12/01/09).

En empleo, retroceso. En materia de indicadores como la paridad, los intereses, los precios, ha habido un retroceso sostenido. Con ello se ha acelerado la percepción de la incapacidad de la política para ofrecer soluciones en lo económico y esto hace resurgir desde el fondo del pesimismo social al gran dinosaurio del PRI, que regresa luego de unas largas y merecidas vacaciones, tras más de 70 años en el poder.

Las condiciones políticas y sociales para enfrentar la crisis se han agravado, pues en esta recesión, a diferencia de las de los años 80 y 90, hoy existe gran debilidad en la organización social.

El tejido de la sociedad y de sus organizaciones con grado de autonomía frente al poder y los partidos que luchan por él, debilita significativamente la gestión social de los problemas y ha venido generando retrocesos en la calidad de vida en las comunidades.

Tanto en niños y jóvenes como en adultos mayores, las condiciones de salud, educación, esparcimiento, alimentación y nivel cultural se han reducido. De la otrora orgullosa clase media mexicana sólo quedan comportamientos, endeudamiento bancario, proletarización disfrazada que tiene que acudir con más frecuencia a la economía informal para mantener el consumo.

El distanciamiento de todos los sectores de la política formal contribuye a que la polarización de visiones entre partidos, legisladores y gobernantes haya alejado a la sociedad de las prácticas participativas. El viejo clientelismo y corporativismo emergió como alternativa de participación, pero sólo para debilitar más el tejido social al pretender sustituirlo o subordinarlo a una politización altamente agresiva, pero incapaz de generar soluciones sustentables.

Al paralizarse la vida política, secuestrada por la profesionalización extrema de grupos que se reproducen al margen de los problemas sociales y los liderazgos naturales, el país marcha hacia el retroceso. La regresión política es consecuencia de los que, teniendo 70 por ciento de la representación política del país en 2006, crearon un gran vacío al no responder a la expectativa social por cambiar y transformarse. Su incapacidad reformadora hizo que las fuerzas del viejo régimen, representadas por el PRI, ahora emerjan de un sueño de nueve años para regresar a reimplantar la vieja cultura priísta que ha sido un lastre para el país en todas sus vertientes.

Vamos a llegar al bicentenario y al centenario en 2010 reconociendo que hemos fracasado en el objetivo de evolucionar y transformar el país luego de nuestra Independencia. Vamos a llegar con una gran debilidad social y cultural, al considerarse que entre 2000 y 2009 se vivió una simple aventura, pero que el dinosaurio siempre estuvo ahí, esperando que regresemos fracasados.

Para los progresistas, los demócratas, las izquierdas, la tarea central es plantearse la reorganización de la sociedad, remontando el clientelismo, la filantropía, las formas corporativas y subordinadas.

La democracia representativa debe dar lugar a la participativa, acercando las formas de gobernar y a los gobiernos al reconocimiento de organismos sociales y civiles que hacen diagnósticos de los problemas y generan propuestas para sus soluciones.

Si la clase política y las grandes estructuras económicas se han paralizado, toca turno a la sociedad para generar desde abajo una ciudad y un país para todos. La alternativa frente a la paralización y la regresión es la unificación, basada en prácticas democráticas generadas desde la sociedad y sus contradicciones.

 
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