■ Rechaza la mayoría en el Senado entregar a Roland Burris la curul que deja Obama
Escándalos y prácticas corruptas entorpecen el acceso al poder del carro completo demócrata
Ampliar la imagen Rod Blagojevich designa a Burris (derecha) el 20 de diciembre, pero ayer éste fue rechazado en el Senado Foto: Ap
Nueva York, 6 de enero. La práctica política casi universal de “pagar para jugar” y disputas electorales han entorpecido el acceso al poder de la nueva legislatura federal y la transición presidencial para el liderazgo demócrata en Washington, mientras el país espera con creciente angustia el rescate del sistema económico estadunidense.
Hoy, las dos cámaras del Congreso, con ampliadas mayorías demócratas, pusieron en marcha la 111 Legislatura, que enfrenta como tarea prioritaria y urgente abordar un paquete de estímulo económico –tal vez la intervención estatal más grande en la la historia del país– para enfrentar la peor crisis económica desde la gran depresión.
Pero la atención sobre este tema tan grave fue desviada hoy por otra crisis menor, cuando Roland Burris llegó al Capitolio y los funcionarios del Senado le negaron el derecho de ocupar la curul del Senado que dejó vacante el presidente electo Barack Obama.
Rodeado de decenas de cámaras y reporteros, Burris insistió en que “no estoy buscando el drama”, pero lo que provocó fue una distracción mayor para los demócratas que están por tomar el control del Legislativo y el Ejecutivo.
El secretario del Senado informó a Burris que sus credenciales no estaban en orden y por tanto no le sería permitido tomar posesión de la curul. Burris fue nombrado por Rod Blagojevich, el gobernador de Illinois arrestado en diciembre acusado de varios cargos de corrupción, incluso ofrecer el puesto de senador federal por Illinois al mejor postor (por ley estatal, cuando una curul queda vacante el gobernador debe designar sustituto para cumplir el periodo).
Blogjevich rehusó renunciar o no nombrar sustituto, y en abierto desafío designó a Burris. Mientras se ventila el caso judicial contra el gobernador y un proceso de destitución en la legislatura de Illinois, aún cuenta con sus poderes.
Sin embargo, el secretario de Estado de Illinois tiene que firmar el nombramiento, lo cual ha rehusado hacer, y por ello el liderazgo demócrata justificó hoy su acción, aunque es posible que se tenga que negociar una solución para evitar mayor distracción de lo que debería ser una celebración de los demócratas en Washington.
Blogojevich está acusado de pedir contribuciones financieras políticas a cambio de favores políticos, como nombramientos y contratos estatales, lo que se llama aquí “paga para jugar”.
Esta práctica también provocó el primer descarrilamiento de lo que había sido la transición presidencial más eficiente, cuando el fin de semana Bill Richardson anunció que se retiraba como próximo secretario de Comercio.
El gobernador de Nuevo México está siendo investigado por un gran jurado, acusado de que a cambio de contribuciones a comités políticos electorales que presidía dio contratos estatales lucrativos a una empresa investigada por la FBI por posibles cobros ilegales a gobiernos estatales por sus servicios financieros.
El problema es que “pagar para jugar” es parte integral del juego político en Estados Unidos. Quien busca un puesto electoral requiere de fondos, pues el dinero determina en gran medida quién gana en este sistema, pero los contribuyentes casi siempre esperan algo a cambio de sus aportaciones.
Por tanto, pocos políticos electos a puestos de alto nivel estatal o federal podrían asegurar que jamás han practicado el “pagar por jugar”. Por supuesto, la idea es lograrlo sin que lo parezca.
Pero hay ejemplos como el de Hillary Clinton, la próxima secretaria de Estado. El New York Times reportó recientemente que casi al mismo tiempo que un empresario donaba 100 mil dólares a la fundación de Bill Clinton, en noviembre de 2004, la senadora Hillary Clinton ayudó a asegurar millones de dólares en asistencia federal para un proyecto de un centro comercial de ese empresario en el estado de Nueva York.
Algunos lo llaman “servir a sus bases”, y lo justifican como esfuerzos para generar empleos y otorgar beneficios a sectores en sus distritos, estados o el país.
Tal vez eso explica por qué la percepción pública sobre los legisladores federales y otros políticos es tan baja aquí, con un Congreso que registra un nivel más bajo de aprobación que incluso George W. Bush en estos últimos meses, el presidente más repudiado en la historia moderna.
Religen a Nancy Pelosi
Una disputa electoral que ha continuado desde las elecciones del 4 de noviembre y después de un largo y tendido recuento de boletas, culminó con el triunfo del demócrata Al Franken, ex cómico, escritor de Saturday Night Live y humorista político, frente al senador republicano Norm Coleman.
Sin embargo, Coleman disputa el resultado con una demanda judicial, lo cual ha complicado el deseo de los demócratas de entregarle la curul a Franken.
El margen del triunfo inicial fue de unos cuantos cientos de votos en favor de la relección de Coleman en la contienda para senador federal por Minnesota, pero con el recuento Franken ahora tiene una ventaja de 225 votos de casi 3 millones emitidos.
Pero el recuento en Minnesota fue realizado con tal precisión y cuidado, bajo la orden del secretario de Estado local Mark Ritchie, de que se contaría “voto por voto, casilla por casilla”, incluyendo revisar algunos de los anulados, que se espera que el resultado finalmente sea certificado.
Con ello, los demócratas habrán incrementado su mayoría en el senado de 51 a 59 contra ahora sólo 41 republicanos. Con una mayoría incrementada por unos 20 curules más, hoy la diputada Nancy Pelosi fue relecta presidenta de la Cámara de Representantes.
Con una mayoría ahora de 257 demócratas contra 178 republicanos, la Cámara y el Senado gozarán trabajar con un demócrata en la Casa Blanca cuando Obama asuma, el 20 de enero, pero de inmediato deberá enfrentar la amplia gama de desastres que hereda del gobierno republicano, desde la crisis económica a la guerra en Irak y Afganistán y la crisis en el sistema judicial, entre otros.
Claro, todos los legisladores y nuevos miembros del gabinete prometen un cambio en la manera en que opera Washington. Pero saben que casi todos regresarán a lo que se necesita para llegar hasta donde llegaron: “pagar para jugar”.
La celebración de los demócratas, aunque un poco opacada, ha comenzado.