De boxeadores a fayuqueros
Otrora cuna de campeones, Tepito decae por el contrabando y la venta de drogas: Famoso Gómez
Ampliar la imagen “No necesito dinero ni fama, sino sembrar semillas. Si sale alguien con facultades portentosas para pelear, nos iremos a otro lado para no tener problemas”, expresa el pugilista retirado Octavio Famoso Gómez frente a su retrato, pintado en una pared de Tepito Foto: Francisco Olvera
Un día el ex peleador Octavio Famoso Gómez recibió una llamada misteriosa en el gimnasio de Tepito donde imparte clases de boxeo.
–¿Qué pasó, mi Famosito? Oye, qué buena onda por lo que haces ahí en el gimnasio, pero te voy a pedir un favor: saca a tu hijo de ahí (Cuauhtémoc Famosito Gómez), o no hables. No digas nada. ¿Está bien? Y ya sabes, nosotros estamos contigo, apreciamos mucho a los boxeadores, los admiramos, pero no hagas mucho pinche ruido.
–Está bien, está bien –contestó Famoso–. No hay pedo, no te preocupes, y gracias.
Esa voz anónima era una advertencia para que Gómez dejara de llamar la atención, porque en ese momento su hijo destacaba en el boxeo y empezó a atraer al gimnasio a jóvenes del barrio.
“Pretendía que sacara a los chavos del gimnasio porque quieren que en Tepito sólo tengamos fama de la mala, no de la buena”, comentó sobre aquel incidente de 1995, cuando un jefecillo del mundo de la droga le lanzó la amenaza.
“Qué bueno que no me ha salido un peleador tan grande. Yo no necesito dinero ni fama, sino sembrar semillas en la gente joven. Si sale alguien con facultades portentosas para pelear, pues ya nos iremos para otro lado, para no tener problemas”, anuncia.
En Tepito la figura del boxeador está profundamente ligada a la identidad del barrio. De ahí surgieron grandes ídolos que trascendían las coordenadas de una de las zonas más tradicionales de la capital. Kid Azteca, Raúl Ratón Macías, Chucho Hernández, Enrique García, José Huitlacoche Medel, Rodolfo Martínez, Lorenzo Halimi Gutiérrez y Octavio Famoso Gómez son algunos de los nombres que los tepiteños rezan evocando las viejas glorias que dieron origen al lema: “Tepito, semillero de campeones”.
Hoy el panorama es distinto: el boxeo está en decadencia y el sitio de los ídolos es ocupado por comerciantes de toda clase de mercancías, fayuqueros y pequeños traficantes de drogas.
“El propósito es no permitir que surja el carisma del vecindario ni del barrio semillero de campeones, en un afán de que los nuevos ídolos sean los chavos que traen el fogón (pistola), la moto de alto pedorraje, y se conviertan en los nuevos patrones a seguir”, explica el cronista y autodenominado hojalatero social Alfonso Hernández Hernández.
Algunos gimnasios cerraron y en los tres que siguen abiertos no despunta algún nombre como para revivir los años dorados del pugilismo.
Sobre la imagen del emblemático barrio hoy pesa un fuerte estigma relacionado más con el comercio ilícito y el narcomenudeo; contra esa referencia, personajes como Famoso Gómez intentan devolver un poco de ese pasado con el que aún se identifican los habitantes del lugar.
“El barrio se hizo famoso por el boxeo; llegaron a salir muchos ídolos, se convirtieron en gente altamente positiva. De pequeños, nosotros queríamos emular, pero una cosa que era buena para la juventud: el deporte”, aclara el ahora mánager.
“Pero después esto fue decayendo porque comenzaron a traer la fayuca de Estados Unidos. Los chavos vieron la oportunidad de ponerse a trabajar en el comercio en la calle o a vender drogas”, explica.
Antes, los jóvenes acudían ilusionados a los gimnasios de la zona o al frontón Las Águilas, a ver a personajes como el Ratón Macías, quien era la encarnación popular de aquel superhéroe o incluso una figura sagrada, cercana a la de un santo, pero que convivía con los mortales.
“Un día fui al frontón Las Águilas buscando al Ratón Macías. Acababa de cambiarme aquí, así que pregunté dónde estaba ese lugar y fui corriendo. Cuando llegué, que lo veo jugando... ¡hijo del alma! Me quedé sorprendido. No era como los demás: tenía un aura, como un santo”, relata, conmovido.
Fueron otros tiempos, cuando boxeadores, actores de cine y toreros ocupaban el Olimpo del imaginario popular. En los años 40, 50 y 60 el boxeo convocaba a miles de aficionados a la Arena Coliseo y más tarde a la México, y el personaje del peleador adquiría dimensiones dramáticas que retrataron películas como Campeón sin corona, de Alejandro Galindo, en 1946.
–¿Se necesitaba saber meter las manos para sobrevivir en este barrio?
–Sí, porque había mucha violencia, pero no como la de ahora. Habrán notado que ya no hay pleitos en la calle. Antes, seguido había broncas a puño limpio y a patadas; eso ya casi no se ve. Hoy, al que golpea a otro lo matan. No sólo en Tepito; también en otras partes, pero aquí está peor.
Un barrio donde dicen que “se vende todo, menos la dignidad”, relata el cronista Hernández.
“En las pulcatas y en la calle se aventaban sus trompos, además de que empezó el gusto por la música; eso fue perfilando que la gente fuera buena tanto para bailar como para boxear”, comenta este “hojalatero social” del barrio.
–¿En Tepito el baile y el boxeo son como una misma práctica?
–Los boxeadores de Tepito son estilistas, no fajadores; José Medel es un ejemplo de este tipo. Es decir, tanto por el peso como por lo habilidosos que son los tepiteños, el barrio empezó a destacar por el baile y el boxeo.
La decadencia de esta práctica tiene muchas causas, agrega. El boxeador como modelo de ascenso social y económico fue desplazado por el fayuquero, como opción de ascenso rápido y masivo, sin necesidad de invertir tantos sacrificios en el gimnasio y sin la disciplina que exige la vida del peleador.
“Además, el barrio se dio cuenta de que los peleadores eran utilizados por la mafia del boxeo, y que el púgil ni estaba proyectando la mejor imagen ni se estaba partiendo la madre por la gente de aquí, porque empezó a obedecer a otros intereses que ya no eran estrictamente deportivos. Todo eso empezó a desfigurar la imagen del campeón en Tepito”, comenta.
Ante este panorama, el Famoso Gómez dedica sus días a entrenar jóvenes, sin más aspiración que proporcionar diferentes opciones de vida, aunque la mayoría de los que acuden con él no sean del barrio.
–¿Está buscando alejar a los muchachos de una cruda realidad o revivir alguna figura del barrio?
–Es muy difícil formar un campeón. Tener la oportunidad de una joya con tanto brillo sería un regalo de Dios. Algunos sólo tienen un monarca en toda su vida, porque no se dan en maceta. Entonces, a lo que uno debe acomodarse es a sembrar semillas de buena voluntad en la juventud. Esto sirve para mejorar la autoestima y ganar más respeto.
Pese a las circunstancias difíciles de Tepito, el boxeo como deporte está vigente; no para debutar en las grandes arenas y hacer estrellas como las de antaño. Ahora, el peleador está en una etapa de round de sombra, agarrando condición, haciendo fintas, como cuando se baila o se alburea en la vida cotidiana del barrio.
“Estamos destanteando al contrario; ya habrá oportunidad de cazarlo y cruzarlo para noquear. Un, dos, tres y a cobrar, así se sobrevive en Tepito”, finaliza Hernández, y suena la campana.