■ El servicio se da a los hoteleros, dicen
Pobladores de La Cruz, Nayarit, carecen de agua dulce desde 2001
Ampliar la imagen En el poblado de La Cruz Huanacaxtle, Nayarit, los bienes raíces ha resultado un negocio jugoso para extranjeros interesados en adquirir casas, departamentos y terrenos; sin embargo, los pobladores resienten afectaciones, pues no cuentan siquiera con una red hidraúlica de agua dulce Foto: Javier Santos
La Cruz de Huanacaxtle, Bahía de Banderas, Nay., 2 de enero. Este poblado, que en la década pasada era pesquero y ahora se inclina hacia el sector turístico, tiene sed. No es que sus más de 8 mil habitantes carezcan de agua, de hecho la tienen en el mar frente a sus casas y cuentan con conexión de agua. Lo malo es que “no es potable, sino salada”.
A un lado del pueblo, por las tuberías, sin embargo, pasan “miles y miles de metros cúbicos de agua dulce hacia las zonas turísticas de Punta de Mita, pero sólo llegan a hoteles, quizá de los mejores del mundo, como el Four Seasons, propiedad del magnate Bill Gates. Aquí el pueblo tampoco tiene agua”.
Desde hace más de ocho años los habitantes de La Cruz no pueden tomar agua de la llave, tampoco usarla para cocinar y bañarse debido a la salinidad. Para esto último deben usar mucho champú, y para lavarse las manos, bastante jabón líquido.
Para saciar la sed, los pobladores usan buena parte de sus in- gresos en la compra de garrafones a 20 pesos cada uno. Hay familias de seis integrantes que deben adquirir diariamente hasta dos botellones. Los restaurantes de lujo, ni pensarlo; a esos sí les “va mal”, cuentan.
Aquí un metro cuadrado de tierra cuesta 3 mil pesos, según operadores de bienes raíces, pero quienes los adquieren “no sufren, pues tienen poder adquisitivo”, dice Jaime Cuevas, presidente del ejido de La Cruz de Huanacaxtle.
“Quien paga 3 mil pesos por metro cuadrado toma agua embotellada, se baña con jabón líquido para que se diluya adecuadamente; no cocina con agua de la red, sino con agua purificada para que los frijoles hiervan; el café no te lo puedes tomar. Somos buenos clientes de las embotelladoras”, dice.
Pero señala que el efecto en los bolsillos es mucho mayor para las familias de escasos recursos económicos, pues “sigue más jodida”.
Juan Gutiérrez tiene una tienda de abarrotes frente a la plaza de La Cruz, poblado con una marina recién inaugurada. Señala que con el agua que sale de la llave “no podemos hacer un caldo”, y “uno se las tiene que ingeniar: uno ve el agua aquí como sagrada”, narra detrás del mostrador… para bañarse uno tiene que usar mucho champú, si no te quedan las greñas paradas”, dice, tras recordar que hace más de ocho años que tienen el problema.
Recordó que en un tiempo la gente “iba a lavar a Bucerías”, un poblado de Nayarit situado a 10 kilómetros; incluso compraba pipas para comprar menos garrafones, pero ahora al agua salada “la mezclan un poco con dulce” y apenas así se puede lavar. El abarrotero narra que a diario debe comprar dos garrafones a pesar de que sólo vive con su esposa.
“Hay gente que tiene seis o más hijos, imagine lo que gasta”; por eso “el agua la ve uno como sagrada”, dice Gutiérrez.
Otro poblado que también sufre sed y frente a los mejores hoteles del mundo, como el Regis, es Corral del Risco, donde hace poco más de una década todos sus pobladores, la mayoría pescadores, fueron desalojados a balazos y macanazos por policías estatales y municipales. A cambio les dieron unos cuartitos donde muchos viven hacinados, pero otros se encuentran en la miseria pues les quitaron su trabajo, o trabajan con salarios “míseros en hoteles” o en casas de extranjeros.
En este poblado también tienen tubería pero rara vez llega agua potable; algunos creen que se trata de una estrategia para que se harten y vendan sus tierras o fincas, muchas con vista al mar o cerca de él, a los hoteleros que están al acecho.
“Vieja política nacional”
Que los pueblos costeros casi nunca tengan agua potable forma parte de una vieja política nacional denominada la marcha hacia los mares y “me recuerda una teoría ecológica, basada en las colonizaciones de los territorios”, narra Jorge Téllez, investigador de la Universidad de Guadalajara.
En México esa teoría funciona así: “mandan de avanzada a las comunidades a darles territorio, con eso justifican infraestructura de carácter social, luego usan una infraestructura y cuando redescubren los sitios que tienen capacidades de inversión o de explotación financiera para los mercados nacionales e internacionales, viene una competencia desigual”.
Es cuando los inversionistas “se implantan y en algunos casos desplazan a los pobladores, como en el caso de Punta de Mita con el Four Seasons”. Obviamente las estrategias demandan una cantidad de servicios, muchas veces insuficientes y hay sobrexplotación, lo que obliga a un asentamiento de las mismas comunidades”.
Si llegasen a oponerse, a los pobladores les dicen que rechazan el desarrollo. “Yo diría fríamente que los mandan como carne de cañón, aunque esto no se nota porque son procesos que llevan décadas, duran hasta 50 años, y claro, en el discurso señalan que (los habitantes) se oponen al desarrollo.”