■ Fracasó el intento de reducir gases de invernadero mediante acuerdos, dicen
Expertos, en pro de plan emergente contra efectos del cambio climático
■ Implicaría aplicar propuestas de geoingeniería, desechadas hasta hace poco por lo científicos
■ Disminuir los niveles de luz solar por medios artificiales, uno de los polémicos proyectos
Se necesita un plan B de emergencia, que haga uso de la tecnología más reciente, para salvar al planeta del cambio climático, según una encuesta entre científicos de primer nivel llevada a cabo por The Independent. El fracaso colectivo internacional en poner freno a las emisiones hace imperativo aplicar una alternativa que vaya más allá.
El plan B implicaría poner en práctica propuestas sumamente polémicas para reducir las temperaturas globales mediante atrevidos esquemas orientados a reducir los niveles de luz solar por medios artificiales, o bien eliminar el bióxido de carbono (CO2) de la atmósfera. Este enfoque de “geoingeniería” –con medidas como fertilizar los océanos con hierro para estimular el crecimiento de algas– se habría desechado todavía hace pocos años, pero ahora la mayoría de los científicos encuestados lo consideran un plan de respaldo viable, que podría salvar al planeta de los peores efectos del cambio climático, al menos en tanto no se realizan reducciones más drásticas del CO2.
Lo que preocupa a muchos expertos, entre ellos reconocidas autoridades de las principales universidades e institutos de investigación del mundo, así como un premio Nobel, es el fracaso en reducir las emisiones de gases invernadero mediante acuerdos internacionales, como el Protocolo de Kyoto, al igual que los estudios recientes que indican que los “drenajes” naturales del carbono de la Tierra se vuelven menos eficientes en absorber de la atmósfera el CO2 producido por el hombre.
Incremento pese a tratado
Los niveles de este gas siguieron aumentando durante la década pasada, pese a la firma del tratado, y ahora se incrementan con mayor rapidez que la prevista incluso en los peores escenarios desarrollados por el Panel Internacional sobre Cambio Climático, órgano de Naciones Unidas. Entre tanto, la absorción natural del CO2 por los bosques y océanos del mundo ha decrecido en forma significativa.
La mayoría de los científicos encuestados coinciden en que el fracaso en acotar las emisiones, que crecen a razón de uno por ciento al año, ha creado la necesidad de un plan B de emergencia, consistente en investigación, desarrollo y la posible aplicación de una estrategia mundial de geoingeniería.
Poco más de 54 por ciento de los 80 especialistas internacionales que tomaron parte en la encuesta de The Independent coincidieron en que la situación es tan sombría que se requiere un plan B, del cual formaría parte la manipulación artificial del cambio climático para contrarrestar la emisión de gases de invernadero. Alrededor de 35 por ciento estuvieron en desacuerdo, pues sostuvieron que distraería del objetivo primordial de reducir las emisiones, en tanto 11 por ciento restante dijo no saber si sería necesaria una estrategia de geoingeniería.
Casi todos los que creen que se debe estudiar la aplicación de geoingeniería advirtieron que no debe usarse como alternativa a los acuerdos internacionales sobre emisiones, sino como unas acción paralela en caso de que el cambio climático se salga de control y exista una necesidad urgente de enfriar el planeta con rapidez.
Hace unos años se consideraba que la geoingeniería era una desviación del tema principal, pero en fechas recientes se ha vuelto un asunto serio de investigación. Por ejemplo, el próximo verano la Real Sociedad de Londres publicará un informe en la materia, dirigido por el profesor John Shepherd, del Centro Nacional de Oceanografía de la Universidad de Southampton, Inglaterra. Shepherd fue de los primeros científicos en sostener la necesidad de un plan B, pues se muestra pesimista no sólo de que se puedan reducir las emisiones de gases de invernadero, sino de que el sistema climático de la Tierra pueda hacer frente al incremento previsto de CO2. Shepherd estudia la interacción entre el clima y los océanos. Sólo uno de los 80 científicos encuestados dijo sentirse más optimista en cuanto a este punto; 72 por ciento se dijeron menos optimistas, y 23 por ciento expresaron sentirse igual que antes.
El profesor James Lovelock, geocientífico y autor de la hipótesi de Gaia, según la cual la Tierra es un organismo cuasiviviente, es uno de los que se declaran menos optimistas. Cree que se requiere con urgencia un plan B. “Nunca creí que el Protocolo de Kyoto condujera a una reducción útil de las emisiones de gases de invernadero, así que tampoco estoy más o menos optimista que hace 10 años de que se puedan reducir ahora. En cambio estoy menos optimista que hace 10 años en cuanto a la capacidad del sistema climático mundial de hacer frente a los incrementos previstos de los niveles de carbono en el aire –declaró a The Independent–. Estoy totalmente de acuerdo en que necesitamos un plan B, en el que se trace una estrategia de geoingeniería en paralelo a otras medidas para reducir las emisiones.”
Entre quienes se oponen a la geoingeniería está el profesor David Archer, geofísico de la Universidad de Chicago y experto en química oceánica. “El bióxido de carbono liberado a la atmósfera seguirá afectando al clima durante milenios –afirma–. Confiar en esquemas de geoingeniería como los aerosoles de sulfatos sería como poner el planeta en vida artificial. Si la humanidad del futuro no paga su factura climática –la cual le heredaremos nosotros, desde luego–, recibirá todo el impacto del cambio climático en muy poco tiempo.”
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya