■ Un ebrio que hizo literatura con los demonios que el alcohol desataba en su interior
Misterios y sinrazones del ser humano alimentaron a Lowry
■ Escribió dos novelas; una, la obra maestra Bajo el volcán, le demandó 10 años de trabajo
■ “Él es el cónsul del libro, una rara especie con un aura de genio y una energía casi peligrosa”
Ampliar la imagen El escritor en su cabaña en Dollarton, al norte de Vancouver, en Canadá Foto: archivo
Ampliar la imagen Malcolm Lowry en dos etapas de su vida. foto tomada en 1946 Foto: archivo
La embriaguez, la borrachera, el embrujo del alcohol, su vertiente lúdica y su faceta autodestructiva; como puerta al cielo y como tobogán al infierno, y toda la cultura generada a su alrededor, han tenido lugar constante en la literatura a lo largo de la historia. Desde Homero hasta nuestros días. En el siglo XX, en julio de 1909, nació Malcolm Lowry, autor de una de las obras maestras que se han escrito acerca de ese tema y sus variantes: Bajo el volcán. A 100 años de su natalicio, Lowry será recordado por la única novela valiosa de las dos que publicó.
De entrada hay que decir que Lowry era un borracho. Su mérito literario fue hacer arte de su experiencia alcohólica, de su descenso a los infiernos y de sus veleidades con los demonios que el alcohol desataba en su atormentado mundo interior.
Bajo el volcán (1947) trasciende el simple testimonio autobiográfico para ser una novela que, como toda obra maestra, indaga sin contemplaciones en lo más profundo de los misterios y sinrazones de la condición humana. Cuenta la historia de Geoffrey Firmin, cónsul británico retirado, residente en México, en una ciudad que en la novela se llama Quauhnáhuac (cuya descripción y ubicación geográfica corresponden a Cuernavaca, donde Lowry vivió entre 1936 y 1939), al centro de un paisaje presidido por la majestuosidad del Iztaccíhuatl y el Popocatépetl.
Euforia fugaz
Engañado y abandonado por su esposa, envuelto en una atmósfera brumosa, donde el mundo concreto se confunde con las fantasías alcohólicas, Firmin deambula por la ciudad recordando, bebiendo día y noche con propios y extraños, oscilando de la euforia fugaz a la autocompasión, de la lucidez más quemante al delirio paranoico resultante del exceso.
Sin que sea el principal tema de la novela, para el lector mexicano o interesado en la historia y la cultura mexicanas el contexto político y social en que transcurre el relato puede resultar tan interesante como la exploración del mundo interior de Firmin. Lejos del estereotipo folclórico, edulcorado, Lowry ofrece la imagen de un México en pleno reacomodo posrevolucionario: bronco y arbitrario, corrupto, emboscado, brutalmente injusto, y, al mismo tiempo, vital, creativo e incluso entrañable.
Bajo el volcán –apuntó el escritor Hernán Lara Zavala en un ensayo publicado en la revista Letras Libres– “es una novela imbuida de un profundo sentido mítico y religioso, que permite que aun los que abjuran del alcoholismo puedan sentir la carga de la angustia existencial del cónsul; es una novela que nos brinda una dolorosa imagen de la caída del hombre, de su lucha consigo mismo observada con penetrante lucidez y sentido crítico, no exento, por cierto, de sentido del humor.”
El escritor D.T. Max describe que en febrero de 1947, durante una celebración por la publicación y la buena aceptación que había tenido la novela por parte de la crítica, Lowry bebió desenfrenadamente, al grado de que “cuando las celebridades literarias se arremolinaban para felicitarlo durante una fiesta en su honor, él estaba demasiado ebrio para responder”.
La escritora Dawn Powell presenció la escena y anotó en su diario: “Él es el cónsul original del libro, una rara especie de persona –elegante, vigoroso, borracho– con un aura de genio a su alrededor y una energía personal casi peligrosa, un aire de posesión diabólica”. Sin embargo, también señaló: “Uno ama al autor de Bajo el volcán por el dolor de su percepción abrumadora”.
Malcolm vio la primera luz en Cheshire, Inglaterra. Fue el cuarto hijo de Arthur y Evelyn Lowry. Él, un comerciante algodonero, puritano y religioso, que detestaba el alcohol y a los borrachos. Ella, una madre distante y enfermiza que, no obstante, tuvo influencia decisiva en la vocación literaria de su hijo.
Fue con Jan Gabrial que Malcolm Lowry vivió en Cuernavaca, hasta que finalmente ella lo abandonó y él cayó en una de las etapas más agudas de su alcoholismo. Sin embargo, fue una experiencia imprescindible en su realización como escritor. La escritura de Bajo el volcán fue increíblemente accidentada. Le tomó 10 años a Lowry concluirla. El proceso atravesó por “el abandono definitivo de Jan, la caída brutal en su dipsomanía, su ‘noche oscura del alma’ en Oaxaca, la expulsión de México, su encuentro hollywoodesco con Margerie Bonner, el divorcio de Jan, su matrimonio con Margerie y su colaboración en la corrección de su novela; el incendio de su cabaña en Dollarton, la pérdida del manuscrito In Ballast to the White Sea y la heroica recuperación del enésimo borrador de Bajo el Volcán por parte de Margerie; la conclusión de la novela en la Navidad de 1944(...)”