|
|||||||
La Jornada del Campo en su Primera Época (1992-2000) Julio Moguel El primer número de La Jornada del Campo apareció el 18 de junio de 1992. De ocho páginas en sus inicios, pasó luego a 16 y se estableció con una periodicidad variable, casi siempre semanal o quincenal. Las preguntas que los directivos de La Jornada se hicieron entonces para decidir si convenía o no editar un suplemento especial sobre los temas agrícolas y agrarios del país confluían en una sola preocupación: dado que los circuitos dominantes de circulación eran urbanos en no menos de 70 por ciento, ¿se concentrarían sus lectores con atención y suficiencia en información y análisis referidos al México rural? Fue el mismo director del periódico, Carlos Payán, quien en reunión motivada por el asunto dio la respuesta simple, llana, central: la contrarreforma agraria del salinismo, desde su impulso en 1991, habría “inundado de campo a la ciudad”, y la protesta y las movilizaciones rurales entraban de lleno en una nueva fase vital. El “tema rural” dejaba, entonces, de ser “cosa de especialistas” y “marginales” para ponerse de nueva cuenta en el centro del debate nacional. Lo rural y lo urbano. La huella de esta reunión quedó literalmente plasmada en el editorial del primer número del suplemento, titulado “Hablemos sobre el campo”: “Conforme avanzan los procesos de reforma en el medio rural mexicano se hace más evidente la necesidad de abrir un nuevo ciclo de debates sobre sus problemas fundamentales. La fase legislativa que inauguró el cambio del artículo 27 constitucional y que avanzó con la aprobación de una nueva ley agraria tiene ahora en puerta la discusión de la legislación forestal y la de aguas (…) Pero más allá del marco legislativo, es el propio ritmo y la profundidad de los cambios y de los conflictos rurales lo que llama a revisar con seriedad la confrontación de diferentes puntos de vista y a abordar el análisis de temas fundamentales (…)” La primera época de La Jornada del Campo duró hasta abril de 2000. No podría decirse, por supuesto, que ese era el año-gozne del ciclo político-social sobre el que había navegado la publicación, pero muy diversas razones aconsejaron al equipo encargado del suplemento y a Carmen Lira —a la sazón ya directora del periódico— suspenderlo en forma temporal. Una de esas razones resultó fundamental: la cuestión indígena , ya para entonces fuertemente dominante en el país, encontraba en las páginas cotidianas de La Jornada la suficiente atención como para que se justificara, además, mantener un suplemento semanal o quincenal que se abocara al tema. Más aún cuando desde tiempo atrás el propio diario cobijaba Ojarasca , suplemento especializado en el asunto y conducido con buen criterio y excelente pluma por Hermann Belinghausen. La última entrega de la primera época de La Jornada del Campo –número 86, de abril de 2000— se concentró en el tema de “el campo en la ciudad”, con entrevistas en la materia a quienes en ese momento contendían electoralmente por la jefatura del Distrito Federal: Santiago Creel (PAN), Andrés Manuel López Obrador (PRD) y Jesús Silva Herzog (PRI). El enfoque resultó un significativo colofón de lo que había sido la primerísima intención, ya señalada de Payán en la reunión del 92, de fundir en letra lo que las realidades del país estaban fundiendo en vida (el campo y la ciudad, lo rural y lo urbano). Sus protagonistas. La Jornada del Campo en su primera época tuvo acaso la virtud de ser un material entretejido en las pieles de la lucha política y social de los medios rurales del momento. Lejos —aunque no demasiado— de la academia, sus directivos y colaboradores principales se movían con cierta holgura y libertad en los espacios íntimos o públicos del movimiento rural. En sus primeros números dominó el análisis sobre las reformas agrarias del salinismo, en un debate en el que nadie se sintió excluido (Hugo Andrés Araujo, Gustavo Gordillo, Arturo Warman, por ejemplo, tuvieron su momento específico de aparición en las páginas del suplemento). Dio cabida y voz periodística a los actores sociales y políticos que se identificaron con “las movilizaciones por la tierra” (“Hoy luchamos por la tierra y también por el poder”, diría la Coordinadora Nacional Plan de Ayala), pero no subestimó la relevancia de aquellos núcleos y organizaciones que hablaron de ser un “nuevo movimiento campesino” (“por la apropiación del proceso productivo”, diría la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas). EZLN y más . De 1994 a 1996 el movimiento rural se tiñó de indígena con la emergencia zapatista (del momento de “la insurrección” al cierre del ciclo de negociaciones en San Andrés Larráinzar). Lo mismo sucedió con La Jornada del Campo de esa primera época. Pero no fue menor el empeño de sus directivos y colaboradores para tocar el tema de las realidades rurales emergentes a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN). De 1997 al 2000 se mantuvo más o menos la misma matriz temática, con apertura a una serie de ítems que en muy poco tiempo adquirieron una relevancia mayúscula. Entre otros: la problemática de la producción orgánica y del “mercado justo” (destacadamente en la producción del café); la participación de la mujer y la “equidad de género”; las cuentas amargas del proceso globalizador en el más allá de los rasguños salvajes de la apertura teleciana ; los flujos y reflujos migratorios; las luchas rurales latinoamericanas. Por allí debe ubicarse la huella que dejó La Jornada del Campo en su primera época. Coordinador de La Jornada del Campo en su primera época (1992-2000) Boletines, periódicos y revistas: instrumentos claves de las organizaciones Lourdes Edith Rudiño Ya sea con fines políticos; con el interés de interconectar a organizaciones locales socias; para buscar el diálogo con actores externos (como legisladores, académicos y funcionarios), y/o para difundir entre las bases campesinas experiencias y metodologías de producción ecológica, recuperación de suelos y comercio justo, entre otros temas, las organizaciones nacionales del campo están presentes en los medios de comunicación, básicamente con revistas, periódicos locales, boletines y páginas web. Todos, de su propiedad. Son medios nuevos y en constante transformación, pues el hecho de que el ámbito rural tenga espacios escasos en los medios masivos –y que éstos no comuniquen con plenitud sus múltiples dimensiones— hace explorar nuevos caminos. Guillermo Correa, responsable de Comunicación de la Confederación Nacional Campesina (CNC), dice: “es responsabilidad de las organizaciones generar nuevos medios que expresen las situaciones del campo de manera más justa. En los medios masivos, comerciales, es conocida la frase de los jefes de información de que cuando hay algún accidente o matazón, sólo es noticia cuando los muertos suman más de 50. Así, con criterios como éstos, el tema rural tiene que competir con mucha información, y siempre sale perdiendo, siempre se le margina”. Eso preocupa, dice, pues “en esta época los triunfos se logran más a través de los medios de comunicación”. Ejemplos de los esfuerzos informativos desde las organizaciones los podemos encontrar en la propia CNC, en la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) y en el Programa de Intercambio, Diálogo y Asesoría en Agricultura Sostenible y Soberanía Alimentaria (PIDAASSA). La Revista ANEC , con el lema “El cultivo de estar informado”, nació en 2005 su periodicidad es bimestral y su tiraje es de mil a mil 500; se distribuye en 15 estados, donde tiene presencia ala asociación. “Lo que hacemos es construir canales de comunicación e información oportuna y veraz sobre la problemática de las organizaciones socias e instancias de la ANEC , así como de nuestras experiencias exitosas”, dice Enrique Pérez Suárez, responsable de Comunicación de la agrupación y agrega que la publicación, junto con la página web que tienen, permite que las organizaciones socias se conozcan entre sí de manera amplia y “queremos que ayude al fortalecimiento de nuestro modelo alternativo” de organización. Pero la revista no es sólo un órgano interno, se distribuye también entre los reporteros del sector agropecuario y se busca que académicos e investigadores tengan en ella una fuente de consulta. La revista además es foro para que la ANEC dé cuentas claras de su acceso a recursos públicos y de su gestión ante las autoridades gubernamentales. “Esto es de suma importancia porque la gente no cree en las organizaciones, debido al clientelismo y cacicazgo de muchos líderes y por su vinculación con partidos políticos. Por eso, por la vía de nuestros medios de comunicación debemos ser transparentes y dar cuentas claras”. La CNC generó su revista La Campesina en 1998 y la mantuvo vigente mientras Heladio Ramírez fue el líder nacional. “Allí se analizaban los principales problemas del sector rural, migración, jornaleros, situaciones de las diversas ramas, maíz, frijol (...) La revista, que llegó a tener un tiraje de cinco mil ejemplares, contaba con financiamiento del entonces gobierno federal priista (propaganda y publicidad pagada por las instituciones relacionadas con el agro). Con la llegada del PAN al poder en 2000, la publicación continuó recibiendo ese financiamiento, no obstante que ya la CNC era oposición y que nuestros contenidos eran críticos”, comenta Correa. La revista logró relevancia internacional. Un reportaje sobre los descendientes de Emiliano Zapata en condición de emigrantes en Estados Unidos fue reproducido por la BBC de Londres y O'Globo de Brasil. La revista declinó “conforme el PAN se iba aceptando como partido en el poder”y dejó de editarse, dice Correa y agrega que cuando llegó Cruz López a la dirigencia cenecista la agrupación decidió poner en marcha una página web como medio de comunicación interno y externo. Reconoce que el internet es un medio al que tienen poco acceso los pobladores rurales, los miembros de la CNC , pero precisa que las ligas campesinas cuentan con periódicos locales y murales y además la agrupación recurre a los carteles. “Por ejemplo, en agosto se sacaron seis carteles con los logros del primer año de presidencia de la CNC de Cruz López”. Cabe destacar por último el boletín de PIDAASSA, denominado Carta Informativa , que apenas suma tres ediciones y ha salido en forma cuatrimestral con tirajes variantes de entre 500 y mil ejemplares –los costos determinan esto--. “Más que noticias, el boletín publica artículos de reflexión y análisis de temas claves, como territorio, recursos naturales y biodiversidad, pero sobre todo lo que ofrece son las experiencia que las propias organizaciones miembros desarrollan en materia de medio ambiente, producción ecológica, rescate de suelos y semillas nativas, participación de la mujer, comercio justo y exportación de productos orgánicos como la miel de Calakmul, en Campeche (...) el boletín está escrito en forma amigable y coloquial, tiene bastante ilustración a colores, pues es dirigido principalmente a los campesinos”, señala Cecilia Oviedo, quien comparte con Lorena Paz Paredes la responsabilidad de la publicación. “La experiencia previa (de PIDAASSA) había sido el intercambio de memorias, talleres. Pero nos dimos cuenta que era necesario difundir experiencias prácticas (...) Es común que cada organización realice su trabajo y no conozca lo que pasa en otros espacios, salvo cuando hay asambleas grandes. Entonces el intercambio que propicia el boletín permite reforzar la identidad de las organizaciones, que los miembros de éstas sepan que no están solos, que son parte de una cosa más grande y que hay otros que hacen cosas parecidas y enfrentan limitaciones parecidas, además de que se comparten los avances”. La Carta Informativa se difunde en México pero también en organizaciones de Cuba, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Bolivia, Perú, Ecuador Brasil, Chile y Colombia. El PIDAASSA México tiene una página web desde 2004 y también el PIDAASA internacional (en este caso desde comienzos de 2008). “Pero nos hemos dado cuenta que el acceso al internet no es una práctica frecuente de las organizaciones campesinas, indígenas, y el material escrito, gráfico, sigue teniendo una utilidad muy importante”.
|