■ Diego Luna, protagonista y productor de la obra, habla de su trabajo con John Malkovich
“El buen canario, el equilibrio entre lo creativo y una gran empresa”
■ En México no hay políticas que permitan hacer más accesibles trabajos de este tipo, comenta
■ Aquí la sombra del caudillo se extiende al arte, y el director dice y decide todo: Giménez Cacho
Ampliar la imagen Daniel Giménez Cacho y Diego Luna en los camerinos del teatro Insurgentes Foto: Yazmín Ortega y Francisco Olvera
Una vez más, la sala repleta, como ocurre desde el día del estreno, el pasado 26 de noviembre. El buen canario ha sido un éxito de taquilla.
¿Qué ha influido en ello? ¿Que en la marquesina y en la publicidad aparezca el nombre de John Malkovich como director, o los prestigiosos actores que conforman el elenco: Diego Luna, Daniel Jiménez Cacho, Bruno Bichir e Irene Azuela?
Es una mezcla de ambos aspectos. Sin embargo, no puede dejarse de lado el amplio despliegue mediático y publicitario que la obra ha tenido desde que se anunció el proyecto del montaje.
Al margen de la satisfacción personal, los reflectores y la crítica favorable a su actuación en esta obra, escrita por el dramaturgo estadunidense Zach Helm a los 22 años, llegar a este momento ha sido un proceso arduo, pero sobre todo gratificante en lo humano y lo profesional para el elenco, al que se suman Jorge Zárate, Martín Altomaro y Yuridia del Valle.
Factor fundamental de desarrollo
Diego Luna, quien además de protagonista es el productor del montaje, afirmó que uno de los principales problemas que enfrentó para presentar esta obra fue que la cultura no es vista en México como negocio y ni siquiera el gobierno es capaz de verla como parte fundamental del desarrollo del país, de su educación.
“El problema en México es que quien quiere hacer dinero escoge qué hacer y por qué se hace, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos y Europa, donde están los que aportan el capital y los que se encargan del aspecto artístico. Le dije a John que intentáramos hacer aquí lo que ocurre en otros países, que hiciéramos de esta obra el espectáculo que nadie hubiera esperado.
“La muestra de que el teatro sigue siendo refugio para la crisis está clara. Desde el primer momento nuestro interés fue cuidar el proceso creativo, meter a la gente adecuada para desarrollar la obra; pero también hacer de esto una gran empresa que funcione como negocio, pero en el que nosotros podamos tomar las decisiones.”
El actor comentó que poco después del estreno estaba “apanicado”, porque temía que no fueran a salir bien las cosas ni los costos. Inclusive, dijo, tuvieron que bajar los precios ante la idea de que quizás estaban haciendo una obra para un grupo muy restringido del público, muy de nicho.
“Puedo estar tranquilo porque no timamos a nadie. Me gustaría que en este país hubiera políticas que hicieran más sencillos estos trabajos y más accesibles para la gente, pero no sólo no hay subsidios para cualquier espectáculo cultural, sino que ahora hasta tiene impuesto. Creo que, además de lo que paga cualquier empresa, debemos pagar ocho por ciento extra.”
Lo anterior es, en opinión de Luna, indicador de que “a todos aquellos que toman las decisiones les tiene sin cuidado la educación de la gente; el crecimiento intelectual y personal de este país, ni el futuro que le vamos a dejar a la siguiente generación.
“La idea de que un pueblo inculto, sin referentes, es un pueblo que exige menos, sometido, es trillada, pero válida.”
Sobre el trabajo con Malkovich, Daniel Giménez Cacho apuntó que una de sus principales experiencias ha sido conocer las diferentes maneras en que se concibe y se hace teatro en Estados Unidos y México.
“Allá están acostumbrados a que el actor es quien comienza a hacer las cosas, mientras aquí la línea es que el director nos indique lo que hay que hacer, como sucede con el papá, el líder político; es una cuestión cultural: la sombra del caudillo se extiende hasta el arte y el director debe decir y decidirlo todo.”
Abundó: “Con Malkovich es otro mundo: él espera lo que uno va a hacer y a partir de eso va sugiriendo. Da una libertad muy amplia, que puede ser desconcertante. Juan José Gurrola, quien fue mi maestro, también trabajaba así, aunque con otros elementos, como el caos y la locura, que también obligan a uno a saber qué hacer”.
En el circuito del teatro culto
En opinión del actor, El buen canario es una obra que bien podría caber en el circuito del teatro culto, si bien, aclaró, con otro tipo de montaje.
“Quienes la han visto, sobre todo colegas de teatro, señalan que la puesta está superfresa, por el dramatismo que encierra. Pero estoy convencido de que lo que hacemos es un empaque muy seductor, muy atractivo visualmente, para que el contenido te pegue después.”
Prosiguió: “Es un drama, por eso me gustó. Es el drama de una chica que no es capaz de vivir su vida a plenitud, que es incapaz de vivir el éxito que le toca. Habla de la anorexia, que es un problema actual de salud y social: cómo quiero ser aceptado.
“Son los temas de hoy, y hay una presión muy fuerte en torno de ellos. Tengo una hija de 13 años y me doy cuenta de la fuerte presión a la que está sometida, desde la mercadotécnica, la social hasta la familiar. ¿Qué marca de ropa usas?, ¿qué lees?, ¿qué comes?
“Todo es presión por todas partes, y en eso hay dos caminos para la persona: o comienza a reaccionar con las exigencias de fuera o se hace caso a sí misma y va construyendo su identidad”.
Giménez Cacho habló sobre la división entre teatro comercial y culto, y considera que se trata de una idea anticuada: “Es más, la idea de izquierda y derecha me parece anticuada también; me parece una coartada de los políticos, como preguntar ¿le vas al Cruz Azul o al América?, cuando lo que debe importar es que nos guste el buen futbol. Esas divisiones, ¡ni qué chingadas madres!
“Es una causa y un motivo que el arte entre al terreno comercial. Por desgracia, generalmente lo comercial en el arte abarata, pero está obra bien puesta y su contenido es interesante.”
Ante el éxito se abrieron tres funciones: el 14, 21 y 28 de enero a las 20:30 horas. Además de que continúan los horarios de jueves 20.30 horas; los viernes a las 19 y 21:30; los sabados a las 18 y 21, y los domingos a las domingos 17 y 19:45 horas. La temporada terminará el primero de febrero.