Usted está aquí: martes 13 de enero de 2009 Opinión Astillero

Astillero

Julio Hernández López
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■ Espejito, espejito... (diplomático)

■ Autoelogios “sin falsa modestia”

■ Obama: “deferencias” magnificadas

Ampliar la imagen PROTESTA. Carla Sánchez, diputada del Partido Socialdemócrata (PSD), Carmen Parra y Gloria Chalé, integrantes de ese instituto político, acudieron a la sede de la Arquidiócesis de México para exhortar al cardenal Norberto Rivera a que cesen los ataques contra ese partido por impulsar medidas como la interrupción del embarazo o la Ley de Sociedades de Convivencia. Las quejosas mostraron pruebas de pintas realizadas en los muros del PSD PROTESTA. Carla Sánchez, diputada del Partido Socialdemócrata (PSD), Carmen Parra y Gloria Chalé, integrantes de ese instituto político, acudieron a la sede de la Arquidiócesis de México para exhortar al cardenal Norberto Rivera a que cesen los ataques contra ese partido por impulsar medidas como la interrupción del embarazo o la Ley de Sociedades de Convivencia. Las quejosas mostraron pruebas de pintas realizadas en los muros del PSD Foto: Marco Peláez

El pasado viernes, reunido en Palacio Nacional con embajadores y cónsules mexicanos, Felipe Calderón retomó el camino de las críticas a su antecesor, Vicente Fox. Cuando tomó el poder, dijo el michoacano, “México tenía una relación tensa (…) con algunos países” pues, recordó, se estaba “mal” con Cuba, Estados Unidos, América Latina y “varias” naciones más. En dos años, en cambio, el calderonismo habría devuelto a México “una presencia acorde a las dimensiones y el potencial del país” y, “sin falsas pretensiones de modestia”, se habría “recuperado el liderazgo” que nuestro país “merece”.

Es en el plano diplomático donde el felipismo funda la esperanza de que algunos de sus opositores le reconozcan méritos años más delante, pues pausadamente ha ido recomponiendo los desastres provocados por los ahora vaticanamente reconocidos desequilibrios mentales del ranchero guanajuatense, cuyas confrontaciones y patanerías fueron multiplicadas por los apetitos y reajustes personales de Jorge Castañeda y la mediocridad altanera de Luis Ernesto Derbez.

Ayer mismo, en un episodio comercialmente exaltado en los medios mexicanos, aunque en los estadunidenses se tuvieron registros mínimos de lo que acá fue promovido como si fuera una medalla olímpica en los cien metros bilaterales, el optimista Calderón fue recibido por el calculador presidente electo del país vecino, Barack Obama, en una deferencia magnificada desde la posición mexicana, pues el michoacano habría sido el primer jefe formal de Estado en ser recibido en su condición expectante por quien encarna una amplia (pero acaso ilusa) esperanza de cambios que no sean solamente de color cutáneo. Nada trascendente surgió de esa reunión, pues justamente por su condición de electo no le es posible a Obama signar acuerdos o tomar decisiones que se traduzcan en hechos de gobierno. Ya se verá más delante si el gesto inaugural de quien fue candidato demócrata significa una posibilidad de que temas delicados de la relación bilateral tengan una atención menos primitiva que la prestada por los rancheros Bush y Fox, a pesar de los cantos y loas que en su momento se hicieron a aquella visita del texano al rancho de San Cristóbal, tan espectacular y mediáticamente promovida como improductiva acabó siendo.

Por lo pronto, el flanco débil del posicionamiento calderonista está manifiesto en el mismo discurso pronunciado ante los diplomáticos el pasado viernes, cuando les llamó a “promover la imagen” del país y a “defenderlo no sólo de los posibles ataques que se puedan presentar, sino verdaderamente defenderlo para divulgar la realidad de lo que es y de lo que ocurre en México”, pues, por ejemplo, “no es una percepción ficticia un ambiente de paz y de tranquilidad en las calles del Centro de la ciudad de México. Es una realidad”, además de que “México tiene una circunstancia de gobernabilidad democrática y es capaz de llegar a acuerdos no sólo entre todos los partidos políticos, (sino) entre los Poderes de la Unión, entre los distintos órdenes de Gobierno”. Marcadamente necesitado de hacer que el cuerpo diplomático reproduzca su visión color rosa de la realidad mexicana, Calderón no tuvo empacho en reconocer que “pareciera que en el mundo se generara la impresión de que en México se está, simple y sencillamente masacrando a la población civil en las calles, incluyendo las de esta ciudad, y que se está generando una situación de caos y, honestamente, no es así”.

La restauración de la fachada externa topa, ciertamente, con una terrible realidad interna que Calderón pretende negar, al grado de que instruyó a los diplomáticos mexicanos a que “digan en cualquier parte del mundo” que su país “cuenta con estabilidad política. Sí, por supuesto, que cuenta con estabilidad y gobernabilidad democrática y que sus poderes funcionan con responsabilidad”. Así que, “como presidente de la República y jefe del Estado”, sentenció Calderón, ha de decirse que “el nuestro, nuestra nación, es orgullosamente un Estado pleno, funcional”. Los analistas extranjeros, particularmente los estadunidenses, no necesitan ninguna compleja red de información para encontrar las debilidades del encargado de una administración urgida de presumir oratoriamente aquello de lo que carece. El poder desbordado del narcotráfico y la crisis del sistema político han colocado a México en una situación vulnerable de la que se aprovecharán los gobernantes estadunidenses, sean palomas o halcones, blancos o negros, más allá de los detalles de protocolo o las “deferencias” formales que tanto llenan los bolsillos rotos de una administración gubernamental mexicana que ciertamente ha corregido las barbaridades diplomáticas del foxismo pero que por la agudización de sus problemas internos está hoy más que nunca en riesgo de absorciones, condicionamientos o sometimientos abiertos del vecino poder que está en decadencia pero aún con la fuerza suficiente para engullirse a pichones sin fuerza ni sustento reales.

Astillas

El gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, es el principal responsable de los graves daños que se han causado con el proyecto de promoción turística denominado Resplandor teotihuacano. A pesar de las oportunas denuncias que sobre el punto se han hecho, los funcionarios del Instituto Nacional de Antropología e Historia, con Alfonso de Maria y Campos al frente, han cedido a las presiones de Quique Gaviotón y han maniobrado para traicionar acuerdos y acelerar los planes de instalación de luces y sonido… No puede darse mejor muestra de confianza en la estabilidad económica del país que la decisión del gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, de dividir su tiempo entre el encargo mexicano y la presidencia del consejo del Banco de Pagos Internacionales, con sede en Suiza. Ortiz combinaría las dos chambas durante todo el año, si no es que antes Calderón y Carstens le empujan a dejar de darles lata con vaticinios y análisis contrarios a los de Los Pinos… Y, mientras Ebrard se pone tantito austero, ¡hasta mañana, con Reyes Heroles II que sigue refinando!

 
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