Jazz
■ Juan Alzate
Al escuchar la música de Juan Alzate nos invade esa confortable, suculenta y extrañísima sensación de que las cosas tuvieron que ser así y de ninguna otra manera; uno queda convencido de que todos los sonidos, y hasta el último de los silencios, están precisamente en el lugar que corresponde, muy a pesar de la naturaleza del jazz, y de que al maestro Alzate siempre le ha gustado mover todo de su lugar.
No sólo sus discos manejan diferentes discursos entre sí (con la constante del postbop y sus modales e innumerables rostros). En un mismo título suelen sumarse y hasta multiplicarse las dinámicas y las vueltas de tuerca. La suya es una lógica jazzística con más quimeras que razonamientos, pero con técnica impecable, inobjetable, que se vuelca, como jugando, en una curva ascendente de jubilosas alegorías, de parábolas que desembocan en la franca y amable sonrisa de Juan cuando alza su instrumento a manera de ofrenda. Y la que sigue.
Cada concierto, cada disco, son una exploración única e irrepetible por las diferentes posibilidades del sonido y sus escalas. Sólo en 2008, este saxofonista nos entregó dos nuevos discos: Los jugadores de jazz y Minnewanka, el quinto y sexto en su haber solista.
El primero es un trabajo hecho por encargo, como lo hacía el compadre Bach hace tres siglos, para un torneo internacional de ajedrez. Los ajedrecistas juegan la final en Linares, España, y por causas que todavía no entendemos, las semifinales se llevan a cabo en Morelia; ahí convocaron a Juan para hacer música y proyectarla durante los movimientos de peones, alfiles y etcéteras.
Juan propuso entonces a Nektli Rojas que hiciera una historia, ya no de jugadores de ajedrez, sino de de jazz, y con base en las imágenes del cómic resultante –donde aparecen personajes como San John Coltrane– el maestro talló una a una las piezas en medio de la espesura de Improvisación del jaque, en los ecos funk de Las negras abandonan, en la tradición del Blues de los peones o en la delicia cubista de Las lágrimas de la torre.
Flavio Meneses está en la guitarra eléctrica, David Villanueva le da al piano eléctrico, Iván Lara se encarga del bajo eléctrico, mientras Efrén Capiz nos muestra sus enormes avances en la batería. Juan Alzate, como siempre, da aliento a los saxos tenor y soprano.
El segundo disco de 2008 es Minnewanka, grabado tres años atrás durante una residencia artística de tres meses del moreliano en el Centro Banff, de Alberta, Canadá. De hecho, Minnewanka es el nombre de un lago de aquella región, que en lengua lakota quiere decir espíritu del agua.
Los resultados son de antología, pues entre las múltiples grabaciones en vivo y en estudio que pudo realizar este maestro por aquellas tierras, seleccionó 11 temas de enorme factura. Seis son de él, uno más está firmado por Domingo Ramos (compositor purépecha de principios del siglo XX) y los cuatro restantes son de los músicos canadienses con quienes interactuó para cocinar esta obra de arte.
Probablemente la única atmósfera que sentimos medio trastabillar aparece en Si près, mais si loin, tema interpretado por la 2005 Jazz Orchestra y compuesto por Marianne Trudel. El resto del compacto es inmaculado. En su segunda mitad, grabada en vivo, se puede apreciar con claridad el respeto y la emoción que despertaban los saxos de Alzate entre el público canadiense.
Si quiere escuchar una de las mejores obras contemporáneas de un músico mexicano de jazz, no dude en adquirir Minnewanka. O bien, vaya a escuchar a Juan Alzate en vivo. En la ciudad de México toca muy seguido en Papá Beto; en Morelia es parte del paisaje musical. De manera eventual viaja a los festivales del resto del país, porque boyante y medio atarantado, el espíritu se deja llevar por sus saxos y siempre regresa fortalecido a la realidad nuestra de cada día. Vale la pena. Salud.