Pensar la respuesta a la crisis
La crisis ha generado una doble discusión en México. La primera es sobre los efectos del colapso económico-financiero internacional. La segunda parte del debate se concentra en la forma de enfrentar la crisis. El gobierno sostiene que ya ha presentado un plan de acción. Los críticos piensan que está sumergido en la negación y la pasividad. Quizás es bueno situar esta discusión en una perspectiva más profunda.
Vamos por partes. La crisis financiera y económica global no será como las recesiones que han marcado a jalones la economía de Estados Unidos en los últimos 30 años. Durará unos 20 meses, quizás más. Estados Unidos hasta podría sumergirse en un proceso más largo de estancamiento.
¿Por qué va a durar tanto la recesión? Porque ahora se presentan varios círculos viciosos entrelazados y se necesita más tiempo para que la política económica pueda romperlos. Por otra parte, la crisis se extendió geográficamente y eso hace más difícil la recuperación sin una coordinación internacional.
Desde esta perspectiva, ¿cómo se presentan las cosas para la economía mexicana?
La primera consecuencia es que habrá un menor crecimiento. La meta corregida por el gobierno para la expansión del PIB en 2009 es de 2.5 por ciento. Hoy las estimaciones más frecuentes están más cerca de los números negativos, entre cero y -0.5 por ciento. Es probable que el PIB se contraiga -1.5 por ciento.
Los efectos sobre el empleo serán devastadores. La tasa mensual de desempleo abierto para el mes de noviembre (4.47 por ciento de la PEA) es el nivel más alto en tasas mensuales desde enero de 1997, lo cual nos regresa a la cúspide de la crisis de 1994-95. Para una economía que hoy cuenta con 12 millones de personas ocupadas en el sector informal (datos del INEGI) la pérdida de empleos formales es muy mala noticia. El salario real seguirá su caída secular, lo cual no augura nada bueno para México. El desempleo agravará la cartera vencida y la posición morosa de muchos deudores explotados por una banca ciega y voraz.
Mucho se habla de las operaciones de cobertura realizadas por la SHCP contra el riesgo de reducciones en el precio del petróleo. Buena medida, pero no frenará la caída en los ingresos tributarios debido a la contracción económica. Por eso no hay que descartar un episodio más de los temidos ajustes fiscales en 2009.
En el sector externo las cosas no pintan bien por la reducción de exportaciones y de remesas. El sector maquilador sufrirá en sus tres componentes medulares (autopartes, electrónica y textil/confección). Si el desequilibrio externo no crece más, es porque la economía mexicana estará sumergida en la recesión.
Los indicadores anteriores revelan con claridad que la economía necesita tratamiento urgentemente. El gobierno anunció en octubre un plan anticrisis que es una broma de mal gusto. No dice nada sobre política monetaria, y el “estímulo” fiscal es un simple re-arreglo de partidas por la redefinición del régimen de inversiones de Pemex.
Es cierto, el gobierno carece de un plan para enfrentar la crisis y, en cambio, continúa adoptando medidas que profundizarán y alargarán los efectos nocivos del colapso económico. Ni se ha abaratado el crédito, ni se han reducido los impuestos al consumo, ni se ha generado un programa fiscal que pudiera generar un impulso masivo al empleo.
Aquí surgen dos preguntas. Primero, ¿se puede tener un plan anticrisis con este modelo? La respuesta es negativa. El modelo económico aplicado aquí es, básicamente, el mismo que provocó la crisis de 1995 y sólo funciona para beneficiar el capital financiero. Por eso el Banco de México se niega a reducir la tasa de interés. Poco le importa sacrificar empresas y empleo. Su prioridad es la estabilidad cambiaria y una rentabilidad “competitiva” para el capital financiero. Bajo las reglas de este modelo neoliberal, no se puede tener una política monetaria anticíclica. La economía real puede irse a freír espárragos.
Esto nos lleva a la segunda pregunta, ¿para qué se quiere un paquete de estímulos frente a la crisis? ¿Para regresar al lugar en donde estábamos? Si ésa es la respuesta, estamos fritos.
La economía mexicana tiene 25 años de permanecer en un estado de semiestancamiento. Entre 1983 y 2008, en promedio el PIB ha crecido sólo 2.4 por ciento cada año. En ese lapso, México siguió sufriendo crisis por desequilibrios en las cuentas externas y un estado lamentable de las finanzas públicas. El rezago en educación, salud, vivienda, ciencia y tecnología, y medio ambiente es colosal. Se sacrificó una generación debido a un modelo económico que no funciona. Hasta la viabilidad de este país está en entredicho.
Lo que se necesita no es un simple “paquete anticrisis”. Lo que urge es una transformación profunda de estrategia y una redefinición acorde de los instrumentos de política económica, a nivel macro y sectorial. Así como están las cosas, el país no va a ninguna parte. O bueno, quizás sí, al abismo.